Por Daniel Santa Cruz
“Terminemos con la farsa de cerrar las universidades, terminemos con la farsa de que a mí no me auditan porque soy autárquico. Te tenemos que auditar porque es lo que el ciudadano quiere”, dijo el vocero presidencial Manuel Adorni, en la primera rueda de prensa después de la multitudinaria marcha realizada en varias ciudades del país en defensa de la universidad pública.
Dos hipocresías asoman en sus afirmaciones. Seguramente tiene razón, nadie del Gobierno dijo textualmente: “vamos a cerrar las universidades”, pero el reclamo fue por el desfinanciamiento que está sufriendo la educación superior, los fondos transferidos para su funcionamiento vienen cayendo estrepitosamente. Ejemplo: el mes pasado las universidades tenían el mismo presupuesto que en septiembre de 2022. Los ajustes en gastos de financiamiento anunciados por el Gobierno son insuficientes y lejos de cubrir el 300% de inflación acumulado en ese período. Si no se financian, como marca la ley, pueden dejar de funcionar, por más que el Gobierno no anuncie su cierre. El otro tema en discusión es la auditoría de fondos, y está más que claro que los fondos deben ser auditados por quien corresponde. El vocero habla de la “farsa de ser autárquico”, no lo es, está en la Constitución Nacional y esa autonomía y autarquía impiden a éste y cualquier gobierno auditar las universidades, tarea que corresponde a la AGN (Auditoría General de la Nación) que depende del Congreso. Y estaría muy bien que esos fondos sean auditados por quien corresponda, como también los fondos de la AFI, de la Jefatura de Gabinete, de la Secretaría General de la Presidencia, que conduce Karina Milei; todos los fondos públicos deben ser auditados por los organismos correspondientes, y no de prepo y a lo guapo, porque dichas acciones carecerían de legalidad. Sería inconstitucional hacerlo de ese modo, no una farsa.
El acto de anteayer fue un éxito, por más que el Gobierno los días previos haya intentado denostarlo utilizando argumentos políticos; y cómo éstos no tuvieron eco, hasta intentaron meter miedo a los manifestantes desde el Ministerio de Seguridad de la Nación. La ministra Bullrich dijo apenas horas antes que la marcha se realice: “El temperamento va a ser siempre respetar el protocolo antipiquetes que hemos planteado en el marco del tipo de marcha que encontremos hoy en la calle”. Bullrich olvidó cuando ella como opositora marchó cortando calles contra la “cuarentena eterna” durante de la pandemia, protesta legítima como la del martes, y Milei fingió no recordar cuando marchó contra el gobierno de Mauricio Macri convocado por Hugo y Pablo Moyano, también cortando calles.
La marcha había sido anunciada e informada con el debido tiempo por los organizadores sobre los recorridos y la ocupación del espacio público. Cuando las autoridades de las universidades hablaron de que podían movilizarse en CABA más de 400 mil personas, en Seguridad no lo tomaron en serio, al contrario, creyeron que estaban frente a un grupo de ingenuos voluntaristas y dijeron públicamente: “solo irá el elenco estable de cada protesta”. Como dicen los libertarios, “no la vieron”, porque no existió ninguna estimación oficial que esperara semejante multitud. Además, no había razón para aplicar el protocolo cuando no había “piquetes extorsivos o espontáneos”. Son marchas multitudinarias por distintas causas o reclamos que suceden en cualquier ciudad del mundo. También, Bullrich alertó sobre supuestos incidentes que no tenían fundamentos serios u otra razón que no sea amedrentar a los participantes. Todas las especulaciones realizadas por el Gobierno quedaron en el olvido de inmediato, la Marcha Federal Universitaria fue absolutamente pacífica y se convirtió en una de las movilizaciones más importantes de nuestra historia reciente, que expuso el valor que la sociedad le otorga a la educación pública. Sí, aún existen “vacas sagradas” en nuestro país y la educación pública lo es.
La reacción del presidente Javier Milei no se hizo esperar y se dio por los canales que mayor rédito le dan a su comunicación: las redes. Allí posteó un dibujo de un león bebiendo una taza de café que tenía escrita la frase “Lágrimas de zurdos”. A esta altura de los acontecimientos es muy triste corroborar que lo del Presidente no es más que una sectaria y básica limitación intelectual que lo lleva a ver como “zurdo” o “socialista” a todo aquel que no piensa como él o que se opone a sus políticas. Porque fue esa posición pública la que alentó a las familias a acompañar a los docentes y estudiantes en la marcha del martes. Esa gente -muchos votantes del propio Milei, que manifestaron su desagrado por la presencia de algunos referentes kirchneristas como Sergio Massa, gran responsable de la crisis económica actual que también recortó fondos universitarios en su gestión ministerial y que en la misma marcha “agradeció” haber estudiado en una universidad privada, pero también de organizaciones gremiales como la CGT o la CTA, que hicieron silencio cuando Massa recortó presupuesto- no solo marchó en favor de la universidad, sino que lo hizo en defensa de una educación pública que Milei desprecia, y lo hace saber desde su discurso y su gestión.
Desde que asumió, el Presidente no tomó una sola medida en favor del sector, solo anunció vouchers de ayuda económica para familias que envían a sus hijos a escuelas privadas de bajo costo. Dejó de pagar el Fondo de Incentivo Docente después de 25 años, no se hace cargo del Fondo de Garantía salarial que ayuda a las provincias con menores recursos a subir el salario mínimo a un sector de su planta docente, se desentendió de todas las responsabilidades del Estado federal hacia la educación, bajó a niveles inexistentes la ejecución de fondos para Educación Inicial e infraestructura escolar. Milei decidió no comprar 14 millones de libros de texto que eligen los mismos docentes de cada provincia. Con 60% de pobreza en minoridad es muy insensible esperar que ellos mismos compren ese material de estudio, no va a suceder. Al mismo tiempo se gastaban 650 millones de dólares en aviones de combate en un país pobre y sin hipótesis de conflicto bélico. Cada gobierno elige su prioridad. En este caso, para colmo, se vanagloria de eso.
Además, cada vez que el Presidente habló de educación pública lo hizo humillándola, habló de “adoctrinamiento socialista” y de “lavado de cerebros”, como si quienes concurren a ella o los padres que envían a sus hijos fueran parte de una manada de ovejas manejadas por una secta de fanáticos enquistada en cada escuela o en cada universidad. Si fuese así, el martes debieron de marchar en todo el país un millón de marxistas y no un millón de personas que se identifican con el radicalismo, el peronismo, el socialismo democrático, la Coalición Cívica, la izquierda e incluso liberales, que luego disputarán elecciones en las universidades como docentes y alumnos, y en las generales, como ciudadanos, debatirán y confrontarán, pero que en esta oportunidad estuvieron unidos por un común denominador: la defensa de la educación pública.
Ojalá que esta marcha le ponga valor político al tema, que exista un debate alrededor de la educación pública, que se diga que con todos sus errores la UBA invierte 1.100 dólares anuales en cada alumno mientras que la Universidad de San Pablo dispone de 8.000 dólares y la UNAM de México de 15.000. Y que aún así, la Universidad de Buenos Aires, que tiene mucho para mejorar, compite entre las mejores de la región. Y que fue la UBA a través del CBC daba cursos de lectoescritura para alumnos que egresaban sin comprensión lectora de la escuela secundaria. En lugar de expulsar alumnos los nivelaba, reparando lo que otro nivel no hizo bien. Existe un discurso elitista de la mano del Gobierno, que en lugar de apuntalar esas acciones promueve su rechazo. También hay que debatir la crisis profunda de la educación básica, que no solo necesita mejorar de la mano de las provincias que administran sus sistemas educativos. Milei recordó a través de su cuenta en X, también, que 6 de cada 10 chicos menores de 14 años son pobres, pero la peor señal que recibieron esas familias estos últimos meses es el desentendimiento del Estado nacional en la cuestión educativa, pésima decisión, que solo oscurece aún más su futuro.
Habrá un antes y un después luego de esta marcha que funcionará como punto de inflexión, porque luego de casi cinco meses de gobierno “mileista” se abrió la Caja de Pandora de la política, dando lugar a un sinfín de incertidumbres. El martes, el poder de turno fue desafiado y vencido. Fue el mismo Presidente el principal responsable de que esto ocurriera y de la masividad de la protesta, porque agitó hasta el hartazgo el destrato a un espacio social que no tenía quién los liderara, pero que encontró en una causa justa un factor de unión que cambiará el escenario político del oficialismo, pero también el de la oposición.
© La Nación
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