Temporada cuarenta de la democracia. Capítulo mil. La historia se repite. La primera vez como tragedia, la segunda como una miserable farsa. Massa, que “por suerte” no estudió en la universidad pública, se recibió de abogado a los 41 años en la de Belgrano. Era intendente de Tigre, quería ser diputado. Necesitaba un título. Le hicieron el favor. Como ministro de Economía, en 2022 recortó 70 mil millones del presupuesto para educación. Kicillof, responsable de los 16 mil millones de dólares que hay que pagar por la expropiación de YPF, unos cien presupuestos anuales de la UBA, estaba ahí.
El ruido ambiente de fondo, la playlist de analist, panelist, columnist, deja constancia de que ellos siempre la saben, la ven venir. Son como los comentaristas de fútbol. “Tal como lo veníamos diciendo, Mariano, la jugada del gol se inició por la izquierda”, o “te dije, era por ahí, Juan, en ese espacio entre los centrales”. Según el anillo del capo mafia Julio Grondona, en el revoleo de una marcha por buenas razones, “todo pasa”. Massa, Baradel, Kicillof, Yacobitti, los sosbreprecios de De Vido, la mano de Lousteau.
El “déjá vú” sucede de forma imprevista. Quién, alguna vez, no dudó, sintió eso de “pero, ésta ya la viví”. Parece ser un montaje de imágenes que se enciman durante unos segundos. La novedad, señores pasajeros de este bondi a ninguna parte, es que abusando de su artificial inteligencia, los buscas de que alguien les de bola añaden ahora visión de futuro inmediato. El coro de chamuyeros recicla el desganado argento “deja bo”, causado quizá por la intervención de una neurona gestada durante un rapidito de siesta uruguaya.
Durante los primeros meses de cualquier gobierno se montan a la expectativa. Te la suben a la altura de un “mirá bo” hasta que, otra vez sopa, te la bajan tanto que ni sabes dónde está. Le pasan el trapo a la bola de cristal. Le lavan la cara a la conspiración de toda la vida. Donde veías a Insfrán, ponele, ves a Insfrán. Quieren hacer creer a los giles cómo sigue esto, dónde termina el viaje del carnaval carioca, el trencito alucinógeno que conduce Milei. A cambio de unos mangos por la consulta, o de que los entrevisten, los que se resisten a dejar de chorear ofrecen merca sobrante cortada con relato. Tratan de prepararnos.
¿Para qué?, se preguntarán ustedes. ¿Lagrimear a cuenta? ¿Disfrutar por anticipado? ¿Cortarnos las, o pegarnos un corchazo en? ¿Sacar pasajes ahora que son más baratos? En fin, cada uno verá qué uso darle a la premonición por la que pagan con su tiempo de escucha. Los políticos valijeros, necesitados de colocar la mala leche que les sobró de las elecciones perdidas, a pocas semanas de celebrar el “nunca más”, viven en Estado de golpe. ¿Anticipan? ¿Promueven? ¿Justifican?, el juicio político.
Las piñatas de grasa que repartían caramelos, Albistur, Daer, o Moyano, se excitan con echar al Gobierno. El croar de sapos que controlan los sindicatos desde hace más de treinta años, disfrazado de colegiales, estudian la agenda de paros de Ubaldini contra Alfonsín. Entre tanto ser de luces largas, hay algunos que no alcanzan a ver más allá de sus deseos. El apoyo popular que según las encuestas mantiene Milei les apaga la lamparita. Despiertan en mitad de la noche sudando pesadillas. ¿Qué hace esa multitud de desarrapados que va a la Plaza de Mayo? ¿Qué quieren? ¿Quién es ése que sale al balcón? ¿El?
Estos días dan para caminar con los auriculares colocados, escuchando al Polaco Goyeneche con la orquesta de Armando Pontier. “Uno busca lleno de esperanzas/el camino que los sueños/prometieron a sus ansias/Sabe que la lucha es cruel/y es mucha, pero lucha y se desangra/por la fe que lo empecina…” Contaba Discépolo que, cuando escribió la letra, no andaba bien de ánimo. “En aquellos días de reviro aprendí que la gente sería inmensamente feliz si pudiera no presentir”.
“Si yo tuviera el corazón/El corazón que di/Si yo pudiera como ayer/ querer sin presentir...”
(*) Periodista
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