Por Guillermo Piro |
La semana pasada fue a imprenta el último volumen de la Svenska Akademiens ordbok, o sea el diccionario de la Academia Sueca. Se trata de un diccionario que por su volumen, cuidado y número de voces no tiene comparación en el mundo. No incluye solamente palabras actuales, sino también términos usados en el pasado, con su etimología, ejemplos y citas provenientes de textos célebres. Para terminarlo hicieron falta ciento cuartenta años. Pero lo que es peor, el trabajo aún no terminó. Es el diccionario más completo realizado hasta ahora sobre la lengua sueca y sobre la evolución de su historia, que como cualquier incauto podrá adivinar, es larguísima.
El Svenska Akademiens ordbok fue encargado por la Academia Sueca, fundada en 1786 por el rey Gustavo III de Suecia, para promover la lengua y la literatura del país. El diccionario da cuenta de la lengua sueca desde 1521 hasta nuestros días, y contiene más de 450 mil voces y 9 millones de citas distribuidas en 39 volúmenes, con un total de 33.111 páginas. Solo para dar una idea, la versión más actualizada del Diccionario de la Real Academia Española contiene 93 mil voces y tiene 2.376 páginas.
El diccionario comenzó a realizarse en 1883, y en todos estos años trabajaron en él 137 personas. Solo existen 200 copias del diccionario entero que pueden consultarse –por lo general recurren a él lingüistas, traductores e historiadores, es decir todos aquellos que pueden necesitar consultar y descifrar un texto sueco antiguo–, pero fiel a los tiempos que corren, una versión del diccionario puede consultarse online. El curador del proyecto se llama Christian Mattsson, quien en una charla con la agencia France-presse dijo que el trabajo continúa. Por ejemplo, los volúmenes de la A a la R fueron terminados hace tanto que tienen que ser revisados para incluir vocablos recientes, como “app”, “computadora” o “alergia”, una palabra muy común pero que, como entró en el léxico sueco alrededor de 1920, en el primer tomo, impreso en 1893, no figura. Según Mattsson, en los próximos siete años tienen pensada la inclusión de 10 mil palabras más.
Es notable la felicidad que puede deparar tener en mano un buen diccionario, sobre todo si la actividad a la que se dedica quien lo consulta es la traducción. Como es imaginable, el traductor de hoy rara vez recurre al diccionario cartáceo: existiendo innumerables diccionarios online, para cuya consulta solo hace falta mover los dedos, no hacer repeticiones de brazos y abdominales, su consulta es mucho más cómoda y, sobre todo, no exclusiva. El traductor, desconfiado por naturealeza, no suele quedarse con la primera versión de nada, ni de lo que traduce, ni de lo que piensa, ni lo que le dice el diccionario. Y sin embargo no logra desembarazarse de los tomos de esos viejos diccionarios a los que acudió en un momento, cuando el mundo de la web no existía.
Algo, sin embargo, extraña de aquellos tiempos: la apuesta continua a acertar la página que quería ser consultada. Tanto ejercicio físico, tanto esfuerzo muscular, lo llevaba a lograr intuir en qué página podía encontrarse el término que buscaba. Era algo difícil de acertar en un grueso volumen de alrededor de 2 mil páginas, un juego imposible en 39 volúmenes. Y sin embargo los traductores del sueco están felices. Rara vez tendrán la posibilidad de encontrarse traduciendo un texto del siglo XVI, pero si ello llegara a suceder ya saben a qué diccionario recurrir. La consulta del Svenska Akademiens ordbok es gratuita, online, y que hayan trabajado en él 137 personas desde 1883 otorga cierta tranquilidad a sus tendencias paranoicas: tantas personas no pueden haberse equivocado tanto.
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