Por Carlos Fara (*) |
Un paro más. “Pero es un paro político”. Posible, aunque la situación socioeconómica está fatal. “Pero la dirigencia sindical está desprestigiada”. Absolutamente, lo cual no significa que todo lo que diga sea ilegítimo (recuerden el proverbio chino: “Cuando el dedo señala a la luna, el idiota mira al dedo”). “Un paro general le complica la vida a todo el mundo y no soluciona nada”. Indiscutible y ese es el punto principal de la mayoría de la opinión pública: la utilidad (además de que los convocantes no gocen de simpatía masiva). El Gobierno no modificará nada por el paro, la ausencia de transporte vuelve engañoso al nivel de apoyo, y hay otros indicadores del malestar social, que están más allá de la huelga general. Stop.
Lo más importante hoy pasa en el Senado, porque si la ley Bases se cae, el Gobierno debería barajar y dar de nuevo: serían cinco meses sin leyes propias, y con parte de su programa que se diluye por ausencia de marco legislativo. Los primeros pasos dan cuenta del “pragmatismo ilustrado” que viene predominando en la Casa Rosada, y que le da más garantías de supervivencia política. En esa tónica realista, dejaría que se hagan las modificaciones requeridas en la Cámara Alta, para no trabar el proceso: ¿a cambio de nada?, así vuelve a Diputados –Cámara de origen–, que si insiste con el texto original se termina la película. En todo caso, habrá demoras seguramente, porque a) los senadores odian ser escribanos (y no son todos iguales como los chinos); b) los que ayuden a aprobar aprovecharán la ansiedad del Gobierno negociando condiciones especiales, y c) hay que contemplar que “los otros también juegan” y no se van a quedar de brazos cruzados ante la oportunidad de asestarle una terrible derrota política a “jamoncito”.
Hablando de embutidos, podría suceder algo interesante en el recinto. Ambos bandos comparten la misma incertidumbre sobre el resultado final. Naturalmente el cálculo de que a los “33 mineros” de UP solo necesitan sumar cuatro para enterrar este proyecto libertario, es el más sencillo. Sin embargo, puede ser que algún minero se escape por algún ascensor que nadie previó y ya la cuenta no sea tan fácil. Da toda la impresión que la administración “Medialey” está agitando la caramelera a algunos gobernadores. Solo basta decir que ya se negociaron obras en Santa Fe, Mendoza y Tucumán, y seguro las habrá en varios distritos más. Eso pudiese hacer que los 37 se junten a favor más que en contra. ¿Y si quedasen 36 a 36 (siempre y cuando nadie tenga problemas de vejiga y deba ir al baño a la hora de votar)? Pues ahí desempataría “Julia Cleta” Villarruel, la autora de la denominación charcutera (qué caro te va a salir eso…).
En los análisis y trascendidos no se mencionan habitualmente dos herramientas que tiene el presidente de turno: 1) “votalo así que después ese artículo lo vetamos”, y 2) “votalo así, después eso lo arreglamos en el decreto reglamentario”. Porque estas películas no terminan ni en el Congreso, ni en la promulgación, salvo en los vetustos manuales de Instrucción Cívica de la escuela. Los lo-bbies actúan 24 x 7 y no pierden de vista ni la más “inocente” de las resoluciones ministeriales, que pueden dar vuelta la economía de un país con un chasquido de dedos (solo recuérdese la famosa 125 o la circular 1.050 de la dictadura).
Paralelamente al trámite legislativo, el Gobierno sigue con una agenda promercado, que quizá no tenga tanto impacto, pero que marca una orientación y una dinámica. Solo como recordatorio de las últimas semanas: la baja de la edad de imputabilidad, la baja de aranceles de importación, la reactivación de los créditos UVA o la reducción de los registros de automotores, a lo que debe sumarse la definición presidencial sobre el caso Chocobar. Atención porque una sola pincelada no hace un cuadro, pero varias juntas con un determinado sentido conforman una obra (después se verá si es de arte).
Una de las preguntas centrales de este mundillo es si la caída de la economía ya tocó piso o no. Al menos los números de marzo son horribles, tanto por lo que se sabía de fuentes parciales, como lo que acaba de confirmar el Indec. Claro que no hay mal que dure cien años. En un mismo día de esta semana se conocieron tres datos de abril que indicarían algún freno a la caída en automotores, algún rubro de la construcción y maquinaria agrícola. Seguimos en el subsuelo, pero...
1 - El FMI cree que es muy temprano para confiarse en el rumbo de la Argentina, que es cierto que la inflación bajó más rápido de lo esperado, pero que la recesión es más profunda de lo imaginado; ergo el ajuste no parece muy sustentable (de plata fresca ni hablar muchachos, confórmense con que vayamos aprobando las revisiones trimestrales);
2 - la baja de la tasa de interés desmotiva a que haya una liquidación de soja, porque los productores creen que ahora es un gran negocio financiarse en pesos y quedarse con la producción (ojo con el sector agropecuario que está muy fastidiado, ya lo hemos advertido hace unas semanas).
3 - La recaudación se cayó en abril (quizá por eso Toto le puso el impuesto PAÍS a la compra de divisas para remitir utilidades a las casas centrales de la multinacionales).
El Presidente, además de la ausencia de liderazgos opositores con proyección a futuro y la fragmentación del espectro político, tiene a su favor que encuentra a una sociedad con el caballo cansado de tanto vivir en crisis, sin energía para resistir a lo que no le gusta, al menos por ahora. Eso le allana el camino para llevarse puesta a más de una estructura estatal con poca oposición sindical: se lucha, pero con poca fuerza. Dato clave para responder a la pregunta sobre la tolerancia social al ajuste.
Para Menem, Argentina estaba entrando al primer mundo. Para Milei, podríamos ser la Roma del siglo XXI, mientras le pide a Elon Musk que invierta lo que quiera aquí. ¿Hará cohetes que nos lleven a la Luna y a Marte? Fly me to the Moon…
(*) Consultor político
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