Por José Eduardo Saicha |
Hoy tengo ganas de reflexionar y dejar explícitos mis pensamientos para que cuando lo necesite lo lea como quien lee la historia para no volver a cometer los mismos errores. Y viene a cuento de éste, mi estado de ánimo, al analizar los acontecimientos de un país que se debate, entre otras cosas, entre la política, la justicia social, la economía y en particular con los distintos credos, en especial el católico, mayoritario en nuestro país que viene dejando una sensación de incontinencia si no perteneces al grupo político al que el mismísimo Papa Francisco adhiere.
Pienso. ¿Habré dejado de ser católico por no aceptar ese condicionamiento ideológico más allá de los límites de la moral, la corrupción y el desparpajo de quienes son hoy sus preferidos? ¿O, aunque nos cueste deberemos entender que nuestra iglesia ya no es de todos?
Me cuesta, como si recién empezara a vivir, comprender las patéticas miserabilidades humanas y en especial las de un elegido como el actual sucesor de Pedro, jerarquía máxima de la Iglesia Católica que no se esfuerza en absoluto en manifestar sus simpatías plasmadas en fotos y extensas visitas con la CGT y lo más rancio del kirchnerismo. Me alcanza y me sobra ver las fotos que no niega y mirar ese rostro de alegría que tales compañías le producen. Llegué a tener tan grande desilusión que nunca mas lo podré considerar nuestro jefe espiritual. Siento vergüenza ajena.
Y sigo, ¿habré dejado de ser radical porque pienso, como muchos, que el radicalismo no puede ser funcional al populismo? ¿Será posible que siento estar en las antípodas de ese sistema que destruyó a la Argentina plagada de piquetes o de huelgas que solo se justifican en los privilegios de los sindicatos que dejaron de ser los protectores del trabajo y la dignidad de los hombres para pasar a ser los dueños del poder corrupto? ¿Ya no seré radical? Antes de seguir, diré algo que me sale de lo más profundo y es mi intención declarar personas no gratas, para mi humilde entender al Papa Francisco y a Martín Lousteau
¿Será que ya no soy un buen argentino porque repudio tanta basura que muchos se dedicaron a tirar bajo la alfombra? Y no me prendo porque reconozco mis límites. A lo mejor nomás, si se lo pregunto a algún ferviente católico me diga: “lo que pasa es que sos muy radical y extremadamente laico”. Suficiente para desprestigiar mi pertenencia como para instalar un manto de sospecha como lo hicieron fervorosamente durante el gobierno de Alfonsín durante mi mandato como diputado provincial, que en tantas oportunidades nos tildaban como ‘zurdos encubiertos’. Curioso, hoy la memoria de Alfonsín goza de un prestigio, muy bien ganado, por cierto, como un verdadero prócer de la democracia de nuestros tiempos. Debo agregar algo que me desconcierta honestamente de mis correligionarios que, utilizando estos temas tan sensibles a la sociedad, como el asunto jubilatorio, abren juicios de valor inexplicable con respecto a los diputados que apoyaron el veto del presidente,
Algunas consideraciones:
En primer lugar, por los datos que se conocieron, el partido venía debatiéndose dentro una anarquía tal que el mismísimo presidente, senador nacional, votó en soledad en contra de las mayorías de sus correligionarios con la famosa ley ómnibus. ¿Se le hizo algún llamado de atención, por lo menos?
¿Vamos a permitir darle continuidad al despilfarro económico, sin siquiera advertir de donde sacarán los fondos para pagar esas magras jubilaciones y darle sustento al juego sucio del kichnerismo?
¿Castigaremos con saña y alevosía suspendiendo la afiliación a varios diputados nacionales, desde una mesa directiva que no reúne mínimamente las garantías del debido proceso y en una muy clara argucia malintencionada de los conductores del partido?
¿Nos vamos a prender tan rápidamente en la demagogia política pensando que todos son idiotas?
¿Finalmente, no perciben la realidad de la pérdida de consenso público a pesar de ser el radicalismo el partido de las garantías constitucionales y de la reserva moral?
¿Será entonces que esta transición nos instalará definitivamente en la mediocridad política y que nunca más seremos una opción de gobierno?
Me respondo. No, estás viejo, mandate a cuarteles de invierno. Estás remando en dulce de leche y a la deriva. O lo mejor sería, como dice un viejo amigo, ¿desensillar hasta que aclare para poder preservar la identidad y hacer el menor daño posible y en especial no ser tan estúpidamente funcionales al kichnerismo? Me suena mejor.
© Agensur.info
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