jueves, 7 de septiembre de 2023

Javier Milei, nuestra versión del Guasón

 Por Marcos Novaro

El libertario moviliza el resentimiento del ciudadano de a pie contra instituciones que le han fallado, se burla de ellas y humilla a sus representantes. Como el antihéroe de DC, parte de su magia consiste en que, en apariencia, no busca erigirse él en los lugares de poder, sino destruirlos.

Hay dos modelos o versiones del Guasón en el cine contemporáneo, bien distintas entre sí, y los dos son interesantes para analizar el caso de nuestra estrella libertaria.

El Guasón, según Joaquín Phoenix

El primero es el personaje progresivamente sumido en el resentimiento, y plenamente justificado en su recorrido, que retrató Joaquín Phoenix en 2019. Un hombre común maltratado hasta el hartazgo, que termina “volviéndose malo”, destructivo, y un poco por azar se convierte en un antihéroe que moviliza similares sentimientos colectivos, porque nadie hace nada para cambiar el sistema antes de que él explote.

Llamar a esta versión “populista” no sería exagerado, dado que el mensaje esencial que transmite es que las instituciones establecidas están quebradas, y la gente común no tiene ni motivos para confiar en ellas, ni armas para reformarlas, así que lo que les queda, tarde o temprano, es hacer valer sus demandas contra ellas, en forma directa y destructiva.

El público suele responder, lógicamente, con gran entusiasmo ante este tipo de planteos, como se vio durante la exhibición de la película mencionada, simplemente porque expone un argumento muy indulgente con ellos mismos.

El Guasón, según Christopher Nolan

La segunda versión es la de Nolan en El Caballero de la Noche. Y es aún más interesante para nuestro caso. La clave al respecto está en la escena de la película en que Alfred explica a Batman la naturaleza del personaje que enfrenta, y lo hace con particular crudeza y precisión. Le explica allí que no se trata de un enemigo como otros con los que ha lidiado, porque él no persigue ninguno de los fines que habitualmente animan a los criminales y antisociales, no quiere riqueza, poder, ni siquiera fama: “hay gente que sólo se entretiene incendiando el mundo” concluye el perspicaz Alfred.

Ese espíritu vendría a ser, además, la clave de su fortaleza, porque quien así se conduce puede desprenderse de todos los atributos de poder que los demás enemigos de la ciudad han ansiado siempre acumular, y actuar con enorme libertad, porque simplemente nada ni nadie le importa en lo más mínimo.

Lidiar con semejante nihilismo, para Batman tanto como para su ciudad, representa claro un desafío mayúsculo, no solo porque no tienen forma de negociar nada con su adversario, sino porque no pueden saber lo que él va a hacer, hasta dónde querrá ir en su raid destructivo, ni hasta adónde logrará hundir los parámetros morales de los ciudadanos de a pie al someterlos al terror y la incertidumbre.

Lidiar con él, por tanto, los somete a un nivel elevadísimo de riesgo moral: no por nada, el joker, la definición original que se traduce como bufón, payaso, bromista o guasón, también es el “comodín” en los mazos de cartas, que sirve para crear vías de escape inesperadas para cambiar la dirección del juego, y que personifica el caos, la burla, la oposición al orden y a la justicia, pero también la máxima expresión de la creatividad, el acto puro de ruptura con el orden establecido.

Volvamos a Javier Milei

Es indiscutible que su principal fuente de energía es también el resentimiento. Aunque que lo sea tampoco hace a su novedad, ya que antes de su aparición, este ya campeaba entre nosotros: lo venían cultivando con esmero Cristina Kirchner y otros reputados populistas que nos acompañaron en las últimas décadas, denostando a las instituciones compartidas, desde los mercados a la Justicia.

Lo peculiar de Milei es que él está dando una vuelta de tuerca más al respecto, y actúa un resentimiento mucho más puro y auténtico, capaz de desprenderse de los atributos de poder que sus predecesores se desesperaron por acumular, cargos, dinero, organización, para hacer mejor su trabajo. Y logra así disolver todo lo sólido del poder, en un ensueño y una promesa hechos de pura gasolina.

© TN

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