Economía - El índice de pobreza alcanzó al término del primer semestre del año al 40,1% de la población, frente al 39,2% del segundo semestre de 2022, informó este miércoles el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC).
En tanto, el índice de indigencia, que incluye a la cantidad de personas con ingresos que no les alcanza para comprar la cantidad mínima de comida necesaria para la subsistencia, se ubicó en 9,3%, contra el 8,1% del segundo semestre del año pasado.
El período que difundió la encuesta del INDEC este miércoles corresponde al primer semestre del año, lo cual implica que los indicadores empeorarán, porque en ese lapso se produjo el salto inflacionario, que llevó al IPC desde el promedio mensual de 6% que se había registrado en el semestre anterior a un nuevo piso de 7%.
De hecho, ya hay mediciones privadas que anticipan que el índice dará una cifra por encima del 40%. Y lo peor de todo: el dato que se está por conocer ya es una "foto vieja", porque la aceleración inflacionaria de estas últimas semanas -que implicó el regreso a un IPC de dos dígitos tras la devaluación post PASO- ya permite suponer que, hoy mismo, la pobreza e indigencia están un escalón por encima que la que se registró en el primer semestre.
Datos que complican a Massa
Para un candidato peronista, no hay peor situación imaginable. Por más que el indicador no sea sorpresivo, no deja de ser doloroso, porque supone una admisión tácita de fracaso en la consigna de aplicar políticas de "justicia social".
Por otra parte, el incremento de la pobreza hace que quede deslucido otro indicador importante: la caída en el desempleo, que en el segundo trimestre del año arrojó apenas un 6,2% y que la cantidad de empleos formales haya crecido en 400.000 respecto de un año atrás.
El hecho de que haya menos desocupados pero más pobres está indicando que hay trabajadores asalariados que están por debajo de la línea de pobreza porque su ingreso no puede compensar la suba de precios. Es el fenómeno que desde hace tiempo vienen estudiando los sociólogos como la nueva marca de época en Argentina: la pobreza dejó de ser sinónimo de desempleo o de informalidad, y hoy ya existe la nueva categoría de asalariados pobres.
La canasta básica para un hogar de dos adultos y dos menores es de $284.687, una cifra que supera en 20% a un ingreso de dos salarios mínimos.
Para colmo, la inflación ha sido más acentuada en los alimentos y otros productos de primera necesidad, por lo cual la canasta se encarece a una mayor velocidad que la inflación promedio: mientras el IPC anual se ubica en 124,4%, la canasta que marca la línea de pobreza avanzó a una velocidad de 137,7%. Y la canasta alimentaria -la que marca la línea de indigencia- corrió aun más rápido, a una velocidad de 146,4% anual.
En otras palabras, el ingreso al mercado de trabajo dejó de ser el pasaporte al ascenso social, un tema que los politólogos están empezando a vincular con los cambios a nivel político, como la adhesión de los jóvenes al partido de Javier Milei.
Lo cierto es que hoy parecen muy lejanas las predicciones que hace un año hacían los funcionarios de Alberto Fernández, en el sentido de que el país sacaría de la pobreza a un millón de personas cada año. Aquel pronóstico, hecho en un momento en el que la economía se recuperaba a velocidad acelerada tras la crisis de la pandemia, suponía que sobre el final de la gestión de Fernández el índice de pobreza se ubicaría en torno de 34%, un nivel similar al que había dejado Mauricio Macri en 2019.
Informe: iProfesional
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