Por Carlos Fara (*) |
Esta composición del Congreso tiene vida –relativa– hasta fin de noviembre del año que viene. Decimos “relativa”, porque será un año electoral, donde la actividad parlamentaria disminuye notablemente, y mucho más donde el ritmo de las Cámaras no lo maneja precisamente el oficialismo, que es una gran minoría.
Sin embargo, convengamos que con un escarbadientes, el Gobierno ha hecho maravillas, como tener una ley clave para sus reformas y obturar los intentos de que se caigan los vetos presidenciales. Es decir, por ahora ha resuelto satisfactoriamente al interrogante sobre la gobernabilidad, en el amplio sentido del término.
Dicha relatividad del funcionamiento parlamentario el año que viene, puede verse modificada notablemente si se anulan las PASO, porque eso alteraría en profundidad el cronograma electoral, ergo los tiempos políticos. Recordemos que con la incorporación de la boleta única de papel, los tiempos legales se adelantaron un mes, debiéndose presentar alianzas a principios de mayo –antes era a comienzos de junio– e inscribirse candidaturas a fines de mayo –antes era a fines de junio–. Si todo eso se modifica por la derogación de las Primarias, estaremos votando a fin de octubre solamente, y quizá iniciando todo ese proceso en la segunda quincena de julio, con lo cual se “liberan” tres meses de electoralismo y despeja el primer semestre del año.
Acostumbrados desde 2011 a otro esquema, esto le daría la oportunidad al Gobierno de seguir “boludeando” a Macri con la definición de una alianza, imponer algunos temas de agenda parlamentaria, y apostar a que la recuperación económica llegue en su mejor forma para la segunda parte de 2025. Nada más, ni nada menos, además de haberle ganado una partida a “la casta”, haciéndose eco del clamor popular por anular un sistema que la gran mayoría no ve necesario, además de costoso.
Pero claro, eso será así en la medida en que los dos grandes actores de la política argentina –Javier y Cristina– vayan respetando los pasos del minué aparente. Esto significa que al haber cumplido el oficialismo con el primer gesto haciéndose el “fesa” con ficha limpia, ¿cuál será la reciprocidad de parte de ella?, ¿asegurar firmas en el dictamen a favor de Lijo?, ¿aceptar bajar las PASO si el Gobierno incluye este tema en Extraordinarias? Se verá. Hay muchos temas para negociar: Presupuesto, Procurador General, cargos en la AGN, jueces, ampliación de la Corte, etc.
Para Cristina hay un motivo adicional de preocupación sobre los tiempos: los resultados de las elecciones a senadores nacionales en las ocho provincias que renuevan. De esas ocho, hay dos donde se mantendría el statu quo (Entre Ríos y Santiago del Estero) y una en duda (Chaco), pero en las otras cinco las perspectivas son lúgubres. En CABA, Neuquén, Río Negro, Tierra del Fuego y Salta lo más probable es que pierda senadores, entre ocho y nueve. Perder significa resignar bancas que hoy controla CFK.
Si nos vamos a diciembre de 2025, el kirchnerismo pasaría de treinta y tres a veinticinco, o veinticuatro miembros, y su capacidad de chantaje u obstrucción será mucho menor, agrandando el espacio libertario como contrapartida. De modo que, con esas proyecciones en la mano, a “la jefa” no le queda otra que acelerar los tiempos de negociación, porque en la segunda mitad del mandato su poder de fuego estaría claramente disminuido.
Acá se complementan las necesidades de Milei y CFK, porque si el oficialismo obtiene cosas valiosas en la negociación –como bajar las PASO que implican gasto, sobre todo en un año electoral y que era una idea del kirchnerismo– entonces puede estar más proclive al repudiado “toma y daca”.
Los acuerdos políticos se mantienen en la medida que las condiciones ambientales no cambien. Esta semana siguieron devaluando Brasil y Rusia –¿un déjá vu de fines de los 90, precaída de la convertibilidad?– lo que puede traerle malas noticas a las Mileiconomics, sumado a la impronta proteccionista del amigo Trump. Cristina acepta entrar en esta negociación porque el Presidente llega al final de su primer año de mandato más fortalecido que nunca, además de sus cuestiones judiciales y cierta rebelión en la propia granja. Pero si hacia finales de febrero la situación fuese otra, ¿el “toma y daca” seguiría fluyendo, o ella se pondría en una situación más dura, especulando con que el 2025 puede no ser tan buen año electoral para su contraparte?
El viejo tema musical de 1925, Té para dos, rezaba: “Imagíname en tu rodilla / Con té para dos y dos para el té / ¡Solo yo para ti y tú para mí, solo! / Nadie cerca de nosotros, que nos vea o nos oiga… No lo haremos saber, querida / Que tenemos un teléfono, querida…”. ¿Una letra premonitoria?
(*) Consultor político
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