Autoelogios. Se define como el político admirado del mundo.
Por Sergio Sinay (*)
Todo lo que alcanza un extremo no se mantendrá allí, sino que tenderá a regresar a la media. Esto puede verificarse en los diferentes ámbitos de la experiencia humana: pruebas matemáticas, performances deportivas, tiradas de dados (¿cuántas veces seguidas se puede obtener una generala servida?), estados de salud, enamoramientos, procesos políticos y económicos, fenómenos climáticos, etcétera.
El descubrimiento de esta ley se debe a un primo de Charles Darwin, el médico y matemático inglés Sir Francis Galton (1822-1911), ávido y multifacético investigador que, entre otros legados científicos, acuñó el término eugenesia al estudiar los mecanismos de la herencia física y psicológica y también inició la meteorología científica. Galton presentó su descubrimiento de la regresión a la media en un artículo publicado en 1886 a partir de su observación de que los descendientes de padres extremadamente altos o bajos tienden a tener una estatura más cercana al promedio de la población.
El fenómeno del regreso a la media fue retomado por el psicólogo israelí y premio Nobel de Economía Daniel Kahneman (1934-2024) en su revelador libro Pensar rápido, pensar despacio. Kahneman, quien se dedicó a investigar los procesos de toma de decisión, señala que tal fenómeno es extraño para la mente humana, a la que le cuesta registrarlo y aceptarlo. Sin embargo, advierte, que, desde el punto de vista estadístico “es tan normal como el aire que respiramos”. El regreso a la media es perceptible siempre que se tomen los extremos dentro de un mismo campo. Si alguien es excelente jugando al fútbol, pero inhábil conduciendo un auto, será difícil contemplar la regresión al punto medio, porque ni su excelencia en un campo ni su inhabilidad en el otro tendrán al punto opuesto como referencia dentro de la misma especialidad. Quedará encasillado como excelente futbolista o como pésimo conductor.
De éste muy interesante fenómeno, se pueden obtener otras conclusiones y perspectivas, como, por ejemplo, el papel que juega la suerte para que alguien aparezca en uno u otro extremo. Un tenista mediocre puede tener un día de suerte y ganarle al número uno, pero regresará a la media. Lo mismo ocurrirá con un excelente cocinero al que un día nefasto se le quema la bolognesa. Moraleja: es necesario esperar y observar antes de apresurarse a cantar loas a quien fuese en cualquier ámbito del que se trate. También para descalificar a nadie por un único dato. Esto no sólo es aplicable a otros sino también a uno mismo. Según sus propios desmedidos autoelogios Javier Milei merecería en este momento el premio Nobel, habría refundado la economía, sería el político más admirado del mundo y estaría iniciando una nueva civilización. Sus fanáticos, cortesanos y amanuenses, así lo repiten y algunos oportunistas (desde periodistas hasta empresarios) los imitan. Habría alcanzado un punto extremo en la medición económico-política, punto marcado por la doma de la inflación y el logro del déficit fiscal cero (aunque no se tome en cuenta a costa de qué y de quiénes). El regreso a la media ocurrirá en algún momento, explicarían Galton y Kahneman, y, como señala el autor de Pensar rápido, pensar despacio, a mayor puntuación en un extremo mayor regresión. Así como la ley de la gravedad y otras leyes naturales no dependen para su cumplimiento o incumplimiento de la voluntad humana, tampoco el regreso a la media está sujeto a esa voluntad. Como sucede con la hubrys y la némesis (exceso de soberbia y su respectivo castigo que describe la mitología griega), cuya relación es inexorable, también lo es el regreso a la media. Habrá que ver entonces cuáles serán las excusas, los culpables elegidos y también las consecuencias.
(*) Escritor y periodista
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