Por Carlos Fara (*) |
Lector/a: no busque la palabra en el diccionario, porque no existe. La acabo de inventar. Sería algo así como la democracia de Macri. Un líder político que –dada su pasión por apostar– ahora calcula tener en sus manos un Telekino: sale o sale.
Como el escenario va de cambio, cree que su mano es casi segura: gana el León o la Pato. En cualquiera de los dos casos supone que conducirá a la Argentina hacia su destino de grandeza.
No estoy contando el final de la película, sino solo el comienzo, porque el 13 de agosto la vida nos dio sorpresas, como Pedro Navajas. ¿Por qué deberían haberse agotado? Todavía puede haber más, ya que varios cisnes negros salieron del clóset, y además los enemigos acérrimos podrían estar teniendo coincidencia de fines. ¿Cómo? Allá vamos.
Resulta que el Emir de Cumelén llegó a ciertas conclusiones sobre por qué su gobierno terminó con balance negativo: hay que hacer ciertas reformas pro mercado, cueste lo que cueste. Le faltó decisión, o fue muy cauteloso, o se dejó llevar por las encuestas, o whatever. Pues aquella batalla por un “cambio cultural” la podría estar ganando si tiene la tutela sobre dos de las tres alternativas políticas más potentes. ¿Eso es lo que quiere la sociedad? Bueno…, es un poco más complejo. Pero eso poco importa. Hay que hacer lo que hay que hacer, que en versión cristinista sería “en la vida hay que elegir”.
Eso parte del supuesto de que su influencia es eficaz y estaría bastante garantizada, dada cierta coincidencia de agenda entre ambos pupilos. Un poco más institucional una, un poco más sauvage el otro, pero los matices no cuentan mucho cuando se trata de salvar a la Patria. El tema es que, con los resultados de las PASO en las manos, en el poder económico y mediático se están moviendo, y mucho; algunos, para evitar que el León llegue a la Casa Rosada, y otros para jugar al gatopardismo (cambiar algo para que nada cambie). Así, Milei ya no es el mismo del domingo teñido de violeta, sino que es un líder con una razonable probabilidad de ganar, rodeado de una constelación de intereses para aprovechar la situación, empezando por sus mecenas originarios (atención a los fichajes que se van produciendo posprimarias).
Por lo tanto, la lista de quienes quieren que gane el libertario se va haciendo cada vez más larga. Macri, los mecenas originarios, los nuevos mecenas mandados a dar apoyo, el partido de los gatopardistas de siempre y, si no gana él, Sergio Tomás Copperfield (¡chan!). El líder renovador quiere ser presidente, pero si no es él (y ni hablar si no entra al ballottage), es preferible que gane el León, ya que –imaginan él, La Cámpora y todos los actores de UP– el país sería inmanejable, todo terminaría en un incendio y en pocos meses habría que barajar y dar de vuelta. Todo en potencial, por supuesto. Pero como en Argentina todo está patas para arriba, que eso se cumpla es imposible de saber hoy, aun cuando haya buenas y racionales razones para suponerlo.
¡Pará, pará, pará! ¿Vos me querés decir que llegado el caso Macri y Massa podrían estar empujando en la misma dirección, aunque con distinta intencionalidad final? Respuesta: por qué no (perdón lector/a si le volé la cabeza). Sin ir más lejos, el expresidente se alegró públicamente por el desempeño de Milei y el ministro de Economía dijo que el candidato de La Libertad Avanza había sido más colaborativo que JxC con el Gobierno respecto del acuerdo con el Fondo (se ve que mileístas son todos).
¿Y Patricia Reina? ¡Qué buena pregunta, Mario! Como todo gran aspirante al premio mayor, al final no querrá ser manejable (la Alberto de Macri), aunque en el corto plazo actúe dócilmente. Se nota que resistió bastante bien la disparidad de aparato con Larreta durante las primarias gracias a los buenos oficios de su mentor. El chorro (de dinero) qatarí no fue en vano. Gracias a Tamim bin Hamad Al Thani, quien debe estar esperando la próxima devaluación para venir de shopping a la Argentina.
Desde ya que definir la estrategia para la general es complejo para todos; lo que más debería preocuparle a Bullrich es que se instaló con fuerza, en este mundillo político-periodístico -empresarial, que está desenfocada, que no sabe adónde ir, y que por este camino hasta podría quedarse fuera del ballottage. Obvio que es todo muy relativo, como lo comentamos en esta columna la semana pasada, pero tiene que salir rápido a mostrar que es más astuta de lo que todos creen. Aunque un poco tarde, este jueves fue muy efectiva para levantar el ánimo de la tropa interna, conteniendo a todos.
Más allá de que Milei se llevó el primer round de esta pelea de 10 semanas –instaló todos los temas de conversación mediática y ciudadana, además de anoticiarnos sobre Fátima–, el clima se espesó mal con los saqueos, pero sobre todo porque nadie tiene la posta de quién fue el que empujó tal descalabro. El libertario apenas puede llevar a cabo su campaña, Juntos no tiene logística para eso, y al conglomerado peronista no le conviene terminar siendo el gobierno tonto que no puede controlar nada. Algunos miran a un consultor yanqui experto en hacer lío.
En ese contexto, las buenas nuevas que trajo Massa, más algunas medidas paliativas, no dan para mucho contra una inflación posdevaluación que puede rondar el 4% semanal. Con la lupa en la mano, su equipo de campaña empezó a pasar facturas por los que se movieron a media máquina o cortaron boleta ex profeso. El problema es que hasta sus más fieles –como en Salta– no pudieron frenar la ola, aun poniendo todo en la cancha. O sea, la filtración fue más grave que lo imaginado. Por eso Copperfield está interesado en buscar ideas alternativas que no estén habladas en catalán.
Con Macri jugando a dos puntas, Bullrich luciendo confundida, Alberto desaparecido, Cristina sigilosa en las sombras, Massa buscando la bala de plata y Milei iluminado, Argentina va a padecer mucho desde todo punto de vista las ocho semanas que faltan hasta la elección general. Elección que siempre deja un escenario algo distinto del de las PASO.
(*) Consultor político
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