Por Roberto García |
El país a las brasas: por un extremo, abundan quienes promueven la necesidad de un plebiscito para galvanizar a Javier Milei y, en la otra punta, con sigilo se arman las sociedades secretas para impulsar una “Gran Duhalde” que arrase la actual administración y elija a un sucesor en el Congreso. Opciones nefastas quizás, delirantes, pero constitucionales: parte de la impaciente costumbre argentina ante el reloj, una insatisfacción constante e histórica. Al margen de las mezquindades y egolatrías que envuelven a los protagonistas.
Merecen un repaso las dos portentosas extremidades. Por ejemplo, se olvida que, en Córdoba, cuando Milei hizo el acto del 25 de mayo, además de los carteles que pregonaban la vigencia de la hermana Karina y, según cuentan, ella misma procedió a sacarlos con un “Proceda” –al estilo Néstor con el general Bendini–, hubo un despliegue de otras pancartas y cánticos que reclamaban “plebiscito” como fórmula de salida del Gobierno ante el rechazo de las medidas oficiales.
Este reclamo de consulta quedó postergado por el primer plano de la pariente presidencial, quien en ese momento se negaba a una prematura figuración. La convocatoria popular como método, si se recuerda, era una propuesta del propio Milei candidato durante la campaña, idea que desapareció en honor a favorecer frustradas negociaciones parlamentarias. Ahora, el disgusto oficial ante el frente opositor que le traba o mordisquea las leyes incitan a ese recurso, solo utilizado en el país por el conflicto por el Beagle.
Para esta iniciativa, el mandatario cuenta con el respaldo que dictan las encuestas y la reiteración del mismo papel de víctima del que se sirvieron Alfonsín, los Kirchner y otros bajo el argumento: “No me aten las manos” (aparte, hay que mirar el tema de las manos presidenciales: como los malos actores, no sabe qué hacer con ellas cuando no se aferra a una libreta o al estuche de sus gafas).
A seis meses de instalado, Milei conserva adhesiones mayoritarias, pero al mismo tiempo habilitó un bloque crítico a su gestión, que no solo se remite a los kirchneristas y otras expresiones populistas, sino también a eventuales aliados. Como el macrismo, hoy dispuesto a no complicar la matusalénica y bajas calorías ley Bases, pero acechando como un velocista para luego dispararse lejos del oficialismo. Quiere estar lejos de Patricia Bullrich y sostienen que Milei no se deja ayudar. Una muestra de esa desconexión podría resumirse en la siguiente anécdota.
Cita en la Costanera, mundo liberal, libertario y aspirantes a cargos públicos, figuras internacionales del mismo cuño. Ingresan Mauricio Macri y su esposa a la cena, saludan entusiastas en una pecera sin tiburones a todos los asistentes y cuando le toca un beso con Karina, el expresidente le dice con simpatía: “Tenemos que hablar”. Respuesta de la hermana influyente: “¿No te parece que ya hablamos bastante?”. Punto y aparte. El episodio podría explicar la inconsistencia del vínculo entre las partes, una falta de recepción a las colaboraciones y hombres que ofreció Macri (“no insistan con ese Pancho Cabrera que no nos interesa para nada”, confiesan del círculo rosado), y la decepción final a la falta de frutos, con un interlocutor que siempre lo trata con respeto y jamás altera su cariño. Pero nunca le satisfizo ninguna demanda. Vive además confundido Macri: le entretiene y reconoce el diálogo con Santiago Caputo como uno de los mejores exponentes de la Casa Rosada, aunque se olvida que este funcionario en otros tiempos, solía conspirar contra el ingeniero cuando trabajaba con Jaime Duran Barba.
Con parte del radicalismo ocurre algo semejante, aunque los gobernadores de ese partido –para votar las Bases este miércoles– ya han conseguido lo que reclamaban: continuar obras que estaban paralizadas y que necesitan mostrar para las elecciones del año próximo. Darán el sí de las niñas. En cambio, otros UCR con necesidades diferentes, mantienen el fuego de artillería contra el Gobierno, se resisten a las combinaciones amistosas. Hasta parecen asociados con el kirchnerismo. Basta atender a un exvicepresidente peronista, Carlos Ruckauf, quien alude a la intención de Martín Lousteau por renovar el año próximo en CABA y que, para ese fin, requiere el apoyo de su examiga Cristina. “Actúa como punta de lanza de CFK –jura–, quiere ser el Massa 2027”. Aunque no está en el Gobierno, Ruckauf a veces, habla con más claridad que los que están en el Gobierno.
Como si el plebiscito fuera una tunelera para horadar la oposición parlamentaria, algunos sectores kirchneristas de ese núcleo, hombres del Interior agraciados con Cristina –incluyendo la nueva formación que rodea a Miguel Pichetto– se revuelven en inquietudes, que van desde cambiarle la dirección a un bólido, rumbo presuntamente al choque a la conveniencia de aventurarse en un consenso en el Congreso para formalizar la “Gran Duhalde”, la salida forzada del Presidente ante una crisis económica y su reemplazo por algún representante del cuerpo. Necesitan de un número mágico en el Senado, 37 votos –empresa para nada imposible, salvo el decoro de realizarlo– para frenar, cambiar, maquillar o destrozar cualquier norma, también para alterar un cuadro sucesorio y embarcar como capitán a un hombre del noroeste, quien opera en ese sentido o algún otro candidato querido por el Interior, que ha dado muestras de edad y experiencia que ni siquiera atina a quedarse cuatro años más. La identificación corresponde al lector. Basta advertir que, cuando voceros de Milei hablan de golpismo, denuncian ese último propósito, se refieren como antecedente al pustch que derrocó a Fernando de la Rúa por mala praxis propia y la enfermiza pasión por el poder y los negocios que convirtió en pobres a los que no eran y más ricos a cierto círculo de deudores.
En ese contexto se añaden los intereses del agro, disconformes como siempre con el tipo de cambio, ahorrando hoy en silos –como si fueran dólares– o sin recoger del todo la cosecha. No liquidan para desgracia del Gobierno, aguardan un preferencial “dólar soja” como le arrancaron a Massa en octubre. O sea, pueden esperar, inclusive estar expectantes hasta que se confirme la llegada del Niño el próximo año (sequía), lo que podría anticipar mejores precios internacionales antes de que culmine este 2024. Como se advierte, más de uno puede constituir una trifecta perfecta entre protagonistas que se odian entre sí en esta Argentina a las brasas.
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