![]() |
Por Pablo Mendelevich |
¿Por fin el peronismo comenzó a enterarse de que Cristina Kirchner robó dinero del Estado (razón por la cual ya fue condenada dos veces) y resolvió deshacerse de ella? ¿Infirió que la sentencia a seis años de prisión e inhabilitación para ocupar cargos públicos empezará a ejecutarse más temprano que tarde, que ella muy probablemente irá presa y que entonces ya no será posible fingir normalidad, como si las decisiones de los jueces estuvieran por debajo de la política o sucedieran en otra dimensión?
No, nada de eso. Si alguien interpretó así la osadía de Axel Kiciloff de desobedecer y enfrentar a su mentora, quien mueve los piolines del peronismo desde 2010, debería cambiar de instrumento de medición. El detector de síntomas republicanos acá no sirve.
Hubo quienes desde afuera del peronismo, con lógica tal vez demasiado rústica, pronosticaron que el liderazgo de Cristina Kirchner languidecería al compás del progreso de las incontables causas judiciales en su contra. En todo caso se dudaba de que las causas llegaran a convertirse algún día en condenas firmes, no se dudaba de su eventual efecto menguante sobre el poder inoxidable de la líder condenada. Pero ahora, cuando casi nadie discute el pronóstico y toda la incertidumbre aparece centrada en los tiempos de la Corte Suprema, resulta que la autoridad de Cristina Kirchner es cuestionada en el marco del peronismo con absoluta abstracción de los infortunios judiciales que ella también lidera. Detalles como la supuesta “proscripción” que tanta solidaridad interna generó o la condena firme que está a la vuelta de la esquina no forman parte de este estruendoso capítulo, al que nadie sabe bien si hay que decirle motín, quiebre, cisma, drama electoral o qué.
A juzgar por lo que se ve en la superficie, la agitación obedece a una pelea de corte técnico electoral. Insólito. Cuanto menos, inédito. Se supone que las fechas de elecciones, así como la cantidad de veces que la ciudadanía es convocada a votar, constituyen un asunto institucional, como tal ajustado a las leyes y a las tradiciones. No forman parte del menú de cosas que habitualmente generan disputas partidarias internas, del tipo de cuánta virulencia ejercer contra el gobierno del que se es opositor, qué posición conviene defender con la deuda, dónde plantarse frente al FMI, el régimen cambiario, la desocupación, la pobreza, la educación pública, la energía nuclear, el aborto, las relaciones con los chinos o asuntos sesudos como el papel del Estado en la economía. En todo el mundo, en la mayoría de los partidos hay un ala más conservadora y un ala más progresista, categorizaciones que se originan en matices de variado espesor. Pelean ideologías y pelean espacios de poder. Hasta ahora no se habían reportado partidos en los cuales la discusión central fuera sobre fechas electorales provinciales.
Sin embargo, en estos momentos en el peronismo los concurrencistas desenvainan contra los desdobladores y viceversa. Los concurrencistas quieren elecciones concurrentes. Dos en el mismo día. La provincial el mismo domingo de la nacional. Como se hizo en la provincia de Buenos Aires toda la vida. La causa del otro grupo, una causa revolucionaria ya que implica romper con un siglo y medio de historia, se denomina desdoblamiento. Elecciones en días (y meses) distintos. Meta que de arranque les plantea un tremendo desafío a los asesores de marketing político, a quienes se les exige entusiasmar a la tribuna sin bajar la vara de slogans gloriosos como “Braden o Perón”, “luche y vuelve” o aquella inolvidable, eficaz promesa de Néstor Kirchner, “un país en serio”. “¡Desdoblamiento para la victoria!”, podría sugerírseles que adopten como consigna, acompañada, claro, de un puño cerrado.
Pero además está el enredo de las PASO provinciales, a las que los desdobladores quieren abolir para que la gente no tenga que molestarse en ir a votar tres veces. Se sienten responsables con justa razón porque su causa ya es la duplicación de elecciones. Con las PASO el gobernador Kiciloff está sentado sobre la rama que serrucha: desafía a Cristina Kirchner a una interna a la vez que elimina -o quiere eliminar- el mecanismo oficial, pacífico, para celebración de internas. Para eso, con fecha 13 de agosto, ¿qué hizo? Convocó a las PASO… Sí, por algo cuesta entender todo esto. Las convocó con el fin de que la Legislatura las suspenda. Pero eso hasta ahora no sucedió. Es la misma Legislatura que dejó al gobernador sin presupuesto.
Bajo influencia massista, estos legisladores, si quisieran, podrían embrollar más las cosas y profundizar la guerra de fechas, pero hay que recordar que, si de leyes se trata, el gobernador tiene derecho a veto. Es decir, tiene la última palabra. Cristina Kirchner hizo saber que piensa ser candidata a diputada provincial por la tercera sección electoral, algo también insólito. Avellaneda fue senador nacional después de haber sido presidente, igual que Sarmiento, Roca, José Evaristo Uriburu, Alfonsín y Menem. Pellegrini murió siendo diputado nacional. Pero nunca un expresidente desempeñó un cargo legislativo provincial. Cargo que, por otro lado, en caso de que Cristina Kirchner efectivamente se presente, obtenga la banca y la ocupe, no le daría fueros. Sus causas judiciales son federales.
El lunes, al anunciar que las elecciones provinciales se harán el 7 de septiembre, Kicillof evitó nombrar a Cristina Kirchner. Le echó la culpa del desdoblamiento en la provincia a Milei. Su argumento fue que Milei suprimió las PASO nacionales (aunque el gobernador está tratando de hacer lo mismo con las bonaerenses y no lo logra) e introdujo a nivel nacional la boleta única, progreso que el peronismo aborrece. Como dijo la Coalición Cívica, el rechazo a la boleta única es el único consenso que le queda al PJ. Kicillof sostiene que no se pueden hacer en un mismo día (en referencia al 26 de octubre) dos elecciones con dos sistemas de votación diferentes. En la provincia se sigue usando la boleta sábana. Cristina Kirchner, en cambio, sostiene que sí se puede. ¿No deberían ser expertos electorales autorizados los que digan si se puede o no se puede y qué riesgos hay? Ahí es donde se trata de un tema técnico, no político.
Pero ellos no creen que sea técnico. Los políticos funcionan sobre la base de la especulación. Y los desdobladores suponen que si se celebran elecciones sólo provinciales las cosas quedan en manos de los intendentes, la mayoría de los cuales son ahora aliados de Kicillof. Eso marginaría a Cristina Kirchner del armado de las listas bonaerenses. Habría agendas proselitistas locales y se obtendría un triunfo que ella no podría reclamar. De ese modo Kicillof estaría en condiciones de destronarla de la conducción y podría erigirse como candidato presidencial del peronismo en 2027, creen los desdobladores.
De ideas en pugna nada se ha escuchado en ningún momento. En el subsuelo de la guerra de las fechas sólo se ha detectado especulación política. Dueño de una identidad que llegó a tener algunas características de secta, admirador del ideologismo exacerbado de los setenta, venerador de los “jóvenes idealistas”, el kirchnerismo se ha desnudado más de lo que ya estaba con esta guerra, que más que de las fechas es de los Roses.
¿Dónde quedaron las pretendidas profundidades doctrinarias? Tanta ideologización cuando eran gobierno, tantos pibes para la liberación, tanta apropiación del Estado para adoctrinar a unos y a otros con sus los y las, la historia recauchutada, el enemigo mediático, el enemigo agrario, tanto principismo revolucionario con la vena patriótica hinchada (“ni un paso atrás”, decían los intelectuales de Carta Abierta), tanto “proyecto”, tanto “modelo”, tantas clases magistrales de economía para el primer mundo (Milei no estrenó ese magisterio), para terminar en una guerra fratricida, hueca, de baja estofa. En la que los contrincantes, incluso, resulta que son golpistas.
“Hay movimientos que hablan a las claras de un golpe institucional en la provincia de Buenos Aires”, dijo el martes Andrés “Cuervo” Larroque, excristinista fanático, hoy kicillofista fanático. Aunque no los veamos, los setenta siempre están: Larroque hizo una remake de la teoría del cerco. Los Montoneros decían que Isabel y López Rega lo tenían rodeado al “Viejo” (Perón). Ahora nos explica Larroque, “Cristina es rehén de un círculo… yo no diría La Cámpora, yo hablaría del grupito de Máximo, son cuatro o cinco”. Se ve que a esta cándida dirigente la tienen engrupida.
En las redes pueden encontrarse otras explicaciones estrafalarias, pero tal vez más justificadas, porque provienen de personas comunes que no creen que Kicillof y Cristina Kirchner se estén peleando en serio. Dicen que todo es una nueva jugada de ella como la de Alberto Fernández para poner en 2027 a un moderado -Kicillof- en la presidencia. Es una variante del mito del eterno retorno, no de Nietzsche sino del peronismo. A último momento, dice el mito, después de decirse las peores cosas, los peronistas se unen y vuelven.
© La Nación
0 comments :
Publicar un comentario