Por Carlos Fara (*) |
El equipo está en los vestuarios haciendo precalentamiento, mientras se van conociendo las caras unos con otros. No es la primera vez, ni será la última que alguien llegue improvisando y de apuro. En este caso se combinó el ajustado cronograma electoral e institucional, con lo novedoso del equipo ganador. Esto hará que, más allá de lo simbólico y de lo más rimbombante –por ejemplo, el paquete legislativo– ésta sea una administración que le llevará un tiempo encontrar el timing y jugar coordinadamente. ¿Hay tiempo para eso?
El manual de Bilardo indicaba que siempre se debía comenzar con una victoria bastante probable para empezar a cultivar la mística ganadora del equipo (algo como lo que logró San Martín al dar la batalla de San Lorenzo). Arrancar con una derrota no sería lo aconsejable según el criterio del Doctor. El lunes 11 empezará a jugarse el primer partido de este campeonato. Si el nuevo oficialismo decide jugar a todo o nada con una ley ómnibus, corre el riesgo de empezar con una Cancha Rayada. En los detalles está el diablo.
Como se podía prever, UP impuso su criterio y será quien tenga más peso en las comisiones legislativas, las que empezarían a tratar el o los proyectos del Gobierno cuando los envíe en extraordinarias. Si el kirchnerismo / peronismo se planta en los temas más sensibles, las iniciativas del oficialismo no tendrán aprobación para pasar a su tratamiento en el pleno. Solo se podrían tratar en el recinto sobre tablas con el acuerdo de los dos tercios de los diputados, algo que hoy suena una quimera. De modo que, cuantas más cosas haya en una ley ómnibus, más complejo será su trámite, más tiempo llevará y más difícil será que el nuevo Presidente reciba las herramientas necesarias para su ambicioso plan de reformas.
Si el paquete se frena en Diputados, algunos especulan con que el mandatario podría aplicar los famosos Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU). Sin embargo, aquí hay dos frentes por atender: 1) la comisión bicameral que los evalúa, y 2) los reclamos ante la Justicia (memoricen este término: “fuero contencioso administrativo”). Es decir, no se puede gobernar a golpes de DNU, así como así. El gobierno nacional entrante obviamente aducirá que lo votó una amplia mayoría. Sí, pero… los otros también juegan… como la Corte Suprema, la cual mira al león con el ceño fruncido. Por eso, Carlos Salvador Milei puso de back central a un arquitecto jurídico de los 90, Rodolfo Barra, en una de las tantas astucias que cometió en estas tres semanas (aún cuando no pueda asumir por edad, estará en el banco dando indicaciones).
Un ómnibus es algo bueno para trasladar mucha gente, pero sumamente inconveniente cuando se debe transitar por espacios estrechos. En ese caso es más recomendable usar un Fiat 600 o un versátil Mini Cooper (como nos los vendió el recordado film “The Italian Job”). Acá veremos no solo con qué nivel de astucia / prudencia actúa el equipo político del libertario, sino también con qué rapidez aprenden sobre la marcha y cambian la estrategia de juego. Si el team Macri –¿el mejor de los últimos 50 años?– pidió tiempo para que los CEO’s aprendiesen, con más razón lo necesitarán “los soldados del león”.
Contrariamente a lo que muchos piensan, acumular “casta” en la nueva administración no es un problema en sí mismo. Al Rey León lo evaluarán por los resultados. Si alguna fórmula mágica hace efecto, no importará mucho con qué “menesterosos” lo hizo (“Si hacíamos política solo con los buenos…” reflexionaba Perón). Por lo pronto, en las segundas y terceras líneas hay macristas, bullrichistas, schiaretistas, oportunistas, menemistas de los 90, etc. Solo cuando todo el equipo esté parado en la cancha, podremos ver quién salió ganando más en la repartija. ¿Está demasiado rodeado de peronistas, como se lamenta el Emir de Cumelén? Francos “lo atendió” esta semana en los medios para dejar claro de qué se trata este nuevo imperio.
Con el gobierno más débil políticamente desde 1983, resurge la gran pregunta estratégica: ¿hay que confiar en el peronismo para hacer acuerdos?, ¿hay que negociar un gran acuerdo con un bloque de gobernadores, o hay que ir situación por situación? El mismo dilema que le generó tanto malestar a Macri, al punto de reconocerlo en su primer libro pospresidencial, y que lo distanció de Monzó y Frigerio: su autocrítica es que la culpa la tuvieron ellos. Como el cuadro es muy distinto al de 2015-2019 –el nuevo oficialismo ni siquiera controla la Provincia de Buenos Aires– los aprendizajes de entonces ya no sirven ahora. Y porque no existe una recomendación estratégica única aplicable a cualquier coordenada de tiempo y espacio. Una estrategia siempre es un traje a medida. Un último apunte sobre este tema: con Macri y su tropa no alcanza, ¿cómo se garantiza entonces al menos una mayoría que logre el quórum en Diputados si no es pescando en otras peceras, aunque no sean confiables? La política está repleta de riesgos.
En esta coyuntura hay muchas betas por explorar. Un apunte más de todo lo que acontece es qué pasará en las calles: ¿habrá resistencia popular sistemáticamente que le hará imposible gobernar? En algunos sectores sin duda, haga lo que haga, y diga lo que diga Milei; en otros dependerá. Volvamos a Bilardo: lo importante es el resultado. Las toneladas de piedra contra la reforma previsional de Macri no le impidieron aprobarla y ejecutarla. De modo que habría que prestar menos atención a los fuegos artificiales –amenazas, declaraciones, marchas– y más a lo concreto: ¿el líder logra sus objetivos o no?
Dada la precariedad de la economía y el poder del nuevo oficialismo, quizá el Presidente debería estar más preocupado por lo que suceda en los mercados que por lo que suceda en las calles. Una piedra más o menos no cambia el escenario. Un ceño fruncido de los brokers puede ser una catástrofe (y si no, que lo diga Macri). Con esos amigos, para qué quiero enemigos.
(*) Consultor político
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