sábado, 9 de noviembre de 2024

Pena a perpetua

 Por Carlos Ares (*)

Señores jueces, ¿quién puede creer todavía, a esta altura de las históricas injusticias conocidas, que en el improbable caso de ser condenados por delitos graves de corrupción, los acusados van a cumplir en una cárcel común todos los años que les correspondan? Salvo para los abogados defensores, o algunos de ustedes, que les muerden un pedacito de la fortuna choreada, no hay razón para perder tiempo, esfuerzo, limar las ganas de fiscales decentes en investigaciones bajo presión, amenazas, chicanas, a funcionarios, empresarios, o sindicalistas coimeros.

En vez de embaucarlos con eso de que todos somos iguales ante la ley, en la escuela los pibes deberían aprender a cantar el tango Qué vachaché de Discépolo, escrito hace casi un siglo: “Pero no ves, gilito embanderado/que la razón la tiene el de más guita/que la honradez la venden al contado/y a la moral la dan por moneditas”.

De acuerdo, honorables transas, son las reglas del juego. Hay que garantizar el debido proceso. Todos los que rapiñaron, abusaron de su poder, son inocentes siempre que tengan fondos disponibles. El atajo legal que les permite zafar aunque las pruebas demuestren lo contrario, tiene un costo. ¿Calcaterra sobornó o hizo un aporte a la campaña electoral? ¿Cuánto vale esa duda razonable?

Todo bien familia judicial, están en su derecho, pero al menos, permítase a las víctimas la libertad de reclamar algún tipo de consuelo. ¿Qué otra queda cuando se sabe que Insaurralde, ponele, la recaudó como intendente, se la llevó a la vista de todos, pero ustedes hacen tiempo, la tiran afuera, demoran la definición, van a penales, atajan el expediente, ordenan repetir por invasión de áreas?, así hasta que pasan los años y ya a nadie le importa el resultado.

Tengan un poco de compasión, señorías. Cuando esos criminales, responsables del tendal de miseria que se fue acumulando hasta límites intolerables, encima refriegan 52,9% de pobres echando la culpa a otros, la impunidad con la que hablan provoca, irrita, revuelve las tripas hasta de los más calmos. Digamos todo: dan unas tremendas ganas de ir a acogotarlos.

El dato, el porcentaje, no alcanza a revelar la hondura, la dimensión de semejante drama. Solo si fuera posible verlos, sumar uno, más uno, más uno, se comprendería que esos números son personas, tienen caras, cuerpos, nombres, hijos, deseos, sueños, vidas.

Visto, considerando estimados entongados, que no se puede juzgar, ni procesar en retrospectiva a presidentes, ministros, legisladores, a los muertos, Menem, De la Rúa, Kirchner, a los testaferros, como el secretario de Néstor, Daniel Muñoz, ni a los que ya dejaron en libertad, Boudou, Cristina, De Vido, Báez, José López, entre otros, ¿qué tal si ofrecen una probation para todos los que mantienen encajonados hasta que el tiempo se haga cargo del fin.

Tribuneros, resuelvan el conflicto sin generar más resentimiento. El Código Penal contempla la “probation” como suspensión del juicio. En este caso reemplazaría el de la opinión pública. Una vez cumplido el servicio social nadie tendría ya motivos para denunciar que los sospechados se ocultan en countries, autos blindados, ventanillas oscuras, o detrás de guardaespaldas, porque no se bancan el insulto, el asco, el peso de las miradas sobre su conciencia.

Un día cualquiera, el que los reverendos magistrados dispongan, temprano, sin apremios, le conceden a todos los imputados la opción de reparar parte del daño causado. Tendrán que permanecer de pie en una fila bordeando la avenida desde la Plaza de Mayo hasta la del Congreso.

Delante de ellos podrán pasar a voluntad, en representación de casi veinticinco millones, más nueve en la indigencia, quienes, en los últimos, ¿cuántos años?, desbarrancaron a un abismo del que la mayoría no puede salir. Será una lenta ronda en silencio hasta la noche. Los acusados no tendrán derecho a bajar o desviar la mirada cuando se los mire fijo a los ojos.

El castigo será siempre menor en comparación con lo que han hecho, pero al menos, no podrán evitar por una vez saber cómo se siente la pena a perpetua.

(*) Periodista

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