Por Carlos Fara (*) |
Fue un debate sin bate: poca creatividad para el nivel de riesgo que algunos debían tomar. Ergo, su incidencia en el voto es casi nula. Veremos si cuando salen de los vestuarios para jugar el segundo tiempo, los equipos salen con otra garra a la cancha. Hay dos, que se juegan la vida en las próximas dos semanas: es plata o merde. Más riesgo es más probabilidad de equivocarse, como en la vida. Vamos a ver de qué madera está hecho cada uno.
El león se preserva en su cueva. Casi no tiene agenda pública. Tiene sentido, si parece que es uno de los dos que ya tiene un ticket para la inexorable segunda vuelta. La orden que bajó a su tropa es: bajen el perfil, nada de medios, solo territorio; no les pedimos que ganen la elección, solo “eviten hacer cagadas”. Esta nueva versión del Estudiantes de Zubeldía obedece porque tienen la sensación de ser aquél equipo que ganó la Intercontinental de 1968.
Un capítulo aparte es todo lo que está sucediendo a su alrededor. Para administrar ansiedades, la línea es “no se habla de cargos hasta que se gane”. Sin embargo, ya hay un nombre público para el Banco Central. Hay otro –aeroportuario– como probable ministro del Interior. Un tercero, como jefe de Gabinete y hasta se arriesga un cuarto para el peligroso Ministerio de Economía. Mientras, la platea se va poblando de nombres de casta, pero que al líder parecen no molestarle, en tanto y en cuanto coincidan con sus ideales (lo dijo en el debate). En ese ejército en formación hay desde figuras muy prestigiosas y referentes en sus temas, hasta integrantes de la Armada Brancaleone. A su público actual mucho no le preocupa, siempre y cuando en algún momento haya resultados.
A Sergio Tomás Copperfield se le acabaron los tiempos de los anuncios dadivosos, y encima se encontró con una tormenta triple: Chocolate, el yategate y el dólar blue que se fue a las nubes. ¿Lo afectan electoralmente los dos primeros hechos? Quizá no. Los votantes decepcionados con la corrupción kirchnerista ya se fueron hace mucho, por eso, hizo la peor elección presidencial de la historia el peronismo. Lo que queda es un núcleo duro impermeable a este tipo de menesteres. Claro, al mismo tiempo, le dificulta captar los decepcionados de 2019, poniéndole una capa de cemento al techo de por sí, bajo. A rezar que las derivaciones de los yates y los chocolates no lo involucren.
¿Lo afecta a Axel, dado que Insaurralde era su jefe de Gabinete? Puede ligarla, aunque es vox populi en propios y extraños la honestidad del gobernador. ¿Quién se favorecería más en todo caso? Por el tufillo que desprende “la casta”, se debería orientar más a Milei que a Bullrich. Tirando de la cuerda, pareciera que todos tienen manchas de chocolate… (No quedó claro aún qué le pidió la candidata cambiemita a su candidato a senador nacional bonaerense).
Muy distinto es el impacto del blue sobre el tigrense, ya que la sensación popular habitual es que todo se está yendo al demonio y el futuro será para peor. ¿Tendrá algún pase de magia para el segundo debate? En el primero zafó y tuvo un desempeño bastante razonable. No necesita ser genial, solo debe mostrar más garra y deseo de ser que la “Pato”.
Uno de los capítulos de la semana debería llamarse “Patricia Reina vs. resto del mundo”. Desde la batalla con Milei hasta el entredicho con el Emir de Cumelén, pasando por el cuestionamiento que le hizo el expresidente Mujica, sea como sea, la deriva siempre la lleva a uno de sus leitmotivs: tengo el coraje necesario. El conflicto con Milei es natural, con el uruguayo fue impensado, pero la relación con Macri deja más dudas que certezas: ¿hacía falta hacerlo en público? Tomemos en cuenta dos contra-argumentos legítimos: ella tiene que demostrar que no será Alberto y no puede dejar pasar que su mentor confunda al electorado con que el libertario ofrece algo interesante. Son buenos puntos.
La pregunta de fondo estratégica debería ser sobre el origen de las cosas: ¿por qué Macri se toma esas licencias?, ¿por si gana, por si pierde, o por las dos cosas? ¿Cuántas veces más, ella deberá ponerle límites de acá al 22 de octubre?, ¿no lo conoce aún a su mecenas?, ¿no sabe todavía que el personaje no tiene límites a la hora de sacar “ventajas”? Un “alma bella” –diría Pichetto–, pensará que lo que hace el creador del PRO es injusto. Puede ser, pero a “injusto” y a “seguro” se los llevaron presos hace mucho. Ojalá se cure de la gripe, para que se pueda ver una mejor versión suya en el segundo debate. (¿Habrá somatizado?).
Dicho todo esto, esta semana nos desayunamos con una nueva edición del Índice de Confianza en el Gobierno (ICG) de la Universidad Di Tella, que conduce el reconocido politólogo Carlos Gervasoni. El colega siempre subraya que el mencionado indicador no es un predictor de la intención de voto de los oficialismos de turno. Sin embargo, señala tendencias. En esta oportunidad registró una caída de casi el 19% respecto al mes previo (agosto). De los cinco factores que mide, la peor baja fue en la evaluación general del Gobierno.
¿Qué pasó en el medio? La devaluación pos-PASO y la disparada de la inflación. Por eso, en el primer debate Massa evitó mencionar a Alberto y a Cristina, y habló de lo que haría cuando él sea gobierno (sin sus dos socios “malditos”). Veremos cuántos creen en esa línea argumental.
Un éxito parcial de un actor puede ser efecto de la suerte. Dos triunfos ya suenan a que algo debió ser bien hecho. Por eso, más allá de los gustos personales, se debe ser cauteloso al predecir conductas de los personajes, aún de los más alocados. Hay algo que se llama “sistema”, es decir un conjunto de reglas escritas y no escritas que condicionan el accionar de los integrantes. Cuando ese sistema hace lo que nos gusta, lo llamamos “institucionalidad”. Cuando no nos gusta, lo llamamos “la máquina de impedir”.
Mientras nosotros festejábamos la primavera, el chico de Lomas cantaba: “Labios prohibidos, vestido escotado… caviar, champagne, un solo de saxo sensual… Jet-Set, yo solo quiero ser del Jet-Set”.
(*) Consultor político
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