Por Carlos Fara |
Se supone que el jefe de Gabinete es una suerte de álter ego del Presidente, en la práctica, más allá de lo constitucional. Una mano derecha que sigue los temas y controla la administración, además de hacer política. Lo fue Alberto para Néstor, Marcos Peña para Macri, o Santiago Cafiero para Alberto (hasta que la crisis con CFK lo obligó a desplazarlo). En ese esquema, los ministros son fusibles para desactivar situaciones indeseables.
Pero con Milei todo lo esperable puede dejar de serlo. El primer gran cambio es precisamente… el jefe de Gabinete, al revés de la milanesa, porque con el Presidente libertario todo será diferente, extraño, disruptivo. Más allá de los errores que pudo haber cometido Posse durante su gestión, durante la campaña era claro que el exministro coordinador le imponía al candidato un respeto particular, porque había sido su jefe en Corporación América, se tenían confianza y hasta se permitía ponerle límites en público. Pues eso concluyó.
El ascenso de Francos es una noticia muy interesante, porque significa que el león termina por asimilar ciertas cuestiones conceptuales, absolutamente imprescindibles para el gobierno más débil políticamente desde 1983. Triunfó la política sobre la “impronta management privado” que implicaba Posse. La media sanción en Diputados y el dictamen reciente en el Senado, hablan a las claras de que Francos fue empoderado a medida que pasó el tiempo. Recuérdese que cuando se cayó la exley Ómnibus, hasta corrieron rumores de que el nuevo jefe de Gabinete podría haber salido de su entonces cargo de ministro del Interior. Ahora no solo ascendió, sino que también acumuló poder, conservando en la práctica el puesto anterior.
En este sentido “jamoncito”, con el giro pragmático que venimos señalando en esta columna desde hace un mes y medio, de a ratos parece tener una capacidad de aprendizaje muy distinta a la del Emir de Cumelén. Macri entronizó a Marcos Peña acompañado del grupo musical “ellos son yo”, uno de los cuales se jactaba de ser un “ensamblador de egos”. Lo único que lograron fue desensamblar la gestión. Ahora están aprendiendo a bajar la montaña. En buena hora.
Un ruido puede aparecer con el tablero con la llegada del “joven maravilla” Sturzenegger, no solo porque viene con impronta talibán, sino porque si se produjera un cortocircuito en el esquema de Toto, todo el mundo empezaría a mirar al dos veces exfuncionario a ver qué piensa sobre la situación. Nunca es lindo para el ministro de Economía de turno, sentir que está siendo auditado en silencio por colegas internos, que desean ocupar la misma silla con ansias de “hoy te convertís en héroe”.
Si Francos logrará aceitar una maquinaria que cruje cotidianamente, está por verse. La última gaffe fue la falta de previsión que produjo una minicrisis con la provisión de gas. Ya sabemos que faltan 1) funcionarios, 2) experiencia de gestión estatal, 3) autonomía para resolver problemas, y 4) garantía de estabilidad en los puestos. Ese combo se va haciendo notar cada vez más para que la gestión se luzca (además de bajar la inflación), o al menos para que no se generen más problemas de los que ya tiene.
En este cuadro, el que ruge no es solo el león presidencial. También ruge la Corte Suprema. Esta semana le cortó las piernas al Sr. Tabaco y mandó a revisar la sentencia contra Cristóbal López y compañía. Más allá del contenido jurídico, desde lo político tiene varias lecturas sobre su rol institucional y el “pasa o no pasa” en materia de corrupción. Los dos casos mencionados tienen que ver con situaciones producidas ¿amparadas? durante gobiernos kirchneristas. Milei puede sentirse cómodo porque defenestra el pasado, pero por las dudas, también debería poner las barbas en remojo respecto a las desprolijidades que pueda padecer su propia gestión. La ministra Pettovello hace un trabajo constante de desmarcarse con cualquier situación sospechosa. Obviamente, tiene mucha tela para cortar con el área social, pero también en otros rincones de su amplio ministerio. Mientras esto sucede localmente, el Presidente inició una nueva gira para autoproclamarse líder mundial de la lucha por la libertad. Como dijo el propio Francos, dado que el Presidente no entiende mucho de política, prefiere cultivar un rol simbólico –ideológico– heroico a nivel internacional. Eso genera un contraste significativo al no haber casi viajado al interior de la Argentina, aunque no le trae costos en la mayoría de la sociedad.
Lo que sí es una amenaza concreta es el desplazamiento en la opinión pública de la preocupación por la inflación, a la inquietud por el desempleo. Semana a semana se van conociendo nuevos indicadores de la profunda recesión y/o de falta de expectativas. Solo para citar dos de estos días: 1) la maquinaría agrícola sigue en baja, teniendo en cuenta que éste es un año mucho mejor para el campo que el desastroso 2023; y 2) sube mes a mes el uso de tarjetas de crédito en las compras, señal de que hace falta patear pagos para adelante. Eso sí, los que tuvieron grandes ganancias fueron los bancos: fue el mejor primer trimestre para ellos desde 2010.
Por último, el Presidente mutó el Pacto de Mayo por un Consejo de Mayo, bajo la impronta de definir grandes consensos nacionales. Como lo venimos marcando, esos anuncios no son relevantes en la medida que no haya acuerdos políticos sustentables. Lo sí que fue relevante son dos detalles: 1) sigue insistiendo con bajar impuestos, de modo de generar expectativas respecto a que “no son todas pálidas”, o “los ciudadanos de a pie tendrán algún premio por su esfuerzo”, y 2) el tono de concordia.
Consejo de Mayo, senda de pragmatismo, desplazamiento de la lógica CEO, tono menos beligerante, dictamen en el Senado. Todo eso ayuda a la hora de equilibrar el debe y el haber, sobre todo cuando la calle sigue en vía muerta y las inversiones no llueven, ni lloverán por un rato, y los sectores amigos siguen en modo cautela. Para todo eso, el bilardista Milei necesita que alumbren días “Francos”.
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