Por Roberto García |
Los tres desembocan en el mismo océano: devaluación. Ineluctable final en diciembre. Sea Sergio Massa porque no descubre otro camino y hoy, por su pecaminoso interés electoral, nutre la inflación con prebendas mágicas como el pase de plata de un bolsillo a otro, en el mismo pantalón, aumento de ingresos a ser devorados enseguida por el costo de vida (copiando lo que hizo su odiado Mauricio Macri, en el 2019, congelando naftas y bajando el impuesto a las ganancias a empleados y autónomos).
Burla también al FMI que, tal vez, por los incumplimientos, luego niegue el último tramo prometido. Un problema para otros, aunque si a él le toca ganar, tocará la misma canción —como ya lo hizo— que exige el auditorio del organismo: la devaluación. Y basta ver con la última amputación al peso del 22% el desquicio que esa medida significó.
Con Javier Milei habrá un comienzo de gobierno con la misma espada en la cabeza, contemplada en su proyecto de competencia de monedas, vulgarmente llamada “dolarización”, que supone una pérdida adicional del peso con la garantía posterior de bloquear cualquier tipo de indexación. Posiblemente sea un shock ese tránsito. El candidato acaba de confirmar que Emilio Ocampo, un historiador irritable que estaba contra la dolarización y luego mudó de idea hasta escribir un libro a favor —seguramente inspirado por el profesor Jorge Ávila, un provocador en los 90 con esa teoría— es el hacedor de la iniciativa a realizarse desde un Banco Central en vías de extinción. Si es que ganan. En ese esquema parece apartado Héctor Rubini, un profesor del Cema que Milei contemplaba para pilotear el BCRA u ocupar la cartera de Economía.
Si bien no se ha precisado el nuevo modelo (debe haber más de media docena de variantes) que ofrecerá Milei, la insistencia sobre su aplicación generó una revuelta en la profesión teñida de cierto partidismo, ya que en la repulsa se anotaron varios profesionales cercanos a Patricia Bullrich cuyos nombres aparecen en la solicitada. Más de un centenar de firmantes patriotas se pronunció contra Milei, deseosos de penetrar el corazón de Drácula con una cruz puntiaguda, casi repudiando a uno de los institutos económicos más reconocidos del país (CEMA) que se alinean con Libertad Avanza, entre ellos sus formadores Roque Fernández, ex ministro de Economía, y Carlos Rodríguez, ex funcionario menemista y uno de los profesores más jóvenes de la Universidad de Chicago. En su momento, claro.
A esta grieta insólita se le sumó otra, de intelectuales según ellos mismos aducen, también en repudio democrático al antidemocrático Milei. Le atribuyen al ensayista Alejandro Katz ser uno de los recaudadores de firmas en este grupo, entusiasmado tal vez con la intelectualidad de la Bullrich, quien en ocasiones resulta tan hermética en sus explicaciones que, a más de uno, le cuesta entenderle. Ni que fuera su rival Milei cuando explica su especialización en moneda o en la filosofía liberal rayana en el anarquismo. Aunque en su caso, habría que hablar de anarca (preciada distinción a descubrir en “Eumeswil”, de Ernest Junger).
Quizás la candidata deba acostumbrarse a su asesor cultural y humanista, Santiago Kovadloff, con cargo imprevisible en el futuro y de responsabilidades inciertas, quien aun en los breves spots de propaganda prefiere leer las oraciones antes de improvisarlas como su mandante. Curiosa contradicción: quien más sabe, lee; quien menos sabe, improvisa.
También la dupla Bullrich-Melconian, gobernaría con una poda inicial del peso, dimensión aún sin aclarar pero de magnitud, incluida en la prioridad del plan económico: el bimonetarismo. Imprescindible, según los técnicos, esta devaluación para fijar una estabilidad en un mundo de distorsiones económicas que hasta podría incluir la eliminación de tres ceros en los billetes.
Hoy nadie tiene en claro si Melconian está más cerca de aplicar un shock o persistirá con cierto medroso gradualismo para alcanzar la inclusión del dólar como moneda de curso legal. Volver, en suma, a los tiempos de Domingo Cavallo, a las semejanzas con Perú o Uruguay.
El trío aspiracional, entonces, debate y se agravia con discusiones técnicas que corresponden a la discusión bizantina e indescifrable sobre el sexo de los ángeles. Mientras, a tomar en cuenta, asalariados, autónomos, en negro o formales, industrias, pymes o emporios de servicios deben alistarse para el inevitable choque devaluatorio, a la disminución del valor de sus activos, al necesario paso, según cualquiera de los tres candidatos, para un orden y equilibrio económico. Para que, si todo sale como ellos sueñan, venga un mundo mejor. Lástima que haya antes que cruzar el Sahara. Y no se sabe cuánto dura la travesía.
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