martes, 9 de abril de 2024

Milei y la Dama de Hierro

 Por James Neilson

Lo mismo que Margaret Thatcher cuando se hizo cargo de un país que estaba inmerso en una crisis socioeconómica tan profunda como exasperante, Javier Milei deriva su poder de la convicción generalizada de que “no hay ninguna alternativa” al rumbo privatizador, anti-estatista y anti-keynesiano que ha emprendido. Como la Dama de Hierro, una amiga personal y discípula de Friedrich von Hayek que figura entre los economistas más admirados por Milei, los libertarios entienden que, para aprovechar las ventajas comparativas que aún retiene, su país tendría que alejarse de las ideas de origen socialista que, según ellos, lo han paralizado, y acercarse a las predicadas por los pensadores de la Escuela Austríaca.

A pesar de haber logrado revigorizar la alicaída economía británica, andando el tiempo el “thatcherismo” perdería ímpetu. Con todo, su influencia internacional sería duradera. A juicio de muchos, contribuyó al desplome de la Unión Soviética y por lo tanto al desprestigio de la izquierda europea que, terminada su alianza con la clase obrera, prestaría menos atención a los problemas económicos que a los vinculados con los males sociales -el racismo, el machismo, el nacionalismo exacerbado-, que atribuiría a lo que, con optimismo, sus voceros califican de “capitalismo tardío”.

Si bien el respeto que siente Milei por “la Thatcher” levanta ampollas entre los nacionalistas más vengativos y brinda a sus enemigos pretextos para atacarlo, extrañaría que alguien como él pasara por alto lo hecho por una mujer que ocupa un lugar de privilegio en el panteón del movimiento en cual quiere desempeñar un rol destacado. Al igual que en el Reino Unido de casi medio siglo atrás, se ha difundido por todo el mundo occidental la sensación de que el orden establecido deja mucho que desear. Es por tal motivo que Milei se ha convertido en un referente internacional, un líder de “la nueva derecha” que se anima a embestir contra una “casta” cosmopolita, de ramificaciones globales, que no ha sabido encontrar soluciones para los problemas que afligen a la gente.

Puede que el interés que Milei ha suscitado en el exterior sea sólo un fenómeno pasajero, pero por ahora cuando menos se cuenta entre sus activos principales. Si el proyecto que está elaborando parece destinado a tener éxito, el país compartirá los beneficios, que siguen siendo meramente simbólicos, que le han supuesto su protagonismo mediático.  

Para perplejidad de los que lo toman por un lunático estrafalario que, tarde o temprano, caerá víctima de las fuerzas malignas que ha desatado, a pesar del rigor del ajuste despiadado que está en marcha Milei aún conserva el apoyo de más del cincuenta por ciento de la población. Consciente de que el populismo kirchnerista significaba entregar el país a una minoría corrupta insaciable que se dedicaba a apropiarse de una proporción creciente de lo generado por una economía nada productiva, la mayoría sigue dispuesta a soportar medidas dolorosas que en otras circunstancias le hubieran parecido inhumanas.

¿Hasta cuándo durará esta situación tan anómala que, hace apenas un año, virtualmente todos los familiarizados con la historia política del país hubieran tomado por inconcebible? En diciembre, los contrarios a lo que Milei se proponía hacer apostaban a que caería después de dos o tres meses, pero todavía no ha comenzado a mostrar señales de reducirse radicalmente el nivel de apoyo popular del que disfruta. Antes bien, parece haberse consolidado, lo que significaría que el “cambio de mentalidad” con que soñaban generaciones de liberales está en vías de concretarse y que, hasta nuevo aviso, el “sentido común de los argentinos” será más mileísta que peronista.

Realidad o eventualidad la transformación ideológica que parece estar en marcha, todos los políticos se ven obligados a adaptarse a una situación que ninguno había previsto. Algunos, comenzando con Patricia Bullrich y, de manera más cauta, Mauricio Macri y quienes lo rodean, ven en Milei a un miembro de su propia familia que merece su apoyo propagandístico y legislativo. Otros, entre ellos muchos radicales y ciertos peronistas, coinciden. Y los hay que, por distintos motivos, se le oponen frontalmente, como en el caso de los radicales Martín Lousteau y Martín Tetaz, que apuestan al fracaso de su proyecto. Un tanto más ambigua es la actitud de Cristina Fernández de Kirchner y su hijo Máximo; a veces brindan la impresión de sentirse más afines a Milei que a sus propios seguidores que lo critican con vehemencia.

¿Sería que, en su fuero interior, Cristina, la que a través de las décadas ha hecho gala de un grado notable de pragmatismo que le permitió prosperar en épocas tan distintas como las que fueron dominadas por la dictadura militar y el menemismo, encuentra más apropiado para los tiempos que corren el “relato” mileísta que el inventado por los fabricantes de mitos que se pusieron a su servicio? Es posible. También lo es que Cristina haya llegado a la conclusión de que una alianza táctica con el anarco-capitalista la ayudaría a mantener a raya a la Justicia que le está pisando los talones.

Tal y como están las cosas, quienes aspiran a ocupar lugares privilegiados en el mundo político de los años próximos han de decidir si les convendría más colaborar ya con su esfuerzo por sanear una economía enferma, oponérsele desde el vamos en nombre del populismo despilfarrador más irresponsable o, lo que sería mejor, pero mucho más difícil, ofrecer a la ciudadanía una alternativa coherente que tome en cuenta la desastrosa realidad actual que, por desgracia, no deja mucho espacio para los que quisieran un ajuste sin perdedores.

Aunque radicales como Lousteau y Tetaz dan a entender que lo que tienen en mente es más realista que lo propuesto por Milei, tendrían que suministrar más pormenores para persuadir a los demás de que realmente es así. Hasta que ellos u otros produzcan un “plan” convincente, el presidente y su forma de pensar continuarán dominando el panorama nacional. Asimismo, por fácil y tentador que les sea ridiculizar a Milei por sus excentricidades místicas, a esta altura sus adversarios sabrán que tales extravagancias no lo han perjudicado en absoluto. Al fin y al cabo, a ojos de un escéptico no son más absurdas que las creencias de centenares, cuando no miles, de millones de personas a lo ancho y lo largo de la Tierra.

¿Tiene Milei un “plan” auténtico? Si bien es de suponer que, como Alberto Fernández dijo en una entrevista con el Financial Times, no cree en planes detallados, acaso porque la palabra le suene socialista, cuando no comunista, está claramente convencido de que, una vez resueltos los problemas financieros que los kirchneristas le legaron, eliminadas las muchísimas trabas burocráticas que existen y reducida drásticamente la carga impositiva, la economía, impulsada no por las fuerzas del cielo sino por las del mercado, experimentará un boom espectacular.

Es por tal razón que los libertarios, encabezados por Milei y Luis Caputo, hablan de una recuperación en forma de V, no de una en L como pronostican los que temen -o esperan- que las heridas provocadas por una larga serie de gobiernos culminando con el de Alberto, Cristina y Sergio Massa habrán debilitado tanto a los sectores productivos que no les será dado aprovechar rápidamente la libertad que les han prometido los mileístas. Para estos, la economía nacional es un Gulliver inmovilizado por liliputienses que, una vez liberada, no podrá sino crecer con rapidez.  

Aún más grave que el daño sufrido por los empresarios grandes, medianos y pequeños del país es el provocado al resto de la población por décadas signadas por el avance inexorable de la pobreza y por el colapso educativo. De comenzar a reavivarse la economía, el aumento del desempleo ocasionado por el adelgazamiento de un sector público que se ha hecho patológicamente obeso se verá acompañado por una falta apremiante de mano de obra capacitada. Por dicha razón, sería de prever que las empresas más importantes se sintieran constreñidas a buscar en otras partes de América latina, además de Europa y Asia, a personas capaces de cumplir tareas especializadas. Mal que a muchos les pese, el progreso económico no puede sino favorecer a quienes están en condiciones de aportar algo útil al conjunto y perjudicar a los que carecen de las aptitudes y conocimientos necesarios para hacerlo.

Los gerentes de los gigantescos fondos de inversión internacionales, personajes riquísimos como Elon Musk, los técnicos de instituciones de alcance mundial como el FMI, los empresarios locales y, desde luego, los profesionales de la política, aún no saben si les convendría participar activamente en el proyecto de Milei. Aunque muchos se afirman gratamente sorprendidos por los resultados financieros iniciales, prefieren esperar algunos meses más antes de comprometerse. De convencerse de que el cambio cultural que algunos han detectado es algo más que un espejismo, la economía podría despegar y, si bien a Milei no le gustaría la definición, La Libertad Avanza llegaría a ser el núcleo de un auténtico “tercer movimiento histórico”, si bien uno muy distinto del imaginado por simpatizantes del entonces presidente Raúl Alfonsín que, de más está decirlo, se ubicaba en una tradición política llamativamente distinta de la reivindicada por el gobierno actual. 

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