domingo, 14 de julio de 2024

Por qué lo que antes era malo ahora es bueno

 Por Gustavo González

Existen fracturas múltiples entre quienes alguna vez gobernaron la Argentina bajo el nombre de Cambiemos y luego lograron mantenerse unidos durante los cuatro años siguientes como Juntos por el Cambio.

Son macristas, radicales, experonistas, socialistas varios y miembros de la Coalición Cívica golpeados por la derrota electoral del año pasado y que hoy no saben cómo pararse ante un fenómeno nuevo llamado Javier Milei.

Están los que piensan que este presidente no es liberal ni republicano.

Están los que piensan lo mismo, pero hacen como que sí.

Y están los que creen sinceramente que él representa el espíritu liberal y republicano de este tiempo.

Ni liberal ni republicano. Es encomiable el esfuerzo de convencimiento y autoconvencimiento de quienes sostienen que Milei expresa los valores liberales y republicanos que ellos siempre dijeron defender.

En principio, porque van en contra de lo que este hombre dice desde que se lo conoce y lo que dice y hace desde que asumió el poder. Milei se postula a diario, aquí y en el mundo, como un apóstol del anarcocapitalismo, la Escuela Austríaca que pretende la eliminación total del Estado y de las estructuras normativas que lo avalan. Empezando por la Constitución.

Cuando elogia a los que evaden impuestos, reivindica a los monopolios y propone destruir al Estado desde adentro, no solo postula iniciativas cuestionadas por la ley (si lo hiciera un ciudadano común, probablemente enfrentaría procesos judiciales y condenas mediáticas), sino que difunde las ideas básicas de una escuela que no es liberal ni republicana.

Y cuando insulta a quienes no piensan como él, se burla con crueldad de economistas, periodistas y artistas que considera críticos (aunque a veces ni siquiera lo son), cuando descalifica a los legisladores y trata de “nido de ratas” al Congreso, no solo hace un uso abusivo de su poder, sino que vulnera las normas elementales de relacionamiento republicano.

Pero los ex Juntos por el Cambio que hoy defienden al Gobierno parecen hacer de cuenta de que todo lo que dice y hace Milei no lo dice ni lo hace. O que no es necesario tomarlo tan en serio. Tampoco argumentan que ellos pudieron haber cambiado de opinión sobre el modelo ideológico que antes sostenían y que los enfrentaba con el kirchnerismo, que supuestamente vulneraba los principios liberales y republicanos.

El esfuerzo dialéctico es enorme, porque por un lado ignoran lo que Milei hace y repite ser y por el otro intentan mostrar que, siendo los republicanos de siempre, no encuentran motivos para confrontar con quien no lo es.

¿Opositores u oficialistas? Por eso, la otra gran fractura de lo que alguna vez fue JxC es entre los que hoy critican a Milei por los mismos males por los que antes criticaban al kirchnerismo, y los que ahora guardan silencio.

La dificultad para distinguir a los oficialistas formales con los oficialistas de hecho es cada vez mayor.

El fin de semana pasado, en el programa de Mirtha Legrand, la diputada María Eugenia Vidal defendió con tanta convicción al Gobierno que, inevitablemente, fue tomada como la dirigente oficialista de la mesa. Desde esa posición recibió las críticas tanto de la conductora como de una de las invitadas, Julia Zenko, por los resultados económicos de una gestión que apoya, pero de la que formalmente no participa.

La misma incómoda situación suelen enfrentar dirigentes como Diego Santilli y Hernán Lombardi, que por sus apasionadas defensas del Gobierno son tomados por oficialistas, aunque representen a una bancada opositora como la del PRO.

Vidal, Santilli y Lombardi son ejemplos de dirigentes históricamente caracterizados por el trato respetuoso y por su capacidad de diálogo. Críticos muy duros del kirchnerismo y del maltrato a opositores, empresarios y periodistas. Ninguno de ellos se había identificado alguna vez con quienes, como Milei, proponen la desaparición del Estado y de las leyes que lo sustentan. Ni insultaron nunca a los representantes legislativos de la sociedad.

¿Puede la defensa de la República, de las instituciones de la democracia y de la libertad de expresión tener distinta intensidad según sea el signo político del gobierno?

Medir con distintas varas. Desde Perfil creemos que no, de ahí nuestra conflictiva relación con las distintas administraciones. Por eso los ataques recibidos de todo tipo, desde económicos hasta con la violencia de las bombas y de un asesinato. ¿Por qué no exigirle a un presidente lo que tanto sufrimiento nos ocasionó por habérselo exigido a los demás?

¿Si estaba mal que Milei tratara de “terrorista asesina de niños” a Bullrich; de “tontito, bobito, te hacés el boludo, estúpido, idiota” a Fernando Iglesias; o de “pelotudo” a Mauricio Macri; por qué ahora no se cuestiona con la misma fuerza cuando elogia a los tres, pero insulta a otros dirigentes políticos?

¿Si era reprochable que Néstor o Cristina Kirchner presionaran a banqueros o empresarios, por qué no se cuestiona que Milei trate de golpista a Jorge Brito, dueño del Banco Macro, por hacer una transacción económica que el mismo ministro Caputo considera correcta?

Si los dirigentes de Juntos por el Cambio fueron solidarios con quienes a diario eran atacados desde el periodismo militante de un programa como 6,7,8 que solo comunicaba lo bueno y ocultaba lo malo, ¿por qué hoy se acepta como normal esta suerte de “8,7,6” mileísta?

¿Si esos dirigentes se sumaron a quienes desde el primer día denunciamos los aprietes K con la publicidad nacional y de las empresas públicas, por qué ahora callan cuando se ejerce la discriminación desde esas mismas empresas públicas que pautan solo en medios amigables? ¿Y por qué mantienen igual silencio cuando se discrimina en el pago de deudas a los más críticos de los más oficialistas?

¿Si antes se cuestionaba el aislamiento internacional de la Argentina, por qué ahora no se critican los permanentes choques con los países más importantes de la región, lo mismo que con otros históricamente claves, como China y España?

En definitiva: ¿por qué lo que antes estaba tan mal ahora no lo está?

Los destratos a Macri. Según quienes lo frecuentan, Macri estaría entre quienes intentan hacer de cuenta que Milei es liberal y republicano, aunque sepan que no lo es. La duda es cuánto tiempo más lo seguirá sosteniendo en público. A pesar de la realidad y de lo que él mismo recibe.

El pasado 9 de julio tuvo una prueba de fuego. Regresó de Europa a propósito para participar de la firma del Pacto de Mayo. Fue el único presidente electo que aceptó la invitación, pero lo que obtuvo fue una silla en la primera fila de una calle helada de Tucumán. Vio por una pantalla cómo los que firmaban el pacto eran 18 gobernadores. Y vio a la hermana de Milei que lo suscribía. Pero a él nadie lo convocó para hacerlo.

Además, en el macrismo están seguros de que hubo una estrategia ordenada por Santiago Caputo para invisibilizarlo en la televisación. A este Caputo lo recuerdan bien desde la época en que trabajaba para ellos, cuando sostenía que el gobierno de Cambiemos estaba infiltrado de comunistas. Empezando por Marcos Peña.

Lo que Macri deberá decidir en algún momento es si su postura de apoyar al Gobierno, ignorando los destratos personales y haciendo de cuenta de que Milei es tan liberal y republicano como él, es funcional al PRO y es beneficioso para el país.

Porque si continúa como hasta ahora y el Gobierno se fortalece en términos políticos, a los que les irá bien es a Bullrich y a los macristas que se sumaron abiertamente al oficialismo. No a él ni al resto del PRO.

Y si al Gobierno le va mal…, bueno, si le va mal, unos y otros deberán explicar sus apoyos y las razones de sus ruidosos silencios.

© Perfil.com

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