Por Pablo Mendelevich |
Hacer coincidir a media docena de economistas en torno de un tema teórico es algo bastante arduo. Cada uno tiene sus ideas, sus matices, sus enfoques. Mucho más si se trata de trascender los cenáculos académicos para producir un pronunciamiento público. Sin embargo, en este disruptivo invierno argentino de 2023 no fueron seis o siete economistas los que suscribieron un texto de advertencia pública, sino ¡ciento setenta!
¿Cómo hicieron para ponerse de acuerdo 170 economistas que ni siquiera se reunieron una vez para discutir lo que tanto los aflige? Una primera respuesta es de índole práctica y seguramente no sería comprendida por los 109 mil millones de personas que habitaron este mundo antes que los ocho mil millones que ahora respiramos en él: se arreglaron por Whatsapp. Un segundo asunto atiende a la inédita cohesión lograda. Podría decirse con deliberada resonancia noventista: “Milei lo hizo”.
Agitador de la dolarización mesiánica, el candidato que en las PASO logró encolumnar detrás de sí a una multitud mayor que cualquier otro (exceptuado el grupo más voluminoso de todos, el que no votó por nadie), consiguió ahora aglutinar, en su contra, a profesionales de la economía preocupados en malón, rubro novedoso. No tienen ellos un alineamiento partidista sino una mancomunión ocasional de raíces técnicas. Y lo que dicen es más o menos lo siguiente: “cuidado con esta bomba de la dolarización porque va a explotar todo y no hay marcha atrás”.
Son profesores e investigadores de economía -así se presentan- en diversas universidades públicas y privadas del país y del extranjero, economistas del sector privado, especialistas y hacedores de políticas públicas. Todos, cabría añadir -ellos no lo han dicho-, de reconocido prestigio.
“No permitamos que, por miopía y desesperación, la difícil situación en que nos encontramos nos lleve a tomar un falso atajo que solo nos conduzca a una nueva y más dramática frustración”, exhortan tras advertir que una dolarización “es muy difícilmente reversible”.
Pero lo singular de este documento -elocuentemente titulado, como se informó a comienzos de la semana de manera profusa, “La dolarización es un espejismo”-, no está sólo en la cantidad de firmantes y en su calidad, diversidad y transversalidad. Hay algo todavía más inusual. Los 170 economistas no han salido a criticar una decisión ejecutada por un gobierno. Están advirtiendo sobre las graves consecuencias que a su juicio tendría una hipotética medida adoptada por un presidente que todavía no existe y que no es seguro que vaya a existir. Algo así nunca había pasado.
Tampoco ningún grupo de expertos en algo, en lo que fuere, se organizó alguna vez para avisar en base a conocimientos técnicos, históricos, comparativos o a la propia experiencia, sobre un riesgo postelectoral mayúsculo para el país. Un día después de conocerse las dos carillas de los economistas se difundió otro documento, algo más extenso, firmado por intelectuales como Hilda Sabato, Beatriz Sarlo, Carlos Altamirano, Mariano Llinás, Roberto Gargarella, Alejandro Katz, Graciela Fernández Meijide, Camila Perochena y otros, quienes llaman a no dejar de participar en los comicios y se posicionan en contra de Milei, a quien recomiendan no votar. Salvo por el dato de que consideran a este candidato una amenaza para la democracia, no podría decirse que el pronunciamiento de los intelectuales sea una absoluta rareza. Es cierto que reluce en las firmas una variedad de corrientes ideológicas infrecuente en tiempos de polarización, pero desde 1983 hubo muchas cartas públicas de intelectuales que se expresan delante de la oferta electoral.
Sí, la falsificación de las estadísticas oficiales encarada mediante la intervención al Indec entre 2007 y 2015 por Néstor Kirchner a través de Guillermo Moreno y profundizada durante las dos presidencias de Cristina Kirchner motivó en su momento pronunciamientos muy críticos de algunos economistas mediante solicitadas. Pero esas solicitadas estaban referidas a decisiones oficiales ya adoptadas, no a eventualidades. Se cuestionaba una política en curso, no algo posible, o probable, supeditado a resultados electorales y al cumplimiento de las promesas proselitistas.
Los 170, que advierten que dolarizar sería catastrófico, en ningún momento se meten con votar a tal o a cual o dejar de votarlo. No hablan de un peligro Milei. Hablan del peligro dolarización. Milei ni siquiera aparece nombrado. Es un texto rico en argumentaciones económicas, casi sin adjetivaciones. La referencia a Milei es respetuosa y elude el tono confrontativo. Dice, por ejemplo: “En el marco de las propuestas de campaña presentadas por los diferentes candidatos a la presidencia ha comenzado a considerarse en la discusión pública la posibilidad de que la Argentina cierre su Banco Central..”. Una prosa delicada, tal vez dirigida a no irritar a la fiera. Lo que al final estuvo lejos de conseguirse.
La espectacular reacción -tan Milei- que tuvo Milei, cruza de extemporáneos considerandos religiosos con insultos y descalificaciones a los firmantes, tal vez pudo causar distracción respecto de la importancia del documento, cuya difusión no deja de ser un hecho político. Primero Milei metió un versículo de la Biblia, lo que incitó a una parte del público a tratar de descifrar la alegoría, esfuerzo loable de imposible verificación. Después se concentró en los insultos: “170 economistas fracasados que han sido derrotados tanto en las aulas como en los hechos en la lucha contra la inflación vienen a condenar una solución a la estafa monetaria”. ¿A condenar o a refutar con datos?
Nada nuevo. Milei se postula como el sabio único de la comarca, un mesiánico sin competencia, un iluminado virginal. Él carece de pasado. Ni siquiera era aún panelista cuando los 170 ya se dedicaban a arruinar la Argentina, sugiere. Les espeta que fracasaron en la lucha contra la inflación.
Tal vez no se detuvo a mirar meticulosamente la lista de los firmantes, entre los cuales hasta aparecen algunos nombres, como Miguel Angel Broda o como Daniel Marx, quienes en los noventa apoyaron la convertibilidad. Broda, como lo recordó la semana pasada Ezequiel Burgo en Clarín, fue el autor del prólogo del libro que escribió Gabriel Rubinstein (hoy número dos de Sergio Massa) para ensalzar la dolarización. ¿No convendría prestarle doble atención a quienes a la luz de la enorme experiencia acumulada cambiaron de postura?
Milei prefiere contraatacar hablando de una “deshonestidad intelectual” que no fundamenta. Dice que lo suyo es “competencia de moneda”. ¿Contrargumentos? No hay. Prima la descalificación compadrita: “muchos de los firmantes viven de ingresos de fundaciones del exterior y ahorran en dólares, más allá de ser cómplices de la estafa de los políticos y de haber estafado a becarios pesificando sus becas en moneda extranjera ante la devaluación”.
El foco no debería estar, quizás, en la reacción sino en la inédita acción. Ciento setenta economistas -tantos como los años que tiene la Constitución Nacional- formulando una advertencia perturbadora. Que ojalá no se convierta el día de mañana en una pieza histórica.
© La Nación
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