Por Renato Salas Peña (*)
Desde que los griegos se dispusieron a darle forma a los procesos educativos, los docentes utilizan la palabra innovación sin demasiada innovación, claro, no se entienda esto como una crítica furibunda a los intentos del profesorado por alcanzar clases que bordeen lo surrealista y expongan en esos experimentos posmodernos a sus propios alumnos.
Porque valgan verdades, quién es capaz de ser tan original todos los días de la semana, de lunes a viernes, hay veces por más de diez horas sin interrupción y por ciclos de 16 a 18 semanas multiplicados por dos, y sumando incluso, los cursos de verano. Perdonen la tristeza y optimismo vallejiano, pero en este largo proceso que es el aprendizaje, lo vital debe recaer en lo honesto, en la posibilidad de mejoras que se van creando, ideando de a pocos, y si es de a poquitos, mejor aún.
El pensamiento de diseño, traducción literal del Design thinking, ha venido desde la Universidad de Stanford en California en los años 70 y se ha ido posesionando del mercado –como ya lo decía- lento pero seguro, y hoy ocupa un lugar privilegiado en cuanto a proyecto nuevo se refiere: ideas nuevas para necesidades reales.
El gurú Tim Brown habla de sensibilidad, necesidad, factibilidad, viabilidad, valor, oportunidad y algunos sustantivos más que son aplicables al aspecto educativo y es por esto que el día de hoy ya se postula un Design thinking educativo y sobre esta propuesta es lo que se trabajará en las siguientes líneas.
Todo es un proceso, y el design thinking no es la excepción, cinco pasos muy marcados (podrían quedar en tres si se enfoca a lo educativo), pero arranquemos desde ese primer momento: El explotar la empatía, ese primer día de clases en el cual uno hace contacto con el alumnado, esa primera oportunidad que no tiene una segunda oportunidad, ese momento clave en el que entendemos sus deseos, necesidades, lo que ellos quieren. Para a partir de aquí poder pensar en los posibles equipos de trabajo, momento clave, un error involuntario y se cae todo el proceso. La solución al problema, nuestro prototipo de solución, que ha sido el resultado de muchos juegos, porque esa es la idea de la educación: el divertirnos, no la actitud contrita y amarga del educando castrado y memorial; lo que se desea, en verdad, es salir de uno mismo, liberarse de la manera más creativa, caer en absurdos para aprender a reírnos de nosotros mismos y proponer ideas nuevas que nos ayuden de manera real.
Pero, el llegar con una clase ya armada, porque los sílabos y las sesiones ya están hechas y en molde listas para ser repetidas docente tras docente, sin haber pensado incluso, en el grupo que nos tocaría, se trae abajo esa empatía que tal vez, solo tal vez, se logre recuperar tras algunas clases. Los equipos de trabajo que muchas veces son regidos por uno o dos compañeros y el resto amablemente se hace a un lado para no estorbar es una de las causas que dejaría a este proceso fuera de lugar en su segundo paso. Los profesores están listos en realidad para aceptar las propuestas de solución, esas nuevas ideas, más jóvenes, más creativas que ellos mismos.
Como podemos observar, el Design thinking puede ser una realidad, puede ser una verdad muy grata en los procesos educativos y de aprendizaje, no la única, pero una buena alternativa que sumará a esa necesidad docente de mantener la motivación y la sorpresa en nuestro día a día en las aulas, no tan solo en bien de nuestros alumnos, sino del de nosotros mismos.
(Ciudad de Palomino)
(*) Lima-Perú 1971 - Docente universitario, Licenciado en Educación con especialidad en Lengua y Literatura, asimismo llevó una Maestría en Docencia a Nivel Superior y Gestión Educativa y actualmente un Doctorado en Humanidades.
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