Por Carlos Fara (*) |
Sigue el final abierto en el senado con la ley Bases como era de esperar. La relación de fuerzas es distinta a Diputados; todo el mundo quiere hacer valer su peso específico –sea grande o pequeño– y los que quieren ayudar tienen la gran oportunidad de “hacerse los difíciles” para sacar tajada. De todos modos, recuerden que si hay modificaciones y la Cámara baja decide insistir con el texto original, se termina la discusión.
Claro, el oficialismo tampoco quiere mostrar que “está para el cachetazo”, es decir, que acepta todo lo que le pidan con tal de obtener algunas reformas.
Parte del problema consiste en no haber “negociado en espejo”, esto es, ir acomodando la ley en Diputados al mismo tiempo que regulaba con los senadores. Son cuestiones de estrategia parlamentaria, que ahorran tiempo en un lado, pero lo hacen perder en el otro.
Aquí se presenta un detalle importante que se conoció en estos días: el Gobierno está moderando el ajuste por distintos medios, de modo de a) asegurarse un índice de inflación de un dígito de manera persistente y en constante caída, poniéndoles un techo a los regulados, b) aminorar algo de la profunda recesión, y c) tener un poquito de mano suelta para seducir votos en la Cámara alta. Eso lo pondría más cerca de la aprobación y así tener su primer gran triunfo político. Pero todo penderá de un hilo hasta el final, porque si vuelve a la cámara de origen, siempre puede haber alguna tentación adicional.
¿Esto afecta al Pacto de Mayo, que podría ser en julio? No. Si no hay ley Bases, da lo mismo si se firma o no. Y si la hay, el pacto tampoco será relevante, porque se trata de una lista de objetivos generales y no más. Firmar y sacarse la foto si no está la ingeniería política adecuada que sostenga la búsqueda de aquellos, vuelve al acto irrelevante. Mucho más, si no están todos los actores políticos, sociales y económicos que realmente cuentan. Para ponerlo en otros términos: si hay ley sin pacto, no afecta la ecuación, pero viceversa sí, porque significará una victoria pírrica. Mientras ocurre eso, el Fondo sigue llenando de elogios a la gestión económica. Sin embargo, como dijimos la semana pasada en esta columna, los técnicos del organismo están desconfiados respecto del esquema que están desarrollando el Presidente y su ministro. Aunque no hayan figurado en la lista de los criticados por la máxima palabra oficial, los economistas auditores también creen que el valor del dólar se está retrasando y que eso podría producir una clásica crisis de estrangulamiento externo, tarde o temprano. Para retrucar en público, “jamoncito” fue al evento del Consejo Interamericano de Comercio y Producción –¿sucursal de “Make (Corporación) America Great Again”?– para dar otra muestra de su vocación docente. Pero todo terminó un poco como lo que ya comentamos sobre la cena anual de la Fundación Libertad: sabor a poco, además de que no logró superar el récord de asistencia de Macri en 2017.
Los chinos –que son todos iguales y están un poco cabreados– le han dicho a la canciller “nena, dame un poco más, un poco de satisfacción”, entonando las estrofas de Miguel Mateos: más swap a cambio de ciertas condiciones. O sea, “no existe algo como almuerzo gratis”. ¿Quién dijo eso? Ah, sí, Milton Friedman. Quizá los chinos sean libertarios y no comunistas.
Una de las noticias de la semana que trajeron a colación una cara poco amable del ajuste económico fue el choque de trenes en Palermo. Podría ser que un exceso de ajuste mate, así como puede suceder con la corrupción. El Gobierno aprovechó a ver si podía llevar agua para su molino, tratando de instalar el debate sobre una eventual privatización. Pero si “no-hay-plata”, es difícil recomponer los problemas de la infraestructura, y mucho menos si la tarifa debe seguir subsidiada. De esta crisis sale indemne porque 1) no hubo muertos, 2) solo lleva cinco meses, y 3) recibió una herencia negativa que dispensa sus errores. Sin embargo, tarde o temprano, todos los costos serán de esta administración, además de que las privatizaciones no dejaron un buen recuerdo en la mayoría social (hechas por Menem, especialmente reconocido por el Presidente).
Una semana posterior al paro general de la CGT, cuando se va auscultando el efecto ciudad por ciudad y pueblo por pueblo, se afirma la relatividad de su impacto. Más allá de la opinión que cada uno posea sobre la central sindical, la metodología de la huelga o cómo está llevando a cabo Milei su gestión, queda clara la ausencia de energía social dedicada a otra cosa que no sea sobrevivir a la crisis. No queda espacio en la cabeza para mucho más, aun cuando muchas cosas del estilo presidencial y del contenido de sus políticas no satisfagan en absoluto. Atención a esto, porque puede ser una de las claves para comprender el grado de tolerancia social al ajuste. Quizá por eso, los gordos por ahora no se animaron a hacer definiciones sobre cómo llevar adelante un plan de lucha.
El que sí sigue luchando por seguir teniendo la hegemonía de esa confederación peronista llamada UP es el cristi/kirchnerismo. Como era de esperarse, no aparece ninguna fórmula política renovadora que alumbre una nueva etapa en ese espacio, ni nuevos nombres, ideas o metodologías. Lo único es una fecha para elección de autoridades. Ante la ausencia de líderes alternativos, con otro proyecto, con carisma, con habilidad y/o con fuerza, lo más probable es que UP pase a ser una unión por mantener el statu quo. La falta de bastones de mariscal en potencia lleva a CFK a incrementar su presencia pública para seguir bajando línea a la base y porque “santo que no se ve no se venera”, como dicen en Venezuela.
En su última obra teatral, Simón, el caballero de Indias, Germán Rozenmacher pone al protagonista como fundador de un mundo de fantasías llamado Chantania. ¿Será allí donde habitan los economistas “chantas” a los que alude Milei cuando hablan de retraso cambiario?
(*) Consultor político
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