Horacio Rosatti, titular de la Corte. AS su lado, Augusto Alasino.
Nacionales - Uno de los participantes de la mesa de apertura de la jornada destinada a recordar los 30 años de la reforma constitucional fue el actual presidente de la Corte Suprema de Justicia,
Horacio Rosatti, quien destacó que los integrantes del Círculo de Convencionales Constituyentes del 94 cada tanto vuelven a reunirse para recordar esos días. “Cuando pasamos lista, cada vez somos
menos”, destacó.
El llegó a ser vicepresidente del bloque mayoritario, del cual Augusto Alasino era presidente. Rosatti sostuvo que “no tenía los méritos para serlo”, pero destacó que “esos tres meses que viví ahí fueron inolvidables. Fue una lección de historia, de derecho… Veía a los próceres de la política argentina y no podía salir de mi asombro de poder participar de eso”.
Rosatti recordó que “al momento de iniciar la Asamblea Constituyente, tenía una visión de la política tal vez un tanto teórica, técnica, como era mi formación. Aprendí muchas cosas de la Convención. Quiero destacar la figura de Raúl Alfonsín, que pese a que estaba en otro partido, y en ocasiones porque Augusto (Alasino) estaba en Buenos Aires, debía reunirme con él, y me trataba como si fuera un par, más allá de que yo era muy joven en ese momento”.
El miembro de la Corte resaltó tres cosas de la reforma constitucional, comenzando por “la importancia del consenso previo a una reforma constitucional”. Reconoció que él no estaba completamente de acuerdo con que ello fuera necesario. Pero en la Convención Constituyente y a 30 años de sancionada la reforma se convenció de lo contrario. “No tengo la menor duda de que lo mejor que le puede pasar a un proceso de reforma es venir con un acuerdo lo más amplio posible”.
“No voy a hablar del contenido del Pacto de Olivos, yo mismo tenía prevenciones respecto del contenido –admitió-. Pero en cuanto a la metodología, creo que era completamente necesario”.
Rosatti dejó claro que ellos no llegaban para hacer una nueva Constitución. “Nosotros éramos convencionales constituyentes reformadores. No éramos revolucionarios, sino que debíamos modificar algo que debía ser una continuidad con transformaciones. Es decir, debíamos llevar adelante una serie de reformas culturales y luego jurídicas sin alterar el espíritu de la Constitución. Además teníamos prohibido, por la ley de convocatoria, tocar los primeros 35 artículos de las declaraciones de derechos y garantías”.
El presidente de la Corte reivindicó el acuerdo político previo, “porque uno no le puede dar a un convencional reformador un cheque en blanco y decir: ‘Mirá, hacé lo que te parezca’”. En ese sentido destacó como ejemplo que no se puede pasar de un sistema presidencialista a un sistema parlamentario “por un voto”.
“Que se conozca el contenido del acuerdo previo parlamentario supone que quien vota al partido que vota, sabe por lo menos en trazos generales qué es lo que va a votar el convencional. No puede tener un mandato absolutamente libre, sino en gran medida debe estar condicionado por un programa, un proyecto conocido por la comunidad, porque la Constitución no se reforma todos los días y en consecuencia los contenidos deben ser conocidos por la población. Y mientras más amplio sea ese consenso, mejor”, evaluó.
Un auto puesto como garantía
Horacio Rosatti evocó anécdotas a lo largo de su exposición. Como la que se generalizó cuando se judicializó el debate en torno a la constitucionalidad o no de la votación de los temas que contenía el Núcleo de Coincidencias Básicas. El convencional constituyente que planteó esa demanda era el santafesino Carlos Caballero Martín. Rosatti aclaró que era “un planteo serio, avalado por varios partidos provinciales, la UCeDé, el Partido Demócrata Progresista. Cuando Caballero Martín presenta esta demanda de inconstitucionalidad, el juez federal de Santa Fe le pide una garantía, una fianza, y como no iba preparado para eso, le entregó la tarjeta verde de su auto, un Peugeot 504 blanco”.
La Convención siguió su curso y finalmente la Cámara declaró “abstracto” ese planteo, pues la Constituyente trató ese tema e hizo suyo el proceso de votación, con lo que el asunto quedó judicialmente resuelto. “Quiere decir que esto de judicializar la política viene de mucho tiempo atrás”, agregó Rosatti, un crítico de eso, como bien se sabe.
“Como al año me llama Caballero Martín y me dice que ‘quiero vender el auto y me sale que tiene un embargo de Alvaro Alsogaray…’”. Se preguntaba entonces si tendría que ver con aquel proceso de pedido de inconstitucionalidad que se había hecho tanto tiempo atrás. Entonces lo acompañó a hablar con el juez y vieron que en efecto se trataba de esa demanda y que Alsogaray figuraba por ser uno de los que participaba del pedido de inconstitucionalidad. Finalmente el juez aceptó un escrito conjunto que daba por saldada la cuestión y Caballero Martín pudo vender y transferir ese auto que le habían embargado.
“Esto habla de un compromiso que había con las ideas y una amistad cívica que perduró a lo largo del tiempo”, resaltó el integrante de la Corte.
La reelección
“Esta convención comenzó con una mala imagen: se decía que lo único importante era la reelección del presidente. Que una vez que se votara la reelección del presidente, nos íbamos a levantar todos y se daba por terminada la Convención Constituyentes”, evocó Rosatti.
Contó a continuación otra anécdota. “Llegó a decirse que desde Buenos Aires venía un barco, el ‘barco del amor’, le decían, destinado a alojar temporariamente y brindar ‘otros servicios y placeres’ a los convencionales en su estadía”, relató, recordando que el entonces intendente de Santa Fe, Jorge Obeid, advirtió que si llegaba a suceder algo así, él impulsaría una investigación. Rosatti se encargó personalmente de investigar el tema años después, descubriendo que el barco en cuestión había existido, pero no amarró en Santa Fe, sino en la costanera del Paraná. “No fue nadie; la empresa dueña del barco se fundió; le sacaron todo y hoy lo poco que quedó del barco está en las adyacencias de la costanera paranaense”.
Destacó el juez de la Corte que “se trabajó mucho, en un clima de gran austeridad”, y rindió homenaje al nivel que tuvo esa Convención; ahí estaba todo el arco político y los mejores representantes de la política argentina. Creo que nunca habrá ocurrido algo parecido. Se trabajó mucho, con mucha austeridad”.
“Y yo veía, joven como era, separados por diez metros a Aldo Rico y Raúl Alfonsín, uno a la izquierda y otro a la derecha… Estaba el convencional López de Zabalía del partido de Bussi y Graciela Fernández Meijde; a Alvaro Alsogaray, con sus ideas, Jesús Rodríguez, que creo que no tenía las mismas ideas. Entonces, ese prejuicio de que en realidad esto iba a pasar a la historia como un episodio menor… yo estaba seguro que no iba a pasar. Veía el temario y decía ‘si tratamos todos estos temas, esta reforma va a quedar en la historia y la reelección del presidente va a ser un capitulo menor’, y lo fue. Nadie discute hoy que si un presidente le va bien, puede ser reelecto una vez”.
El tercer tema que resalto es “el diálogo. Un diálogo transversal en lo político, generacional y territorial, del que fui partícipe. Un diálogo y una comunicación política que siguió después de la Convención”. Recordó en ese sentido, cuando en el año 96, o 97, siendo él intendente de Santa Fe, recibió un llamado telefónico de Raúl Alfonsín, que lo invitaba a tomar un café para charlar, y lo hicieron. Y 3 o 4 años después, el propio Rosatti llamó a Chacho Alvarez, para ver si podía dar una conferencia en la Universidad Católica de Santa Fe, siendo vicepresidente de la Nación. “Y fue a darla y volvió después sin custodia a Buenos Aires”, recordó.
“Habían pasado los años y había quedado esa relación. Esto traspasó el episodio mismo de la Asamblea Constituyente, pero no se hubiera podido dar si no hubiera existido ese espíritu de amistad cívica”, comentó.
Luego sugirió “ubicarse en un mundo en el que no existía el celular, salvo el Movicom, el ‘ladrillo’, que tenían muy pocos. Habrá habido 10 ‘ladrillos’ (en la Convención); se podía hablar 30 minutos, después había que cargarlo 8 horas… Recuerdo ver la fila de convencionales en el teléfono público para llamar a sus familias. Era un mundo distinto, había menos tecnología para comunicarse, y sin embargo hubo mucha más comunicación entre los convencionales. Hoy tenemos más tecnología y creo que tenemos menos diálogo”.
Rosatti destacó los buenos contenidos de la reforma, pero reconoció tener reservas sobre algunos, como la figura del jefe de Gabinete, que para él “no terminó de funcionar”. También hubiera preferido que “después de que un presidente sea reelecto una vez, no volviera nunca más, pero son ideas… El gran legado de la reforma del 94 es el acuerdo, el consenso, el consenso previo, el consenso durante la Asamblea Constituyente. Nunca hubo una reforma constitucional que tuviera tanto nivel de consenso como esta reforma y explica mucho porqué mantiene esta vigencia. Y quedan muchas cosas por hacer para llevarla adelante”.
Sobre el final de su exposición, Horacio Rosatti dijo que, sin exagerar, le parecía que la Convención Constituyente “fue el último gran acto de la política con mayúsculas en la Argentina. Porque grieta había antes y hubo después, sin embargo pudimos poner entre paréntesis en esos tres meses la grieta y tomar conciencia de que la obra que íbamos a hacer estaba destinada a perdurar por varias generaciones”.
“Me doy cuenta que el verdadero valor de la reforma del 94 fue este: el consenso, la transversalidad y es lo que nos permite cuando nos reunimos los convencionales del 94 vivir un clima casi festivo, de alegría, y comentar las anécdotas de las que cada vez nos acordamos menos y necesitamos la ayuda del otro para refrescarlas”, concluyó.
Informe: Parlamentario.com
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