Por Patricia Kolesnicov
Se podría dar un vistazo a El asedio a la modernidad -una obra clave de Juan José Sebreli, el pensador que murió este viernes- citando algunas frases.
Frases que explican, en pocas oraciones, algunos conceptos centrales que siguen siendo parte de la discusión política de hoy. Aquí van:
- “El relativismo cultural significa imparcial tolerancia para el asesinado y el asesino, para el torturado y el torturador, para el oprimido y el opresor, para la víctima y el verdugo”
- “La vuelta al origen es una utopía reaccionaria [...] el pensamiento arcaico puede ser todo lo auténtico que se quiera, pero el retorno a lo arcaico es inauténtico porque no podemos olvidar lo que ya sabemos”.
- “Una de las contradicciones fundamentales del relativismo cultural consiste en que el respeto a las culturas ajenas, el reconocimiento del otro, lleva inevitablemente a admitir culturas que no reconocen ni respetan al otro”
- “Los pueblos primitivos se afirman a sí mismos como los únicos válidos y se autodenominan con nombres que significan “los verdaderos” o “los buenos” o “los excelentes” o simplemente “los hombres”, y llaman a los demás con apelativos denigrantes tales como “mono de tierra” o “huevo de piojo”.”
- “Es cierto que Occidente suele transgredir sus propios valores, más aún, nunca los ha cumplido plenamente. El racismo, la esclavitud, el clasismo, la desigualdad entre los sexos, la discriminación de minorías, el terrorismo de Estado, la tortura, el asesinato de masas, los sistemas totalitarios, los campos de concentración son, al fin, características del Occidente de los siglos XIX y XX. Pero la paradoja es que estas lacras sólo pueden ser combatidas en nombre de los propios valores de Occidente”
¿Se entiende? Publicado en 1991, este ensayo se paró frente nuevas corrientes filosóficas que pusieron en el centro al discurso y su análisis y, sobre todo, que mostraban que los particularismos de cada cultura podían hacer que cosas que nos resultaban intolerables fueran comprensibles. Ablación de clítoris, por ejemplo. Un espanto en Occidente... ¿una costumbre respetable en ciertos países africanos? Sacrificios humanos: “Todavía en los años treinta, según informes británicos, las sectas shivaítas ofrecían a la diosa Cali sacrificios humanos. Algunas de estas sectas, como los thugs, desechaban el derramamiento de sangre por razones rituales y ahorcaban a las víctimas”, escribe. Pero en ese contexto, ¿están bien?
La posmodernidad, venía a decir, dejaba a atrás valores centrales de la modernidad: el universalismo que suponía que todos los seres humanos son esencialmente iguales y que el bien y el mal no son relativos, no depende de la cultura. Y que lo que rige a la humanidad -o debería- es la razón y la idea de progreso. Que hay futuro y que el bien está por delante, no atrás.
“La historia perdió el lugar de privilegio que tuvo en épocas anteriores, y fue sustituida, como ciencia piloto, por la antropología y la lingüística, y sobre todo por una antropología basada en la lingüística. Al mismo tiempo surgieron ciencias nuevas, la semiótica, la semiología, o seudociencias como la “gramatología” las cuales no se ocupan de ningún contenido, y se reducen tan sólo al “discurso” que es, según parece, de lo único que se puede hablar”, escribía.
Esa distinción sigue siendo parte fundamental de las discusiones políticas de hoy. ¿Una matanza es buena o mala según quien la haga? ¿La antropofagia, comer humanos, es una variante cultural?
Sebreli dice que no: “Comprender el significado que las costumbres de los antropófagos pueden tener no quiere decir de ningún modo que haya que aprobarlas. Ni siquiera se puede ser neutral, ya que justificar el sacrificio ritual significa adoptar el punto de vista del sacrificador, pero no el del sacrificado. Por muy rito sagrado que sea para determinadas culturas, la antropofagia y todo sacrificio humano es un crimen”.
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