Por Manuel Adorni
El país se ha quedado sin combustible. Si bien es cierto que el problema no es reciente, hemos visto en las últimas horas el mejor resumen de un país inmerso en el desorden económico y el desconcierto social.
Las causas son varias: el atraso cambiario, la falta de dólares, los problemas en las importaciones y por sobre todo la incertidumbre. A pesar de que las causas resultan algo más que evidente, el Gobierno atribuyó los problemas en el abastecimiento al aumento en la demanda de las naftas: increíblemente se responsabiliza a la gente de haber generado la escasez.
El faltante no es propio del rubro de los combustibles sino que el mismo se extiende a prácticamente todos los rincones del comercio argentino. Simplemente con ver las góndolas en los supermercados, buscar un repuesto para un automóvil o intentar adquirir algún bien del ámbito tecnológico uno se topara con una realidad insoslayable: la Argentina se encuentra detenida.
El deterioro económico que se viene gestando durante las últimas décadas está terminando como lo indica el sentido común. La inflación que cercena los bolsillos de los argentinos, los niveles de ingreso que nos posiciona en un espectro amplio de pobrismo absoluto, la falta de productos, un nivel educativo diezmado por la insensatez de la política y de un sindicalismo rancio son parte de un combo que ha empobrecido sin pausa a la Argentina.
El “Estado presente” pregonado por el kirchnerismo lo ha destruido absolutamente todo. El esquema asistencial también fue el gran verdugo de lo que alguna vez fuimos. Los jubilados reciben a valores actuales un tercio del haber jubilatorio que recibían hace un cuarto de siglo. El descontrol en planes sociales sepultó la cultura del trabajo e hizo ricos a decenas de punteros políticos que encontraron en el necesitado una fuente de riqueza personal interminable.
Argentina supo ser una potencia económica mundial. La riqueza de un argentino llegó a ser similar a la de un norteamericano. También supo no tener inflación y ser una máquina de sacar gente de la pobreza. La política ha destruido la grandeza de estas tierras.
Cuando el país entienda que la educación, la inversión, el ahorro y el trabajo acompañados por instituciones sanas y el respeto por las leyes será allí el nuevo comienzo hacia un futuro que se encuentre muy lejos de la decadencia actual.
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