Por Roberto García |
Cuando el crepúsculo se funde en la noche, como se sabe, no solo en los Cárpatos se corren las tapas de los féretros. Inanimados, blanquísimos, sin manchas ni arrugas por el sol, los cadáveres se incorporan a vivir, conquistar y alimentarse durante unas doce horas. Para volver luego al sarcófago: jornada a tiempo incompleto de serenos insaciables. Esa es la lúcida inducción literaria del irlandés Bram Stocker a una experiencia que también se registra como deseo en los políticos: ser eternos, disponer de una forma de vida inacaba, recurrente, raza superior como el Conde de Transilvania, Drácula.
Igual que los tres que saldrán de sus cajones antes de las elecciones del año próximo en busca de transfusiones para sobrevivir y antes de que Javier Milei extienda la luz por 24 horas así como en el Hemisferio norte se prolonga la noche y reina la oscuridad. Por ahora, se malogró ese proceso del Presidente.
Y los tres inmortales, ante ese presunto declive oficialista, evalúan salir del cajón mortuorio para las elecciones del año próximo, en territorios distintos e inscribirse en un Congreso Nacional que permita suministrar figuras notables (o con capacidad de número) para el caso de que la Administración Milei tropiece de tumbo en tumbo y culmine en una crisis terminal. Previsores de la institucionalidad.
En eso piensan Sergio Massa, quien va por su propia marca en la provincia de Buenos Aires (Frente Renovador) para reducirse como diputado y reiniciar la carrera, Cristina Fernández de Kirchner (casi obligada para conservar el distrito bonaerense de sus propias fieras y determinar con su lapicera quiénes serán los integrantes en la lista partidaria) y un Mauricio Macri que podría apostar testimonialmente en la Capital, por lo menos, para suplir falencias en el gobierno de su primo Jorge —según admite— y darle batalla al recién venido Manuel Adorni o guerra a su ex preferida Patricia Bullrich.
El trío coincide en un mismo punto: están a disposición de la sociedad si esta los llega a necesitar, nadie les puede reprochar falta de patriotismo. De ahí que cada noche se nutran de la sangre de otros, lívidos, a la espera del sabio instructivo de la Constitución en materia sucesoria por si resulta necesario saltearse a la vice y otros escollos semejantes, permitiendo completar el mandato de un elegido por los últimos dos años en la Legislatura.
Como ocurrió en la asonada contra Fernando De la Rúa con Eduardo Duhalde como heredero, quien ahora resignó la invitación presidencial para firmar el 9 de julio en Tucumán un catálogo de buenas intenciones que bien podría haber sido escrito por él. O los obispos. Tan pomposo en sus formas que hasta exigen traje oscuro para la ceremonia, sin ninguna referencia a las zapatillas que suele usar el mandatario en ocasiones formales.
Como excusa, alegó Duhalde un viaje a Paraguay, luego de escuchar en su casa —como tantas veces— la opinión de una esposa contraria a la celebración tucumana y a la presencia de su hombre en el acto: suele decirse que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer. En este caso sorprende que ella sea físicamente más baja que su marido.
Duhalde como Cristina, como Axel, tal vez como Máximo, gente de la haute cuisine, se abstendrán de la convencional segunda etapa de Milei el 9 de julio para no mezclarse en el conjunto: saben que un buen puchero se prepara con los ingredientes separados.
Tal vez no sea el caso de Juan Manzur, de confianza en que puede reunir voluntades parlamentarias a su favor por si es necesario instalar antes el “club del helicóptero” y cumplir con el rezo constitucional de que si hay una ruptura en los primeros dos años de gobierno la Asamblea debe elegir a un jefe de Estado que convoque a elecciones generales de inmediato. Hay más nombres para agregar a Manzur, la inmortalidad atrae en el gremio político.
Al revés de dudosos y opuestos para la celebración en la casita de Tucumán aparece, en cambio, una interesante presencia de gobernadores: piensan en su propia continuidad y parte de sus demandas crematísticas han sido satisfechas por Milei a través de Francos, extensión de créditos, aportes para la conclusión de obras públicas y otros recursos que mantienen en altura al federalismo.
Cierran filas por conveniencia y agradecen la gestión del jefe de gabinete, quien a pesar de esos trueques favorables a la estabilidad todavía no penetra la intimidad del primer piso de la Casa de Gobierno: allí no entra cualquiera, ni siquiera los que tienen despacho. El rigor femenino de Karina por la seguridad de su hermano es extremo, también el cedazo para evitarle granos que puedan indigestarlo en tiempos de congestión económica.
Ni siquiera le agradecieron a Daniel Scioli su acompañamiento a Francos para relacionarse mejor con los gobernadores y enlazar acuerdo, un estoico receptor de críticas a su “fe y esperanza” continuas. Ahora prospera un apodo que le colgó su enemigo Massa, “Pioli” lo llaman, en reemplazo de aquel pícaro juguete fonético de Carlos Pagni: “Shhhhioli”.
Para Francos, los Drácula de comité ya son públicos y le imputó a Massa formar parte del “club del helicóptero”, un desestabilizador acechante. Más o menos lo mismo que Massa repetía sobre Milei cuando era ministro de Economía. “No vuelven más las momias”, asegura el culterano experto Jaime Duran Barba, quien entiende que “han caducado” los principales miembros de la oposición, entre ellos el trío más famoso.
Juicio certero si no acudiese en su contra algunas desventuras que han afectado a Milei en el área económica (mercados, dólar, riesgo país, informes dañinos del FMI, devaluación en Brasil) que desatan reyertas insensatas entre economistas liberales que desean lo peor para un gobierno liberal y al mismo gobierno interesado en fulminar a todas esas expresiones liberales. Más ira entre ellos que frente a peronistas y radicales, insólita la mezquindad.
Por no olvidar las enojosas disputas de poder en el entorno de la Casa Rosada, sea por designaciones, desplazamientos o simples cuotas de influencia que muestran en una primera línea de combate a Karina Milei y a Santiago Caputo, armados para liquidar hasta la última pizca de macrismo (caso del ex ministro Garavano como asesor en Justicia) y ubicar solo a sus soldados más juramentados. Todo sea por el mito de la cruz que desintegra al príncipe de las Tinieblas.
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