Por José Ángel Di Mauro
Fue su segunda inauguración de sesiones ordinarias y por primera vez el presidente Javier Milei no estrenó modalidad al concurrir al Congreso. Hagamos memoria. En la primera asamblea de la que tomó parte, cuando le tomaron juramento, dio la nota no hablándole a los diputados y senadores, sino a la gente en la calle, de espaldas al Palacio de las Leyes. Y conste que la organización del evento no estaba a su cargo, sino tal vez hasta hubiera modificado el horario…
Se lo hubieran agradecido, en ese caso, los presidentes y otros invitados que tuvieron que cocinarse al sol del mediodía de diciembre durante los 33 minutos que habló ese día el entonces flamante presidente.
La segunda vez sucedió tres meses después, ya en el recinto de Diputados, donde inauguró por primera vez las sesiones ordinarias. Y lo hizo -gran sorpresa- a partir de las 9 de la noche, un horario inédito para esa ceremonia. Y desde un atril, ya no compartiendo el estrado con las autoridades de las cámaras.
Su tercera visita tuvo también ribetes inéditos, ya que nunca un presidente de la Nación se ocupó de presentar el presupuesto nacional personalmente, en el recinto. Además del hecho en sí, las fechas y horario no fueron menos novedosas: domingo a las 21, prime time televisivo, que tanto le gusta a quien se hizo conocido a través de la difusión que le dieron los medios audivisuales. Una lástima que semejante actitud de quien es en definitiva el primer presidente economista de la historia argentina no haya estado acompañada por la aprobación de la ley de leyes, pero esa ya es otra cuestión.
Esta cuarta aparición en el Parlamento ya no tuvo el efecto de las novedades. Mismo horario, de nuevo en el atril, ya no hubo elementos nuevos, salvo el hecho de ser un sábado.
No fue lo único que repitió. También usó el método de intimar al Congreso. Lo hizo un año atrás cuando estaba fresco el fracaso del verano con la Ley Bases. Esa vez propuso el Pacto de Mayo. Les hablaba a los legisladores, pero dirigiéndose a los gobernadores, con quienes propuso suscribir el 25 de mayo venidero un contrato social que consistiría en 10 políticas de Estado que presentó entonces como “las bases del progreso de cualquier nación”. El compromiso era sancionar la Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos y el Alivio Fiscal (así presentó entonces a la segunda ley que se aprobaría en los meses siguientes). “Esta es la oferta que nosotros ponemos sobre la mesa: quedará en ustedes y en el resto de la dirigencia argentina saber aprovechar la oportunidad de cambiar la historia; o de lo contrario, pretender continuar por este camino de decadencia por el cual nos han traído”.
Fue también áspero cuando advirtió: “No negociamos el cambio y vamos a cumplir la promesa que le hicimos a la sociedad, con o sin el apoyo de la dirigencia política. Lo haremos con las herramientas que nos puedan brindar, o lo haremos solamente con los resortes legales del Poder Ejecutivo, como venimos haciendo hasta ahora. Porque nosotros, cuando nos encontramos con un obstáculo, no vamos a dar marcha atrás… vamos a seguir acelerando”.
Usó la misma estrategia este sábado para reclamarle a los legisladores que apoyen el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, cuando tras recordar que “este Congreso ya demostró, una y otra vez, que entre ustedes y los argentinos algunos no tienen problema de elegirse siempre a ustedes”, les advirtió: “Si este Congreso eligiera no acompañar de forma mayoritaria al Gobierno nacional en esta propuesta que les extiendo, sepan que eso no detendrá el proceso de cambio que el pueblo argentino nos encomendó. Lo vamos a hacer solos, lo vamos a hacer a nuestra manera, pero tarde o temprano lo vamos a hacer (…) Y nunca, pero nunca nos rendiremos. Jamás nos vamos a rendir”.
La vez pasada le fue bien, esta vez se verá. Les hablaba a todos los legisladores presentes, aquellos que en líneas generales deberían darle los votos para aprobar este acuerdo con el Fondo que inexorablemente debe pasar por el Congreso. No estaban aquellos legisladores que nunca le han aprobado nada hasta ahora al Gobierno. Milei tuvo la ventaja este 1ro de marzo de contar con un auditorio de lo más afín. Solo lo escuchaban oficialistas y aliados, salvo alguna excepción.
El problema fue que entre esas excepciones había dos que terminaron aguándole la fiesta. Los diputados de Democracia para Siempre, el sector del radicalismo que ha sido refractario a la gestión libertaria se habían sumado al faltazo anticipado por las bancadas más opositoras. Solo irían dos representantes: su presidente, Pablo Juliano y Marcela Coli. Sobre la marcha se sumó Facundo Manes. El mismo lo anunció en sus redes, diciendo que iría al Congreso a escuchar al presidente. “No me preocupan las burlas ni el show. Nunca me amedrenté ante una responsabilidad difícil y no voy a hacerlo ahora frente a quienes buscan intimidar”, dijo, anticipando que también transmitiría por sus redes la ceremonia, habida cuenta de que “el Gobierno no permite el ingreso al recinto de reporteros gráficos y relegó a la prensa acreditada”.
No imaginaba seguramente el protagonismo que terminaría teniendo. Lo cual irritó particularmente al presidente, que al dejar el recinto sentía que lo suyo había sido un éxito. Pero nada termina hasta que todo concluye, y a la salida del recinto el neurocientífico se cruzó con Santiago Caputo, aunque no hubo casualidad, ya que el asesor todoterreno lo había ido a buscar, tal cual se lo había anticipado desde el palco, cuando interactuaron en plena sesión. Lo demás es conocido, y fue un dolor de cabeza el Gobierno, que sintió que la atención se centraba a partir de entonces donde no debía estar.
Segunda vez que pasa con el asesor presidencial, como cuando una nota pautada para salir del atolladero en el que se metió el presidente con el escándalo $Libra, terminó en un papelón periodístico. Aunque tal vez eso haya sido más rendidor, pues desvió algo la atención del problema principal. En este caso fue todo pérdida.
El súper asesor deberá morigerar en el futuro sus arrebatos personales.
Para Manes, valió la pena decidir finalmente concurrir. Este domingo advirtió que lo que le pasó es “una metodología de gobierno hecha para amedrentar y lograr que nos borremos de nuestro deber institucional. Por eso había que ir ayer”.
Lo deben haber lamentado los de Unión por la Patria y más aún la izquierda, que sí estuvo, solo para dejar puestos carteles en sus bancas que nadie mostró, solo ellos en sus redes sociales. Distinto hubiese sido si hubiesen completado el recinto, para mostrar su oposición directamente ante quien les hablaba, como han hecho otras veces.
Como sea, fue impresionante el vacío que le hicieron al presidente, mostrando un recinto casi desértico por primera vez desde el 83 en una asamblea legislativa.
En una jornada cargada de simbolismos, también había especial atención respecto de la presencia de los miembros de la Corte Suprema, que volvió a mostrarse con cuatro miembros, al sumarse Manuel García-Mansilla, flamante cortesano designado “en comisión”. Se ubicaron exactamente como el Gobierno supone que estarán alineados: Horacio Rosatti, Carlos Rozenkrantz, Ricardo Lorenzetti y García-Mansilla; en ese orden. Rozenkrantz llegó sobre la hora, pero hasta entonces Rosatti le había dejado el lugar libre, entre él y Lorenzetti; no fuera cosa que tuvieran que sentarse juntos. Y hablaban como si estuvieran divididos en dos bloques, que es como el Gobierno los imagina.
La primera prueba se dará esta semana, cuando el jueves 6 de marzo deban decidir qué hacer con Ariel Lijo y su pedido de licencia como juez federal. Rosatti y Rozenkrantz no están dispuestos a que jure si no renuncia a su cargo en el Juzgado Federal N° 4. Previsiblemente, Lorenzetti dice que no es necesario; define García-Mansilla. Será su primera muestra de carácter, lo que hace presumir que no se escudará en la abstención.
Por lo pronto Lijo optó por no ir, aunque en la previa voceros del Gobierno habían justificado su presencia en la Asamblea Legislativa, junto a sus futuros compañeros. El consultor Carlos Fara dijo este domingo que su ausencia fue “el único dato relevante” de la jornada: “Una señal de distención con la nueva Corte”.
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