Por José Eduardo Saicha |
Hoy me voy a esforzar en darles una visión de muchas cosas que vienen sucediendo en este convulsionado país que no deja de darnos sorpresas, y voy a empezar analizando lo que es o debe ser la soberanía nacional, desde mi punto de vista.
Se produjeron dos hechos políticos. Primero la denuncia a la canciller Mondino, ampliada luego al mismísimo Milei por un acuerdo firmado con Inglaterra para restablecer vuelos a las Islas Malvinas por considerarlo una muestra de debilidad frente al Reino Unido, por la histórica reivindicación de nuestra soberanía de las Islas Malvinas, por una parte.
Por la otra, nos desayunamos con grandes títulos que cuatro gobernadores de provincias del noroeste, entre los que está el de Salta, estaban promocionando e interesando a inversores justamente en Londres para que inviertan capitales en sus respectivas provincias, fundamentalmente en el rubro, estrella, como es hoy el tema minero.
Mi pregunta es muy simple. ¿Será debilidad, con los recaudos que correspondan, tratar de devolverle al mundo una visión distinta de la Argentina en la búsqueda de avanzar justamente en otro sentido de integración, promoviendo simplemente conectarnos nuevamente con esas islas por las que seguiremos reclamando soberanía?
¿Qué deberíamos pensar entonces con respecto al viaje de los gobernadores que fueron a Inglaterra a ofrecer justamente un montón de beneficios para capitales que se instalen en nuestro país como otra muestra de debilidad referida a la soberanía nacional? Se me ocurre que sería de una mediocridad tan solo aceptable si proceden de aquellos que solo les interesa incrementar la pobreza para poder manejar a sus anchas a quienes son sus clientes de toda la vida.
Como para completar el cuadro de situaciones, el gobierno que llegó al poder con una escuálida cantidad de legisladores que lo instala como una pequeña minoría con muy pocas posibilidades de comandar decisiones en el Congreso diría yo, atropella desde el Ejecutivo a todas las mayorías con vetos a leyes de tanta trascendencia política como la de las jubilaciones y ayer la de los presupuestos universitarios, ambas de altísimo voltaje frente a la sociedad y, mágicamente y sin un tranco de negociación, logra sostener su veto, consiguiendo el número mágico para negarles a los opositores la ratificación de ambas leyes por contar con el recurso de los dos tercios en las votaciones.
Bien, vamos por partes, como diría Milei. Si pudiéramos hacer una encuesta rápida de todos estos temas se me ocurre que pueden conseguirse tan dispares resultados que solo nos servirían para contribuir a la confusión general porque estoy seguro que la mayoría estaría de acuerdo con el gobierno, muy a pesar de los grandilocuentes discursos de casi todo el arco político. Digo esto sin el menor ánimo de agredir a nadie y, mucho menos, descalificar opiniones con posicionamientos políticos que son válidos pero si se hicieran con honestidad intelectual que, seamos sinceros, brilla por su ausencia.
Escuché muchas opiniones de los diputados que contribuyeron con el gobierno. La que más me impactó por la sencillez fue la de uno de los diputados radicales díscolos que acompañaron el veto presidencial dijo: “Yo apoyé ambos vetos porque se debía romper una estructura mañosa y corrupta de legislar siempre con contubernios y no con la jerarquía de un debate libre y sano y con verdadero espíritu democrático, obviamente, en beneficio de unos pocos escondiéndose en el anonimato”. Yo, personalmente, pienso que si esa es la clave de los desplantes presidenciales que, dicho sea de paso, nunca los acepté por la torpeza y guaranguería como una norma, voy a apoyarlas, y si el resultado sirve para que el país restablezca la seriedad y la normalidad perdida a manos de delincuentes, más allá de las formas, estaré totalmente de acuerdo. Si no llega a concretarse que Dios y la Patria se lo demanden.
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