Por Sergio Suppo
Un país atribulado por una crisis sin gobierno ni final está dispuesto a provocar mañana un terremoto político de dimensiones desconocidas. El cuadro es tan complejo que hasta los pronósticos carecen de sentido. Nadie puede saber hoy qué destino elegirán mañana para sí mismos los argentinos.
Todas las variantes posibles, sin embargo, albergan el tránsito por un camino por ahora ignorado. Primero, en una situación inédita, la Argentina empezará a definir a su presidente en un escenario en el que juegan con chances equivalentes tres fuerzas políticas.
Aun con deformaciones planteadas por proscripciones, estallidos institucionales o supremacías transitorias, el país siempre tendió a mantener un juego de dos competidores. La irrupción de un tercer actor, Javier Milei, rompió esa lógica que se arrastraba desde la instauración de elecciones libres, más de un siglo atrás.
La hipótesis de una segunda vuelta puede devolver la ilusión de un sistema electoral binario. Pero será solo eso. No alcanzaría para borrar que a esta competencia llegaron tres candidatos presidenciales con posibilidades.
La cultura política bipartidista es tan fuerte que quien anunció que se propone destruirla cree que luego de su hipotético triunfo y durante la conformación de su gobierno la Argentina se dividirá en dos grandes conglomerados. “Los que amamos la libertad y los colectivistas”, tal las palabras de Javier Milei al matizar esta semana su visceral ataque a lo que llama “la casta” y abrir las puertas a dirigentes de los otros partidos dispuestos a acompañarlo. El libertario postula una renovada grieta a partir de su supuesto de que todo el sistema colapsará, en particular quienes resulten más golpeados mañana.
Milei es en sí mismo la otra novedad del desenlace del domingo. Incluye datos sin registro, tales como el ingreso de la Argentina al club de países con dirigentes disruptivos que amenazan y en varios casos consuman sus amenazas de dinamitar el sistema político al que acaban de ingresar.
No es lo único. La Libertad Avanza creció desde la nada en apenas dos años, sin bases territoriales ni estructuras. Quienes pretendieron comparar el fenómeno al nacimiento del peronismo pasaron por alto que el coronel Juan Domingo Perón era una figura central del régimen de facto originado en 1943 y que dispuso del Estado para edificar su movimiento.
El crecimiento de Milei es hijo del también inédito hartazgo de una porción importante del electorado. Nunca, ni aun durante la hiperinflación previa a la elección de Carlos Menem en 1989, los argentinos llegarán a votar en un estado que incluye tristeza, enojo y deseo de terminar con sus padecimientos.
En un país en el que presentarse en nombre de la derecha fue siempre complicado, Milei ha sorteado ese prejuicio y utiliza el lenguaje extremo para ubicar a todos sus rivales a su izquierda. La semejanza verbal con Jair Bolsonaro es completa en ese sentido.
Si el envión que pareció tomar luego de las elecciones primarias llegase a consumarse, Milei sería también el primer presidente en llegar al poder sin tener más que algunos pocos diputados, y ningún gobernador ni intendente.
Las novedades no se agotan en el libertario, aunque la campaña electoral lo haya tenido como gran protagonista y no haya ninguna encuesta que garantice que será el próximo presidente. Hay hipótesis que, al revés, indican que la alta exposición provocó en Milei un descenso de su atractivo. No hay dato concreto que funde tal supuesto ni que lo desmienta.
Es también una noticia que el candidato de un gobierno que llega a las urnas en la situación en la que se presentará Sergio Massa tenga posibilidades de éxito. No solo eso. El postulante peronista es responsable de la deriva hacia una hiperinflación y, sin embargo, confía en llegar a una segunda vuelta.
En el otro extremo de las expectativas de Massa, que cerró su campaña rodeado de significativas ausencias, hay otro hecho inédito. El peronismo podría quedar por primera vez tercero. No sería más que un dato estadístico si no se tuviese en cuenta que el camino hacia el 10 de diciembre será hecho por un gobierno en derrota y sin recursos materiales para frenar los sacudones de la economía.
El juego de posibilidades a partir de la decisión de los argentinos incluye también a quien hasta las elecciones primarias era la fuerza con más posibilidades de heredar el poder.
La sorpresa por la irrupción de Milei expuso la parálisis de Juntos por el Cambio, que durante casi dos años se entretuvo en una competencia interna que, una vez que terminó, no logró poner en valor a su vencedora sino, al contrario, enredarla en la indefinición.
Patricia Bullrich pareció tomar el rumbo apenas dos semanas antes de las elecciones, cuando en el segundo debate de candidatos enfocó su discurso en diferenciarse de sus dos rivales.
La incorporación de su vencido, Horacio Rodríguez Larreta, a 10 días de las urnas, muestra reflejos aletargados. Era elemental garantizar antes la suma de los votos del jefe de Gobierno porteño para luego ir en busca de adhesiones que se fueron con Milei, conseguir desencantados del peronismo y movilizar a votar a una buena parte de los que no lo hicieron en las PASO.
Bullrich no capitalizó tampoco la serie de triunfos y buenas elecciones que Juntos por el Cambio realizó en varias provincias en las que destronó al peronismo, además de retener todo lo que ya estaba gobernando.
Queda por ver si la alianza opositora se mantiene en competencia a partir de una eventual decisión de votantes que opten por un cambio más racional y menos incierto que el que propone la Libertad Avanza.
En apenas horas, el país establecerá la exacta dimensión del terremoto político que quiere tener. Todo parece posible, menos un pronóstico certero.
© La Nación
0 comments :
Publicar un comentario