miércoles, 20 de septiembre de 2023

Paradojas y absurdos de la decadencia argentina

 Por Pablo Mendelevich

Decadencias como Dios manda conocieron los egipcios, los griegos, los chinos, los romanos, los españoles. La decadencia argentina, en cambio, es de tipo sui generis, elástica, un poco absurda. Va y viene. O por lo menos eso se prefiere creer a menudo al amparo de aquella legendaria invocación religiosa a una buena cosecha, nada de caer en las garras del pesimismo sombrío.

Acaba de ocurrir, pero el vértigo de estas semanas quizás arruga los recuerdos: en la campaña electoral para las PASO se debatió si la Argentina es o no un país de mierda (me disculpo de antemano por este intervalo soez; como lo explicó Roberto Fontanarrosa en el Congreso de la Lengua, mierda es una palabra irreemplazable). 

El debate incluyó un desmentido de la vocera presidencial Gabriela Cerruti que devolvió el sosiego a muchos hogares: no lo es, se informó oficialmente. Sergio Massa refrendó: “vamos a defender la identidad de nuestra patria frente a quienes plantean un país de mierda”.

De a ratos el debate ganaba algo de elegancia: se discutía si éramos o no un país “normal”. Patricia Bullrich afirmó que la Argentina no es normal porque no se puede soñar, sentir, proyectar. El gobierno le respondió de inmediato. Convirtió a ese adjetivo en jactancia irónica: es cierto, no somos un país normal, Maradona y Messi son nuestros, el Papa también. Enlistó bellezas naturales, premios Nobel, logros futbolísticos, universidades públicas, costumbres locales como la de abrazarse con desconocidos o aplaudir en los aviones cuando aterrizan, el sumun, en fin, de “una patria maravillosa” que el spot oficialista coronó con la foto de Massa y Cristina Kirchner sonriendo desde el simulador de vuelo. La última foto que se sacaron juntos.

Tiempo atrás el oficialismo consideraba una patraña macrista hablar de que los jóvenes querían emigrar. Con el correr de las semanas se hizo necesario negar la negación: “tenemos un montón de pibes afuera, pero alguien que los quiere repatriar”. Obviamente hablaban de Massa, el aparecido. “Ahora sí tenemos con quién”, se excitaba el locutor, algo desdeñoso con los egos de Cristina Kirchner, Alberto Fernández y, más que nada, del diezmado Eduardo de Pedro. Massa, el que “te va a ayudar a exportar”, no tenía por qué agarrar pero agarró. Un héroe. Podría pensarse que antes de sacrificarse aceptando ser ministro de Economía se hallaba feliz en Europa contratado por gobiernos del primer mundo a los que sacaba del pozo. Pero en realidad donde tenía un pasar “tranquilo” -así lo rememoró él- era en la presidencia de la Cámara de Diputados, cargo que no consiguió por camaradería sino por ser uno de los tres fundadores y responsables del gobierno argentino desde 2019.

Ninguna propaganda del gobierno menciona que casi la mitad de la población está en la pobreza ni que en materia de inflación sólo Venezuela nos supera. Salvo esas dos omisiones involuntarias, este spot, el del aparecido, incluyó un tranquilizador diagnóstico socioeconómico: “tenemos los restaurantes llenos, los recitales explotados, los aeropuertos abarrotados”.

Una vez más hay que imaginar a un senegalés, un guyanés, un canadiense, un francés, o quién sabe, un kazajo que desembarcan en Buenos Aires. Puestos a observar la realidad argentina, preguntan “¿acá se han vuelto locos de repente?”. No. De repente no, habría que contestarles. Venimos apilando.

Habría que actualizar cada tanto los absurdos, incongruencias, curiosidades y paradojas de ayer, ya que sustentan las extravagancias de hoy. Muchas obras se inauguran dos o tres veces y otras (sucedió con el famoso gasoducto “Néstor Kirchner”) se inauguran escenográficamente. Pero quizás represente mejor la decadencia la celebración del retorno del tren de pasajeros, un ícono del desarrollo troncal. Sucedió con la línea San Martín. “Cumplimos y logramos recuperar el tren entre Buenos Aires y Mendoza”, declara Martín Marinucci, presidente de Trenes Argentinos, en el sitio oficial Argentina.gob.ar. El tren “quincenal”, que ahora sólo llega hasta Palmira (no a Mendoza), anda aproximadamente a 40 kilómetros por hora. Tarda 30 horas para hacer 1030 kilómetros. Hace 86 años demoraba la mitad. “¡Cumplimos!”.

El peronismo hizo en las PASO de agosto la peor elección de su historia. Por primera vez salió tercero, marca que todos sus líderes evitaron comentar. Alberto Fernández había organizado un acto para celebrar la derrota de 2021, pero 2023 lo encontró menos eufórico. En vez de celebrar negó que las PASO tuvieran importancia.  . Por lo que al Estado le viene costando el proselitismo del ministro Massa rumbo a las generales del 22 de octubre (se calcula que las medidas electoralistas insumen 1,1 puntos del PBI) es una suerte para las cuentas públicas que hasta ahora no hubieran hecho “campaña en favor de la democracia”.

Cosas vederes, Sancho. La Casa Rosada organizó el 12 de septiembre el primer paro del gobierno contra la oposición, pero no el primero de la Argentina sino del mundo y, cabría añadir, de la historia de la Humanidad. El Ministerio de Trabajo tal vez pensó en llamar a conciliación obligatoria, pero los necios de la oposición seguro que no se iban a presentar. Gabriel Katopodis, el ministro activista huelguista, explicó que el paro estaba destinado a los hijos de los trabajadores. “No queremos que (los hijos) voten sin comprender lo que está en juego”, dijo, lo que convirtió este paro, también, en el primero que se realiza por disposición del Estado para concientizar electoralmente a parientes de obreros. Habrá que agregarle un capítulo a las historias del sindicalismo.

Este año el 2 de septiembre resultó ser laborable pese a que se conmemoraba el atentado contra Cristina Kirchner. El año pasado fue feriado nacional, otra singularidad local. No hay registros en el mundo de un feriado nacional por atentado. El aniversario encontró a la vicepresidenta sin abandonar su indignación con la causa judicial, porque no se comprobó que la oposición fue autora intelectual del hecho, como ella pretendía. Patricia Bullrich, a quien el kirchnerismo le reprocha no haber condenado el atentado, aprovechó la fecha para contar que justo estaba por condenarlo cuando escuchó al presidente culpar a la oposición de instigar el ataque y entonces desistió.

Habría que recordar que el presidente faltó el 25 de mayo al acto central realizado en la Plaza de Mayo, pero ello no fue institucionalmente oneroso porque al final no se trató de un acto patrio sino que aprovecharon para hacer uno partidario, encabezado por la vicepresidenta, y a él no lo invitaron. Como se puso de manifiesto el Día de la Patria, los dos líderes principales del sello “Unión por la patria”, cuyo slogan dice “la Patria es el otro”, no se hablan. La relación entre ambos era muy mala, pero a raíz de las opiniones de Alberto Fernández sobre las causas por corrupción de su compañera de fórmula, empeoró. Él había dicho que sabía muy bien que ella es inocente porque había leído las causas y eso lo sabe como profesor de derecho. Claro, además es el presidente de la Nación y el artículo 109° de la Constitución le prohíbe arrogarse el conocimiento de causas judiciales pendientes. Pero hace poco entró en un nuevo proceso de renovación de opiniones en coincidencia con la exitosa campaña de la vicepresidenta para obligarlo a desistir de ser candidato a la reelección. Al volver a leer las causas, Fernández descubrió que el haber firmado acuerdos con Lázaro Báez “es una falta ética muy grave”. Aclaró que delitos no hubo. Ahora, si el peronismo pierde las elecciones, hay que ver si de una relectura no empiezan a surgir delitos. Y para después del 10 de diciembre, quién sabe qué: nadie espera una renovación de la amistad entre los Fernández.

Para esa fecha faltan 80 días, que a Phileas Fogg y Jean Passepartout les alcanzaron para dar la vuelta al mundo. Con una veintena de ministerios, Eduardo de Pedro será uno de los tres únicos ministros que habrán acompañado de Alberto Fernández sin cambiar de cartera durante todo su mandato, en el supuesto de que ya no haya cambios (los otros son Juan Cabandié y Matías Lammens). Sin embargo, no todo es lo que parece. De Pedro fue puesto por la vicepresidenta, responde políticamente a ella y su lealtad al presidente por momentos ha sido tan difícil de verificar como la eficacia de su relación con los gobernadores, en teoría su tarea principal. Como político al menos es probable que se lo recuerde por desempeñar la candidatura presidencial del peronismo que gastó menos fondos en toda la historia. Duró un día.

Una de las paradojas más grandes que hay sobre un candidato para las elecciones del 22 de octubre es la de Axel Kicillof, quizás el funcionario -como viceministro y ministro de Economía- cuyos desaciertos le costaron más caros al Estado en toda su existencia y a la vez el kirchnerista con mayores chances de renovar su puesto actual. La noticia de que por su culpa el país deberá pagar 16.099 millones de dólares de indemnización por haber hecho mal la expropiación de YPF en principio no estaría afectando en forma significativa, según encuestas, las probabilidades de Kicillof de ganarle a Carolina Píparo y a Néstor Grindetti la provincia de Buenos Aires, lo cual por cierto está sujeto en primer lugar al remolque de cada candidato a presidente. Un triunfo de Kicillof corroboraría que pese al idealismo de los manuales escolares de educación democrática los comportamientos electorales no obedecen más que nada a evaluaciones de eficacia administrativa por parte del electorado.

El ministro bonaerense Andrés Larroque dijo “sin Cristina no hay peronismo, sin peronismo no hay país” hace algo más de un año, cuando nadie sabía que Javier Milei se iba a alzar con el primer puesto en las PASO e iba a colocar patas para arriba toda la política.

La primera parte de la sentencia tal vez deba ser revisada, sobre todo considerando que el peronismo no sólo funcionó sin Cristina en su primeros 60 años sino, lo que parecería más importante, funcionó sin Perón en los últimos 49. Pero la idea de que “sin peronismo no hay país” tal vez merezca atención, vistas la perdurabilidad y plasticidad peronistas, primas hermanas.

Tal vez Javier Milei por un lado y Sergio Massa, Luis Barrionuevo, Gerardo Martínez y Facundo Moyano, por otro, digan con Larroque que sin peronismo no hay país. Todos ellos, como se sabe, están trabajando para que Milei no se prive de ser,  eventualmente, un presidente con peronismo.

© La Nación

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