Por Roberto García |
Se despide este domingo alguien que no quiso ser Presidente y, en su lugar, asume una figura que pretende la ocupación plena del cargo, en pugna contra la responsabilidad dilapidada por Alberto Fernández. Difieren ambos en la ambición. O el coraje. Además, Javier Milei roció de nuevas ideas a la ciudadanía con la fe de un predicador que no teme ser converso, presto a abdicar de la dolarización, el fin del Banco Central o el exagerado filo de la motosierra en apenas 15 días de acechar la Casa Rosada: este liberal libertario enterró banderas y dogma, se volvió más pragmático que el Arturo Frondizi de la vuelta de campana de su nacionalista promesa energética firmada por el mismo en “Política y Petróleo”.
Ni siquiera incorporó Milei a su Gabinete adláteres de su correntada anarca, sea porque no abundan o debido a la escasa cintura política de los miembros de esa grey. Ni uno. Va a gobernar solito, como han sido sus 53 años de vida, igual que el honorable gascón de Dumas, apenas acompañado por Aramis, Athos y Porthos, el espontáneo trio de mosqueteros que se ha bautizado así mismo bajo la representación de Karina Milei, Nicolas Posse y Santiago Caputo.
Parte un Alberto Fernández que se embriagó con la fortuna en tiempos de desgracia, el Covid, justo cuando alcanzaba picos de exultante aprobación. Debió creer el elegido a dedo que era un héroe, en la consagración eterna y en la inalcanzable distancia con Cristina, la Cámpora, intendentes y gobernadores del PJ.
Apenas si amagó con crearse un destino propio, independiente, la identidad que le corresponde a un mandatario. Duró menos de un chispazo su iniciación, la Vice y su corte vociferante establecieron la temporada cinegética: fue demolido, subestimado, humillado, le acortaron el mandato y él no expresó ni un grito de autonomía, dolor o pérdida. Desertó sin luchar.
Apunta distinto Milei: ya encuadró a su disgustada vice, Victoria Villarruel, y le puso reparos a la influencia de Mauricio Macri & Cía. Todo por un peso: el ex Presidente lo felicitó por su compañera de fórmula, a su juicio más interesante que las que lo acompañaron a él en el pasado, sin saber que Milei ignoraba de la entrevista que su segunda había mantenido con el ingeniero boquense. Desde ese momento, lapidó vía Guillermo Francos las relaciones de ella con la Policía y los militares, se encargó al ministro del Interior como interlocutor de esas fuerzas. Y, por si fuera poco, la nombró a Patricia Bullrich en Seguridad y a Luis Petri en Defensa, suena alerta roja si la Villarruel se acerca a esas zonas.
También el propio jefe de Estado se amputó: soñaba con un BCRA fulminado, la dolarización y, en ese falso trayecto, primero mudó su teoría a la de Emilio Ocampo, luego se apartó de ese propósito y de su acompañante, convocó a su criticado financista Luis “Toto” Caputo y le permitió que incorporara a su socio Santiago Bausili como titular del Banco Central. Una sociedad no secreta.
De paso, Caputo hasta se cargó al Demian Reidel que estaba en Miami y se negó a presidir un instituto que fuera un apéndice de Economía. O una remake del tándem Carlos Melconian-Rodolfo Santangelo que propiciaba la Mediterránea. Cambiante el nuevo jefe Milei, ahora le gusta unificar personería y suspender proyectos.
Aunque “el jefe” es Karina, a la cual habría que llamarla “la sombra”, poco encariñada con cargos o documentos a firmar y atenta a proteger el frente y perfil de su hermano. De las espaldas no puede, es mucho. Tal vez agradezca a la justicia porteña que le limpiaron una causa a Bausili, hombre que fue segundo de Hernán Lacunza en tiempos del “reperfilamiento” y ni se preocuparon por las versiones de hipocondría características en Caputo —dicen— cuando la tómbola no coincide con el número que él apostó. Al menos es lo que se comenta en el mercado financiero, en el que se reputa al nuevo ministro como uno de los más arriesgados participantes del medio.
Menos debe haber entendido Karina en la designación de Florencia Mizrahi en la AFIP, una abogada tributarista que trabajó muchos años defendiendo impositivamente a Cargill, una de las grandes exportadoras de granos que curiosamente siempre tiene mínimas ganancias para disgusto de quienes investigan evasión. Para la izquierda será “poner al lobo dentro del gallinero”, una acusación seguramente injusta con la simpática mujer a punto de jurar.
Si “la sombra” Karina objeta y separa personajes —como el caso de Ramiro Marra, fundador del partido y quizás aportante—, también ordena la actuación de otros, como el obediente Guillermo Francos, a cargo de ciertas misiones. Por ejemplo, montar la “macrifobia” por él interpretada y cuya autoría se le atribuye al jefe de gabinete Posse, quien debe pensar por su propia cuenta en lugar de que lo mande alguien. Igual hay sospechas sobre esa paternidad.
Francos igual se excedió en otras observaciones, vaticinar por ejemplo un inmediato dólar de 650 que junto al impuesto país podría ser razonable para importadores (quedaría alrededor de 800), insuficiente en cambio para exportadores que tal vez aguarden liquidar en espera de otra mejora. Demasiado atrevimiento.
Deslices por hablar de temas que no le corresponden, como Diana Mondino instruyendo a los industriales la compra de generadores porque va a faltar energía. Se supone que Carlos Bastos, quien fuera funcionario de Domingo Cavallo, y hoy es el tutor no designado del rubro, se habrá molestado con esa declaración. Aunque resultó más asombroso el pronóstico agorero del propio Milei anunciando una venidera stagflation. Ni se le ocurre al oráculo opositor anticipar esa infeliz catástrofe.
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