Por Sergio Suppo
Amparado por el deseo y la confianza que siguen depositando en él casi todos quienes lo convirtieron en presidente seis meses atrás, Javier Milei camina sobre el quebradizo piso de cristal de un país inestable. Ese piso crujió con insistencia en las últimas semanas hasta acrecentar las ilusiones destituyentes del peronismo.
Milei resulta un cuerpo extraño al viejo sistema estallado con el triunfo libertario, y no solo para los peronistas. Ese instinto destructivo más o menos visible parece ignorar que el Presidente es hijo de una mutación profunda producida aquí y en muchos otros países. Hoy es innegable la tendencia global hacia la disrupción, las opciones extremas y la ilusión de soluciones inmediatas. Milei es la versión criolla del fenómeno que estremece sistemas políticos más consolidados.
"Como primer hijo de una nueva era política con raíces en una mutación cultural importante, Milei parece no ser alcanzado por los groseros errores de gestión de su gobierno."
Javier Milei exhibe como un fruto propio el fenómeno que produjo su llegada al poder, la voluntad de un cambio rotundo que corte la decadencia del país y mejore la vida de cada uno. Antes que su representante, el Presidente siente que él mismo es ese cambio. Se percibe como un mesías universal de un nuevo sentido común, no un portador más de ideas y acciones. En casos así, importa mucho más el cómo que el contenido.
Mes a mes, el apoyo a Milei se renueva en términos más o menos similares. Con prescindencia de acontecimientos que a cualquier presidente le hubieran abierto brechas importantes en su capital político, la mitad de los votantes (56 por ciento) asegura que no se arrepiente de haberlo votado en la segunda vuelta de noviembre pasado.
Como primer hijo de una nueva era política con raíces en una mutación cultural importante, Milei parece no ser alcanzado por los groseros errores de gestión de su gobierno. Prevalece la idea de sostener un cambio, por doloroso que resulte y en función de un deseo de mejora. Dicho en pocas palabras: que esta vez valga la pena el sacrificio.
El Gobierno tendrá sustentación mientras Milei sea evaluado en esos términos, en un plano en el que el costo de consumar la voluntad de cambio se ubique en un plano distinto al de las consideraciones tradicionales por las que se juzga a los protagonistas de cualquier sistema político.
En algún momento establecido por la paciencia argentina el plano del cambio estructural y la evaluación de su realización se tocarán. Postergar ese momento es un desafío para Milei, en tanto su administración tiene problemas tangibles que el tiempo empieza a desnudar.
La primera de sus debilidades está en la falta de un equipo para gobernar la Argentina, seguido de la impericia de muchos de sus funcionarios, a la que se añade el uso y abuso de viejas mañas políticas de quienes se subieron desde trayectorias anteriores al nuevo experimento.
Un tren sin frenos recordó la precariedad del transporte ferroviario, mientras se renueva la vieja práctica kirchnerista de discriminar a los pasajeros según el lugar en el que viven y cobrarle boletos distintos al conurbano y al resto del país.
Dejar de invertir 45 millones de dólares en el gasoducto que llega de Vaca Muerta no solo implicó un gasto extra de unos 500 millones de dólares sino un corte de gas natural solo superado por la pronta llegada de un barco enviado desde Brasil. La explicación oficial es un clásico de todas las épocas: calor en verano y frío en otoño e invierno.
La guerra contra las bandas de gerentes de la pobreza tiene la dirección correcta, pero quedó en manos de un comando disparatado, expuesto al escándalo judicial y a la sobreactuación cuando se combinaron la necesidad de cambiar el sistema de ayuda social con la incompetencia para distribuir en tiempo y forma mercadería que puede echarse a perder.
El gobierno libertario aplica un mero voluntarismo cuando la necesidad de reducir el Estado se materializa en intentar gestionar con pocos funcionarios áreas extensas y diversas.
El Ministerio de Capital Humano es un claro ejemplo. Incluye a una dirigente sin experiencia como Sandra Pettovello a cargo de temas tan distintos y sensibles como la asistencia social, las relaciones laborales, el sistema educativo, la salud pública y la administración del sistema previsional.
A la escasez de equipos que permite que el kirchnerismo mantenga el control de sectores estratégicos se suma una gestión agresiva de los conflictos internos que terminan en despidos escandalosos, como los que sufrieron el eyectado jefe de Gabinete, Nicolás Posse, o Pablo de la Torre, el segundo de Pettovello.
El ascenso a la jefatura de Gabinete de Guillermo Francos, un hombre con experiencia y capacidad de diálogo puede verse como una excepción en un equipo armado según el gusto por la belicosidad del Presidente.
Aun así, los errores de gestión por la escasez de recursos y las formas de llevarla adelante no desaniman las expectativas, en especial cuando la sólida corriente que sigue apoyando a Milei mira a los viejos conocidos de la clase política.
Ahí solo puede encontrarse a grupos dispersos. Unos dicen colaborar con el oficialismo cuando en realidad lo están condicionando y reclamando contraprestaciones a cambio de leyes en el Congreso. El kirchnerismo suele encontrar en esos grupos sin cabeza ni liderazgo socios transitorios como los radicales y los peronistas federales, con quienes votaron una reforma jubilatoria que Milei promete vetar. Obligar al veto es iniciar un juego institucional de desgaste más allá de las supuestas buenas intenciones que se pongan por delante.
Es una sociedad parlamentaria orientada a quitarle soporte institucional, mientras los mismos supuestos aliados siguen estirando a más de seis meses la sanción de la ley de bases.
Sin embargo, el enemigo de Milei no es la oposición; en todo caso ésta le sirve como herramienta para justificarse a sí mismo y para acentuar su condición de contracara de lo existente hasta su llegada.
El verdadero adversario del Presidente es el riesgo de que no pueda cumplir sus promesas. Milei se ofreció como garante de una mejoría económica que llegaría después de largos meses de penurias añadidas a las desgracias que dejó instaladas el kirchnerismo.
Ese plazo se está estirando y tomará al menos este año apreciar una baja sostenida de la inflación y, en especial, la recuperación de niveles de actividad para salir de una recesión que hoy está generando pérdidas de empleos y cierres de empresas pequeñas y medianas.
Milei empezará a necesitar resultados concretos al final de 2024 para que su fuerza celestial no se hunda en el quebradizo piso de cristal de un país roto y pobre que no pierde las esperanzas.
© La Nación
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