Por Marcos Novaro |
La última presentación pública de la vicepresidenta, después de meses de silencio y para relanzar un libro ya hace mucho tiempo olvidado, pasó bastante desapercibida.
Primero y principal, porque el resto del oficialismo, y en particular Massa, hicieron lo posible para que así fuera. La tienen medida a Cristina: saben que cada vez que ella ocupó el centro de la escena en los últimos dos años todos pagaron con caídas en el apoyo general del oficialismo y su administración. Y en medio de una campaña difícil, que cada vez pinta además más difícil para UxP, no era cuestión de andar regalando más ventajas.
Pero, además, su discurso pasó desapercibido porque era desde el vamos evidente que no iba a aportar gran cosa, y casi nadie lo esperaba con auténtico interés. En verdad, este es un fenómeno que se venía observando ya desde sus intervenciones previas: se repetía demasiado en ellas y cansaba hasta a los más fanáticos; como no ofrecía solución para ninguno de los problemas que desvelan a sus raleados seguidores ellos se fueron resignando a agarrar lo que hay, es decir, abrazarse a Massa, y dejar en suspenso sus sueños de reparación, de revancha, sus sueños en general. Así que, ¿para qué volver a escucharla hablar de ellos?
Dicho esto, hay que reconocer que, de todos modos, hubo una novedad este sábado: por primera vez la señora pidió perdón.
Sí, toda una novedad. Aunque no hay tampoco que exagerar: pidió perdón a la sociedad, o al menos a sus votantes, no por nada de lo que ella se vaya a hacer realmente responsable, sino por los defectos de una administración que, siempre según su relato, ella objetó desde que empezó a fallar, y siguió fallando porque no la escucharon. Así que si todo terminó como está terminando, en verdad, fue de nuevo porque no le hicimos caso. La culpa es toda nuestra, no suya.
Recordemos, pese a eso, que en el pasado la señora tuvo el coraje de admitir un error, uno solo: haber elegido a Alberto Fernández para presidente. Esto del “pedido de perdón” de ahora vendría a colación de aquel reconocimiento: ahí habría fallado su, por otro lado, infalible olfato, porque nos puso en manos de un inútil de gran envergadura.
Cosa que también a su modo nos dice, cada vez que puede, Sergio Massa: también él en sus discursos de campaña ha tomado por costumbre “pedir perdón”, y aclara, “por todas las cosas en que esta administración falló”. ¿Y cuándo habría sucedido eso? Pues antes de que el propio Massa se hiciera cargo personalmente del timón, se entiende. Otra vez, nos piden perdón “por Alberto”, no por algo que hayan hecho ellos.
Es por demás curioso este giro. Primero, porque es el único modo que han encontrado de hacer presente al zombi que aún tenemos de presidente, sin que espante, sin que les espante votos por lo menos. Nos lo muestran y al instante lo vuelven a esconder, para poder descargar en él, o al menos así lo creen, todos los motivos que existen para no volver a votarlos nunca más, a ninguno de ellos.
Segundo, porque de esta manera también creen estar inaugurando un “nuevo tiempo” para su sector político. Que además de nuevo nombre, tendría algo así como un pasivo en blanco: todo lo que pasó hasta ahora le pertenecería al Frente de Todos y a Alberto, por sobre todo a Alberto; y desde ahora, con todas las buenas nuevas que traen entre manos, cual Papa Noel, estaría empezando el tiempo de Sergio y Cristina, y de Unión por la Patria, que va a poder hacer todo bien, “porque finalmente tenemos con quién”, como reza el aviso.
Y hete aquí lo más curioso de todo: que como todo sigue empeorando, la inflación se acelera, la recesión se agrava, cae el consumo y crece la pobreza, los escándalos de corrupción vuelven al centro de la escena, en fin, ¿para qué seguir?, como todo empeora, la operación de disculparse a través de Alberto, y presentarse como algo nuevo tienen que rehacerla todos los días, volver a “pedir perdón” mientras siguen fugando de su maldito legado. Hasta que se les acabe la cuerda, que por suerte ya poca les queda.
© TN
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