Por Roberto García |
Al menos, se llevo un doggy bag de la cena en Olivos. Se supone. Radiante, con una sonrisa que lo asemeja más a su padre, Mauricio Macri se retiro con una metafórica bolsita después del encuentro con Javier Milei. Cargada, por supuesto. Consenso general sobre el resultado del encuentro, luego del variado cambio de artillería entre ambos y espontáneos de cada lado. Pero el ingeniero boquense, en verdad, obtuvo apenas un triunfo simbólico. No era lo que fue a buscar: imaginaba gentilezas concretas, concesiones y una apertura para el ingreso de las sedientas fieras que lo rodean reclamando un ganapán. No alcanza solo con morder milanesas.
El saldo de esas demandas habrá que esperar para evaluarlo, todavía no lucubra ni se permite aceptar el disentimiento de algunos temas por parte de Milei, solo interesado en el desarrollo del proceso económico. Mucho menos que ignore su mayor preocupación vertida en la mesa: las temblorosas arcas del municipio capitalino, el temor al aislamiento político de su primo y alcalde Jorge, y al propio Macri como dueño de ese territorio, inquietudes que lo sublevan porque la Casa Rosada no atiende el distrito con los fondos de la coparticipación y, encima, ahora se agregó otro sablazo para la contabilidad porteña: hacerse cargo de los aumentos en el transporte. Si bien esa medida daña también a Axel Kicillof, al jefe de gobierno del PRO le perfora un riñón. A ver si esas batallas económicas se retrasan, congelan y, finalmente, llegan a la Corte Suprema, lo último que quisiera tramitar el cuarteto Rosatti-Rosencrantz-Lorenzetti-Maqueda, hoy unido ante esa posibilidad para no intervenir.
El desconcierto de Macri se acelera por dilaciones y falta de respuesta a su pretensión porteña. Su propia agenda conspira en contra: debe viajar a Madrid, luego a Corea, volver para participar en el equipo argentino de seis integrantes en el torneo Mundial de Bridge (hasta ahora está en el banco como suplente a considerar) y, luego, volar a los Estados Unidos. Muchos periplos, audiencias, negocios y ocupaciones —hasta ha mediado en capitales árabes que alguna vez dominaban la escudería Williams para incluirlo al piloto argentino Jorge Colapinto, debutante este fin de semana en la Fórmula Uno— una urgencia que parece no contemplar la cortesía presidencial. “Si esto sigue así y se demora provocando el hartazgo de Mauricio, creo que es capaz de hacer votar con peronistas y radicales ciertos proyectos de ley”, clamaba amenazante uno de los que tiene la mano levantada para ingresar al Gobierno con el apremio de que se le quede paralizada. “No hay que olvidar que ahora, luego de las deserciones en el mileismo, podemos seremos el segundo bloque legislativo”.
Este enojo, sin embargo, reconoce que Milei le otorgo una prioridad en sus relaciones a Macri, lo elevo como segundo en la categoría y, en el formalismo político, afecto al “triangulo de hierro” que estaba blindado para todo el mundo. En particular a Santiago Caputo, quien luego que el Presidente lo paseo por el mítico balcón de la Rosada como muestra de confirmación por sus desaprensivas ofensas a Macri, ahora soporta que el mismo mandatario haya invitado dos veces en una semana al ingeniero para comer las milanesas de la nona Milei. En esas tertulias, el asesor intocable fue limado sin pudor por el invitado a Olivos. Quedo expuesto al oxido la soberbia mística del “triángulo de hierro” (Karina, mientras, se distraía en bucólicas notas para Caras). Según los intereses mediáticos, un título podría ser “Gano Macri” o “Perdió Milei”, aunque ese no sea el sentimiento del jefe del PRO. También en esa sumatoria simbólica del visitante, habrá que incluir la suerte de Patricia Bullrich, un jamoncito de Jabugo en el diálogo de Olivos, dama que se inscribía en la línea Caputo Jr contra Macri y de sonada porfía contra sus ex conmilitones, quienes la bombardearon como nunca lo habían hecho cuando ocupaba la titularidad del partido. Ella también resulta afectada por las milanesas, justo cuando orgullosa vuelve a la televisión y dice “tarea cumplida” por haber desalojado las calles de piquetes y protestas. Curioso pensar en otro rol para Bullrich luego de su valorado éxito, aunque quizás se considere como un ascenso el salto a otro ministerio, a la inversa de lo que ocurre con una mujer ministra que ha sido marginada de la cúpula del poder: Diana Mondino.
La tómbola de los cambios también elije hombres: el propio titular de Justicia, Mariano Cuneo Libarona, salió de la pedana al leer como propio un texto que no había escrito. Nadie sabe si Macri planteo la negociación por la Hidrovía, tema de crematístico interés para numerosos participantes, ni si realmente cree que a fin de año su bull dog en la comisión de Inteligencia, Cristian Ritondo, podría suplantar a Martín Menem como presidente de la Cámara de Diputados. Hoy, hasta la madre de Martín piensa que a su hijo no le brindan un respaldo explicito. Su padre, Eduardo, calla por el momento. Para colmo acechan a la familia con denuncias sobre laboratorios, quizás el rubro más sospechado de la industria argentina.
En Olivos Macri manifestó excitado disgusto por los cuestionados fondos a la SIDE, un premio para perseguir gente tal vez —ya advirtió una muestra la semana pasada cuando el organismo se anoto en una querella en su contra— como ocurriera con otras administraciones. Otra estocada a Caputo jr. Eso si: difícil que se comprometa con declaraciones u operaciones realizadas por la Vicepresidente Victoria Villarruel, no comulga tampoco con la perfidia conspirativa de algunos de sus asesores. Claro que las molestias de Macri abundan hasta en el estilo del Presidente, no comprende siquiera ciertos chistes (como el referido a Martín Tetaz con el diputado pedófilo de Apóstoles), o las explosiones y expulsiones legislativas que se registran en el grupo oficialista, una concretada (la mendocina Arrieta) y otras en ciernes. Menos las filtraciones de Lilia Lemoine contra José Luis Espert y su esposa.
Falta de conducción en este aquelarre político, excedido Milei por las libertades de sus propios adeptos o la misma Cristina de Kirchner cuyo liderazgo fue sacudido por un senador de su preferencia, José Mayans, casi un paisano guaraní que suele hablar como si fuera Suiza la provincia que representa. El reñidero sigue, la nominación de jueces se pasa al plenario del Senado, también negociaciones varias en los que siempre se habla de plata. Una súbita sorpresa brotó de la boca incombustible de Lilia Lemoine, quien fulmino a José Luis Espert en una filtración telefónica y, de paso, hasta incorporo al escenario a la mujer del economista que ni siquiera estaba entre bambalinas. Una novedad tras otra, escandalosas en su mayoría, sin olvidar los desatinos de Alberto Fernández y una Vicepresidente que aspira a poner presos a todos los Montoneros. Como si fuera posible, jurídicamente hablando. Milei escucha, no solo a Macri, aguarda que la tendencia económica que emprendió produzca resultados, no solo la baja de la inflación. No le va mal, aunque esa sea la vela a la que ató su destino.
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