miércoles, 20 de noviembre de 2024

La broma del “Gordo Dan”

 Por Pablo Mendelevich

No hace falta irse a la Italia de Mussolini para encontrar camisas negras. El general José Félix Uriburu llamaba “Camisas negras argentinos” a los miembros de la Legión Cívica Argentina, grupo político y paramilitar que él mismo formó con “hombres patriotas” capaces de encarnar “el espíritu de la revolución de septiembre y que estuvieran moral y materialmente dispuestos a cooperar en la reconstrucción institucional del país”. Para poder cooperar con mayor eficacia los muchachos recibían entrenamiento militar. Atacaban y secuestraban opositores, a quienes en muchas ocasiones torturaban.

De la Legión Cívica surgió la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN), fundada por Juan Queraltó en 1937, organización que con cierta autonomía acompañó al peronismo en su surgimiento, pero que quedó subordinada en forma plena -vertical, cabría decir- a Perón partir de los años cincuenta, cuando pasó a manos de Guillermo Patricio Kelly. Se convirtió entonces en un grupo de choque del gobierno. La ALN ya no tenía vocación por las profundidades del debate ideológico como los fascistas de Queraltó, ocupada como estaba en hostigar al antiperonismo y sobre todo en romperles los huesos a comunistas, republicanos españoles refugiados en Buenos Aires y periodistas de los diarios liberales.

El sociólogo José Luis de Imaz (1928-2008), autor de la célebre investigación Los que mandan, había sido aliancista en su juventud. La ALN, escribió, terminaría “por convertirse en un hato de matones, delincuentitos reales o potenciales, y de presuntos grupos parapoliciales, hasta el estruendoso final wagneriano de 1955″. Referencia ésta a la irrupción de la Revolución Libertadora, cuando dos tanques Sherman del Ejército pulverizaron la sede de la ALN, en San Martín y Corrientes.

Está claro que aquel nacionalismo de ultraderecha fuertemente antisemita no tenía las mismas ideas que quienes ahora se llaman libertarios, por más que ambos coincidieran en aborrecer a “los zurdos de mierda” con idéntico fervor. Pero tal vez sea oportuno recordar que la mayor parte de las cosas ya están inventadas. Existe un largo historial de grupos extremistas paragubernamentales creados para apuntalar la patriótica causa oficialista cuya propensión a la violencia ha sido un rasgo persistente. También está la Triple A, desde luego, terrorismo de estado conducido directamente por funcionarios, como lo eran José López Rega y su jefe de prensa Jorge Conti.

El sábado pasado, con participación de simpatizantes, militantes y funcionarios, hubo en un salón de San Miguel (partido bonaerense que alguna vez lo eligió a Aldo Rico como intendente), un acto oficialista con escenografía fascistoide en el que se anunció la creación de una agrupación llamada Fuerzas del cielo definida como “el brazo armado” de La Libertad Avanza. Dos días después el diputado Agustín Romo, uno de los organizadores, aseguró que había sido una broma, ya que Daniel Parisini (“El Gordo Dan”), el orador, aclaraba en una parte no difundida que él se había referido al brazo armado “con el arma más poderosa del siglo XXI”, el celular.

En el video que circuló se lo ve a Parisini exponiendo en un atril debajo de un cartel colgante con problemas de concordancia: “Argentina será el faro que ilumina al mundo”. Faro, además, es una palabra de reminiscencias mussolinianas. Así también denominaron a la fundación convocante.

“Fuerzas del cielo, que se está formando hoy aquí entre nosotros, es el brazo armado de La Libertad Avanza”, dice Parisini. En ese momento mira para abajo. Su mano izquierda disimula un ayuda memoria. Repasa la siguiente oración y la despacha: “Es la guardia pretoriana del presidente Javier Milei”. Aplausos y gritos. “…Todos sus soldados más leales, los que estuvieron desde el principio y los que van a estar hasta el final”. Más aplausos y más gritos. “Y vamos a estar hasta el final defendiendo el proyecto de país de nuestro líder Javier Milei y defendiendo sus ideales”. A continuación la concurrencia recita junto con el orador, como un mantra, el compendio de ideales que Milei suele repetir.

El lanzamiento del sello celestial no será un derroche de hondura dogmática pero la ambientación sí trasunta intención, planificación y esmero. En banderas rojas se leen las palabras propiedad, libertad, vida, Dios, Patria y familia. Las tres últimas, del léxico fascista, ya habían generado polémica cuando formaron parte del discurso de Milei en el acto de Parque Lezama. Casualmente Georgia Meloni, por estas horas de visita en la Argentina, tuvo que explicar durante la campaña de 2022 que ella no usaba “Dios, Patria y familia” para honrar a Mussolini sino que a su juicio conformaban un manifiesto de amor que atraviesa los siglos.

La referencia a la guardia pretoriana y a la tentación de ser parte de ella para defender a Milei por lo menos parece más rocambolesca. En el gobierno que lucha contra los privilegios tal vez no sepan que esa escolta de los emperadores romanos tenía el atractivo de que a sus miembros se les pagaba mucho mejor que al legionario estándar.

¿Pero para qué necesitaría Milei una guardia pretoriana si cuenta con un centenar de custodios profesionales? ¿O es esta otra metáfora como la de los celulares y lo quieren cuidar en las redes más de lo que ya lo hace el “ejército” de trolls? Mejor no decirles pretorianos, entonces, porque es un término asociado con la intriga, las conspiraciones, la traición. Y si no que lo diga Calígula.

La broma de hablar de un brazo armado del partido del gobierno, si lo fue, no parece haber causado gracia fuera del círculo de los autores y de la fábrica digital de ondas expansivas regenteada por Santiago Caputo. Suscitó una catarata de repudios esta expresión “brazo armado”, aunque muchos políticos opositores no evaluaron el episodio en el terreno estricto de la literalidad sino como una aviesa provocación premeditada. Si se diera crédito a la explicación de que se hablaba de celulares y no de armas de fuego, con mayor o menor satisfacción se podría desanudar la trampa retórica. Pero faltaría explicar el decorado. ¿Por qué razón la ambientación remitía a un contexto histórico e ideológico armónico con lo que se dijo que no se había querido decir?

Brazo armado es una expresión que hasta un escolar desaconsejaría usar en una arenga política en un país todavía traumatizado por la violencia de hace medio siglo. Hablar de grupos armados para metaforizar la “guerra” digital indica en el mejor de los casos ignorancia. Cero en historia. Las dimensiones que puede alcanzar la ignorancia se volvieron tenebrosas el día que una diputada nacional libertaria explicó que había ido a visitar a Alfredo Astiz a la cárcel porque no tenía idea de quién era.

Hubo y sigue habiendo en el mundo brazos armados de partidos, de carteles de droga, de dictaduras. Los grupos armados, que son centenares, van desde ETA y Estado Islámico hasta Aguilas del Torbellino (brazo armado del Partido Social Nacionalista Sirio), las Caravanas Iconoclastas por el Librealbedrío (anarquistas chilenos), el Frente Revolucionario Unido (movimiento revolucionario de Sierra Leona financiado con diamantes de sangre), el Movimiento de Milicias de Estados Unidos (paramilitares de ultraderecha), Los hermanos de los bosques (guerrilleros georgianos originarios de Abjasia), Los voluntarios para la defensa de la patria (grupo de Burkina Faso antijihadista). Ninguno es como Fuerzas del cielo, un brazo armado de mentira, sólo una broma. Todos cargan decenas, quizás miles de muertos. No resultados digitales.

© La Nación

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