Oswaldo Reynoso
Por Renato Salas Peña (*)
Cuando aún el acné adolescente era el aniquilador de los sueños juveniles, me di con uno de esos encuentros que marcan tu esencia. Cogí por azar (tal vez porque lo vi delgadito) un libro de la biblioteca casera, esa que el viejo instala de adorno en algún lugar entre la sala y un dormitorio. Leí en el título: Lima en rock, y de inmediato sospeché que algo se traía entre manos este libro que tenía entre mis manos. Y sí, lo primero que encontré fue mi barrio literalizado (Palomino atravesado por la avenida Venezuela) y mis viejos amigos de menos de 17 años dándonos de trompadas, afanando a la chica más rica del barrio, mirando de escondidas el prohibido billar, y aprendiendo de sexo sin google chrome.
Cuando años más tarde descubrí que esto, el del leer, el del creer que se escribe iba a ser una de las maneras de ganarme la vida, pagarme una cerveza bien helada sin cebiche (porque para tanto no da esta profesión) reconocí al autor de esas páginas que descubrieron principalmente una nueva manera de narrar, de contar: bien achorado, bien franco y sin meneos barrocos y afeminados. Él era Oswaldo Reynoso, arequipeño de nacimiento y cantuteño de corazón, amarillito, amarillanto, flor de retama. Profe magisterial de las épocas en las que sí existían esas cinco razones puras para comprometerse, para salir por las calles convencidos de algo.
Hoy que esas razones se diluyen globalizadas (aunque aún hay esperanza) Reynoso nos recuerda que en octubre no hay milagros, ni en junio (aunque hayan liberado la grati), ni enero, ni nunca; porque esta Lima que él retratara hace más de 50 años sigue todavía perdida, esos adolescentes siguen siendo los mismos: Rosquita, Cara de ángel, el Príncipe, Colorete. Todos no han cambiado ni un cachito, siguen lateando por las mismas calles de Lima, ahora más grandes, más coneras, más violentas.
Oswaldo Reynoso, de quien muy pocos saben que es el verdadero best seller nacional y no su coterráneo Vargas, abre para nosotros uno de los que considero se transforma en el logro básico de su arte: el escribir en libertad, sin temor a la editorial, sin censura, ni bozal. Si se atrevió hace 50 años a mostrar el verdadero lenguaje en proceso de formación, por qué ahora bajarle el moño a alguien cuando el camino ya fue trazado. Reynoso latea por las calles de Lima y se sienta de cuando en vez donde Don Lucho a tomarse unas Pilsen verde a ritmo de bolero borracho de tanto dar vueltas. Reynoso latea por Lima y va en procesión, Reynoso latea por Lima y yo lateo con él, tú lateas con él. Lima latea dentro de él.
(Ciudad de Palomino).
(*) Lima-Perú 1971 - Docente universitario, Licenciado en Educación con especialidad en Lengua y Literatura, asimismo llevó una Maestría en Docencia a Nivel Superior y Gestión Educativa y actualmente un Doctorado en Humanidades.
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