Ministro-candidato. "Desató en las últimas semanas una campaña de miedo".
Por Sergio Sinay (*)
En la impúdica búsqueda de su fin (hacerse del poder ganando las elecciones) el ministro candidato, representante y miembro del régimen que gobernó durante treinta de los cuarenta años de democracia desató en las últimas semanas una campaña de miedo que no reparó en medios, en escrúpulos, en promesas incumplibles a la luz de su propio currículo ni en faltas seriales a la verdad. Ante algunos sectores de la sociedad esa vergonzosa campaña resultó eficaz.
Personas que supuestamente tienen recursos para pensar por cuenta propia dejaron de hacerlo (acaso no lo hayan hecho nunca), intelectuales que tenían cierto prestigio lo rifaron para disparar solicitadas y cartas abiertas en las que se mostraron amanuenses y operadores del candidato que comandó la marcha hacia la inflación del 150% anual (por lo bajo), la pobreza del 40% (18 millones de personas), la indiferencia ante la inseguridad, el desmantelamiento y destrucción de la salud, el silencio ante el atropello del oficialismo a la Justicia y así con una nutrida lista de temas que determinan el estado actual de la sociedad argentina.
En su diálogo con el politólogo y filósofo lituano Leónidas Donskis (1962-2016), recogido como libro con el título Ceguera moral, Zygmunt Bauman (1925-2017), el gran sociólogo y pensador polaco, afirma que, en la modernidad, es decir hoy, el miedo no parece una anormalidad curable, es “una excrecencia maligna que exige ser extirpada” pero sigue allí, y concluye que la cultura del miedo produce la política del miedo. Bauman enumera tres razones que sostienen al miedo: 1) la ignorancia (no saber qué pasará a continuación); 2) la impotencia (sospecha de que nada se puede hacer para evitar eso que no se sabe qué es y que se teme); 3) la humillación derivada de no haber hecho nada ante aquello que se temía, de no haber atendido señales, de haber sido indolente, carente de voluntad y, en definitiva, responsable de lo que finalmente ocurrió. En ese mismo diálogo, Donskis advierte que el miedo alimenta el odio y el odio alimenta el miedo. El temor es un sentimiento que viene de lejos, agrega el filósofo lituano, y dice: “Cualquier fenómeno nuevo puede provocar un brote de pánico moral y reacciones exageradas y en ello se puede detectar un temor domesticado o dócil”.
A producir ese temor domesticado y dócil apuntó groseramente en estas semanas la campaña oficialista del miedo, que contó con el asesoramiento de un equipo de especialistas brasileños que no llevan los escrúpulos morales en su caja de herramientas, y con la colaboración de medios, columnistas y comunicadores locales. Curiosamente la artimaña tuvo mejor cosecha entre quienes supuestamente contaban con recursos para no caer en ella que entre personas menos “inteligentes” pero con mejor memoria (o con una memoria no recortada ni especulativa). Ante el miedo ciego, que anula la capacidad de ejercer el pensamiento crítico y autónomo, las variadas encuestas que a lo largo de este año señalaban a la inflación, la corrupción, la inseguridad y la pobreza (en ese orden decreciente) a la cabeza de las principales preocupaciones de la sociedad argentina, muestran a tales preocupaciones como fuego de artificio, como pura apariencia. A la hora de los hechos, y de los resultados electorales, gana la hipocresía. Lo que se consideraba importante no importa.
Esta idea puede resultar urticante y quizás escandalizar a quienes en aras del pensamiento correcto absuelven a la sociedad de la parte que le toca en las tragedias que vive. En la tragedia, según la plantearon los antiguos dramaturgos griegos, los protagonistas marchan hacia un destino funesto a través de acciones que todos (el espectador en primer lugar), menos ellos, ven como precipitantes del aciago final. Y no se detienen hasta que los dioses les propinan ese epílogo funesto. La tragedia tiene un final anunciado y previsible, que no es fatalidad y que no es ajeno a las decisiones de los protagonistas. Autora y actora de sus propias tragedias, la sociedad argentina (al menos una masa crítica de ella) puede escribir la próxima el domingo venidero. Si es así, estará dictada por un miedo perverso.
(*) Escritor y periodista
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