lunes, 25 de marzo de 2024

La psiquis y el poder

 William Shakespeare (1565-1616). El más grande dramaturgo
y poeta de todos los tiempos.

Por Sergio Sinay (*)

Si el análisis de la política y de la gobernanza se centra en off the record, chismes de pasillos ministeriales y parlamentarios, operaciones mediáticas y especulaciones y suposiciones nacidas de la imaginación, el deseo o la intencionalidad de sus autores, se obtendrá una visión siempre unidimensional y limitada de la actividad que determina el rumbo de una sociedad. La política, tanto en su versión más elevada como en la más ruin, es un fenómeno humano protagonizado, valga la redundancia, por seres humanos. Su ejercicio, en cualquier forma, posición, cargo y responsabilidad, no exime a esas personas de las generales de las leyes morales y psicológicas que atañen a cualquier individuo. 

En términos sencillos: la psiquis de los gobernantes, legisladores, juristas, ministros, funcionarios, opositores, etcétera debe ser considerada cuando se analizan las complejas tramas políticas. Esto lo sabía muy bien William Shakespeare (1565-1616), el más grande dramaturgo de todos los tiempos, y lo demostró en tragedias clásicas e insuperadas, como Macbeth, Hamlet, Ricardo III, Coriolano, Rey Lear o la Trilogía de Enrique VI. En su ensayo titulado El tirano (Shakespeare y la política), Stephen Greenblatt, profesor de Humanidades en Harvard, estudia en profundidad y con notable penetración este aspecto del bardo.

Greenblatt apunta cómo en la obra de Shakespeare se observa el modo en que la locura, en forma de psicopatía, paranoia o variadas formas de psicosis, se desata en los gobernantes una vez en el poder. Cuando una sociedad no puede diferenciar una certeza de una sospecha, da pie a que la psicosis del gobernante sea más fuerte que las instituciones del Estado, apunta el ensayista, y analiza cómo expresa Shakespeare esta cuestión específicamente en Rey Lear, Macbeth o Ricardo III. Llegado a ese punto, señala, la paranoia del gobernante determina qué es real y qué no lo es, al tiempo que este pone siempre la lealtad por encima de la verdad.

El factor humano es el componente que no se puede dejar afuera cuando se examina el acontecer político, como ocurre habitualmente. Y también es cierto que incluirlo requiere cuidado, sensibilidad e información. Algo esencial para evitar los sesgos, el prejuicio y la mera adjetivación. “Muchas personas que sufren distintos trastornos mentales, la mayoría trastornos de personalidad, han encontrado en la política el contexto ideal donde desarrollarse”, advierte Enric Soler Labajos, catedrático de posgrado en la Universidad Abierta de Cataluña, en un trabajo publicado en The Conversation en enero de 2023. Y continúa: “Así, el trastorno de personalidad narcisista se satisface con la notoriedad de ser político y con la percepción subjetiva de poder sobre los demás. El trastorno de personalidad antisocial, a su vez, está encontrando un contexto muy confortable con el auge de la extrema derecha”. Soler Labajos cita a Francisco Alonso Fernández, psiquiatra y catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Real Academia de Medicina española, quien ya en 1978 se preguntaba: “¿Cuántos políticos, llevados por factores personales, han cometido errores en sus gestiones? (…) Cuando un político no disfruta de un estado de salud mental aceptable, su conducta rezuma peligrosidad”.

El neurólogo británico David Owen, rector de la Universidad de Liverpool, ministro de Sanidad entre 1974 y 1976, autor de En el poder y en la enfermedad, estudió durante siete años los cerebros de líderes políticos y llegó a esta conclusión: “El poder intoxica tanto que termina afectando el juicio de los dirigentes”. Entre nosotros, el doctor Nelson Castro afrontó la cuestión de la salud de los políticos en libros como Enfermos de poder. La inclusión del ingrediente psíquico en el análisis de la política, siempre y cuando no sea integrado como herramienta de descalificación y sí como instrumento que amplíe el campo de comprensión, puede ayudar a los ciudadanos a evaluar a sus dirigentes y también a explorar respuestas cuando en momentos críticos se hacen a sí mismos preguntas como: ¿qué nos pasa a los argentinos? o ¿por qué elegimos como elegimos?

(*) Escritor y periodista

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