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jueves, 16 de mayo de 2024

Ley Bases de bajas calorías

 Por Roberto García

Un senador del Sur (Tierra del Fuego) llamado Pablo Blanco reveló esta semana una curiosidad canina infrecuente, típica de los programas de la tarde o del llamado periodismo investigativo de estas épocas. Para la primera cita en el Congreso del jefe de Gabinete Nicolás Posse luego de 5 meses críticos con inflación, carestía y falta de actividad económica, la mayor inquietud de Blanco se registró en una requisitoria ambiental sobre la vida de los perros de Javier Milei en la residencia de Olivos.

Como su compromiso es “con el pueblo fueguino”, se supone que el legislador radical transmite en ese interrogatorio la preocupación de toda la provincia por las mascotas del Presidente, seguramente una prioridad de los ciudadanos que orgullosamente representa, para saber lo que comen esos mastines ingleses, la atención que reciben, la revisión de sus excrementos, el estado psicológico de Murray, Milton, Lucas y Robert —amen del quinto espiritual y migratorio Conan—, los horarios de cuidado y entrenamiento, la copulación o no que practican, el personal que les da agua o el estado de los caniles que los albergan.

Una envidiable vocación de preservativo en el reclamo animal de Blanco, hombre que jamás podría aspirar al respeto de Napoleón, quien despreciaba a todos aquellos que le hacían perder el tiempo. El Estado argentino no solo le respondió por medio de Posse sino que además le paga un razonable salario todos los meses.

Tal vez pertenezca el senador a una sociedad protectora de animales más que a la Cámara alta y, con la lógica del común de ese rubro, se desvive por la suerte de los perros petrificados en la cabeza del bastón presidencial: debe entender que en Olivos corren peligro bajo la responsabilidad de un “loco” que los trata mejor que a las personas, tal vez porque los considera en una escala superior a los humanos. Al menos, en materia de fidelidad.

Tan de moda se ha puesto el colgajo de “loco” a Milei que él mismo, en una de sus continuas apariciones, se apegó al término debido que en la Historia también lo llevó bien puesto Domingo Faustino Sarmiento. Incansable lector de tuits, Milei se apropió de esa herencia luego de leerla en una serie de anécdotas vertidas al aire por el historiador Claudio Chávez —a quien, por supuesto, no citó como autor— quien recordaba episodios airados del sanjuanino como sacarse los zapatos en la Legislatura, subirse en patas a los pupitres o arrojarle los botines a un empleado que se le ocurrió, en el primer día del gobierno sarmientino, la pretensión sindical de quedarse en el empleo público cuando el Presidente había decidido ajustar la planta de gobierno sin concesiones. Esa parte de locura es la que más le gusta a Milei. Seguramente.

Junto a esta sandez fueguina transcurre la discusión por la Ley Bases bajas calorías (avanza hacia la extinción de ingesta, rumbo a la bulimia), el debate por la norma fiscal, el primer informe del lector Posse, jefe de Gabinete, y las apariciones de Milei en foros diferentes: la última, habitual como si fuera socio, del Cicyp, donde habló 40 minutos, no comió (como ya suele ocurrir, porque no toma con elegancia los cubiertos o está haciendo dieta) y distribuyó algunas sonrisas con el trio femenino, dominante, que lo rodea cada vez que se introduce: su hermana Karina, la canciller Diana Mondino y la empresaria Bettina de Bulgheroni que no pudo ser embajadora en España.

Significativa la reiteración del mandatario —con alabanzas al ministro Luis Caputo, casi de amante empedernida— al mantenimiento del tipo de cambio a pesar de los anuncios sobre el atraso del dólar a partir de agosto. Dato clave, abrazo decisivo al ancla contra la inflación y, al revés de lo ocurrido en el gobierno de Mauricio Macri, precipitar aún más la baja de tasas para evitar el carry- trade. Como si Federico Sturzenegger y el propio Milei de entonces se hubieran corregido: los chicos también aprenden.

Los más conservadores del mundo empresario, sin embargo, aguardan la definición horaria por la debilitada Ley Bases: la oposición se entretiene en hacerla madurar hasta el infinito como forma de pudrir la fruta. Aunque, es obvio, se refugian en las inconsistencias de una pobre redacción y de una peor defensa de los funcionarios (patética la respuesta del secretario de Energía, reconoció no conocer un artículo cuando afirmaban que él se había encargado de la hechura del documento).

Esta norma ya aprobada en Diputados adolece de fallas notables y exageraciones aportadas por abogados voluntaristas: otra revelación de la ignorancia y desidia de la Cámara baja, de la “casta”. Mucha ideología y poca sensatez laboral. Basta ver, como lo demostró el radical Martín Lousteau en el Senado, una lista de correcciones que comprometen hacia el futuro la misma ley bajas calorías. Como el blanqueo o, en particular, el capítulo de las inversiones (RIGI).

El mercado financiero, local e internacional, que parece subir con bonos y acciones argentinas ante cualquier soplido, espera el huracán de esa Ley Bases para robustecer la tendencia al alza. Más Récords. Mucha expectativa al respecto: le tienen más fe que al oro aunque se desate otra contienda mundial entre Rusia, China y los Estados Unidos. Para hoy jueves el oficialismo aguardaba dictamen a favor en el orden general y el pase a discusión, en Diputados, de algunos artículos clave. No es lo que decían anoche massistas y kirchneristas, también algunos radicales opositores, tirando de las riendas para seguir otra semana escuchando opiniones.

Hoy todos se despiertan contando porotos de un lado y otro, el gobierno agradeciendo con obras públicas menores a provincias menores: costo mínimo con ganancias grandes, ya que todos tienen la misma cantidad de senadores. Y Posse, el antes silencioso y ahora lector, nunca defendido en público por Milei, superó un escalón, conserva el acartonado estilo de ingeniero hosco que a los visitantes siempre recibe con un “tengo apenas 20 minutos para vos”. La comunidad de inteligencia también está de fiesta y no solo porque hace poco le filtraron unos fondos que no requieren rendición.

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