miércoles, 5 de julio de 2023

Los problemas ideológicos del peronismo

 Por Pablo Mendelevich

Fue el filósofo francés Antoine Louis Claude Destutt, un aristócrata que pasó un año preso en la Bastilla, el inventor de la palabra ideología. Se le ocurrió después de la Revolución Francesa.

El progreso de la ciencia general de las ideas, decía Destutt, sólo podía asegurarse si se las liberaba de las ideas falsas. Más tarde Marx y Engels le dieron una vuelta de tuerca al asunto. Lo vincularon con los modos de producción.

En el uso corriente, tal vez ideología sea hoy en la Argentina una palabra sesgada, abusada. Se la suele enlazar con una sobrestimación de la política, que así, con artículo determinado, el kirchnerismo entiende como un producto de su huerta. “Todo es política”, martilla. La más reciente acrobacia retórica consistió en proclamar con voz seria que menstruar es un acto político, lo que casi deja desempleados a los caricaturistas por inútiles.

El declive del índice de concurrencia a las urnas que por estas horas se verifica en las provincias no estaría dando cuenta precisamente de una mayúscula excitación popular con el tótem de la política. Los que no se molestan en llegar al cuarto oscuro, impugnan el voto o votan en blanco constituirían más de un tercio real del electorado, lo que este año generaría un extraño fenómeno matemático, la aparición no ya de tres tercios, como presagió Cristina Kirchner, sino de “cuatro”. Parece que el tercio desertor, por ahora el único robusto, no comparte la opinión de que la venerable política es “la verdadera palanca de transformación”. Concepto éste que comenzó a agitarse con algarabía durante la “década ganada”, cuando, grieta mediante, al cambio lo llevaba adelante el gobierno en forma monopólica. La oposición sólo pretendía arrojarnos de vuelta a la hoguera del 2001.

En ese tren los K dieron la dura batalla para abolir el periodismo profesional con el argumento de que todos somos seres subjetivos, todos tenemos una ideología, por lo tanto solo hay lugar para el sincero periodismo militante. Se prometía en definitiva un periodismo de Estado honesto, superador del de los “medios hegemónicos”. Algo similar ocurrió con los derechos humanos, que fueron apropiados, y con varias cosas más: las “ideologizaron”.

De toda esa doctrina de cartón, carente de bibliografía, de organicidad, de perímetro, lo que resplandece en la decadencia es la calificación peyorativa de “la derecha” aplicada al otro, una supuesta categorización ideológica. El otro es la Patria, claro, pero sucede que para aplicar al otrismo hay un requisito: primero se debe ser peronista-kirchnerista. “La derecha”, a la que la nueva marca Unión por la Patria ayuda a decirle antipatria, vendría a ser una puesta en valor de los contreras a los que vapuleaba Evita.

Nótese la curiosidad: los que menean el peligro de que vuelva “la derecha” nunca dicen ser “la izquierda” ni se reconocen como tal cosa, como algún distraído observador australiano o senegalés podría esperar. Esto no es el yin y el yang sino el yin solo.

Ahora bien, hoy el GPS ideológico está recalculando. Sucede que en un santiamén, como describiría Máximo Kirchner, se consiguió advertir que el diezmado Eduardo de Pedro no medía. Fue sustituido entonces por el versátil voluntario Sergio Massa, lo cual –ya ni hace falta decirlo- no se debió al espinoso problema de las ideologías. Que en verdad nunca tuvieron importancia auténtica en el peronismo. O la tuvieron, pero con más espejismos que ideas, unos para consumo interno, otros externo. De allí que todavía se discuta si Perón en los años cuarenta era o no fascista y si en los setenta quería “la patria socialista” o planeaba aniquilarla.

En los setenta el verticalismo de ocasión produjo un chiste muy famoso, alusivo a las “tácticas” y “estrategias” que la JP le atribuía a un infalible Perón. El chiste decía que instantes antes de ser fusilado por orden del general junto con los demás integrantes de la conducción montonera, Mario Firmenich les susurra a sus compañeros de infortunio: “¿qué me dicen de esta táctica genial que se le ocurrió al Viejo?”

El verticalismo que la militancia cristinista practica con su jefa tal vez no sea mucho más racional. Cosa que queda al descubierto, sobre todo, cuando ella se equivoca y los aplausos persisten en los mismos decibeles. Sucede en especial cuando atiende el casting electoral. La lista es conocida: Amado Boudou, Daniel Scioli, Aníbal Fernández, Alberto Fernández, De Pedro, ¿Massa?

Pero nada suena muy nuevo en el peronismo. En agosto de 1973 el general hizo consagrar en el Teatro Cervantes la fórmula Perón-Perón, lo que significó dejar como heredera del gobierno a su tercera esposa, patrocinada por José López Rega. Esa sí que era (entre otras cualidades que no viene al caso recordar) “la derecha”.

Gran titiritero, el líder había descartado la idea apenas acariciada de una fórmula mixta con Ricardo Balbín. Luego de manejar los piolines desde su casa de Gaspar Campos, el general le atribuyó la selección de Isabel Perón a una imposición del congreso partidario (“es cosa de los muchachos”), donde la agitaban los más conspicuos representantes de la derecha peronista encabezados por la extremista Norma Kennedy.

Cristina Kirchner, según contó ella misma en 2009, no tuvo drama el 23 de septiembre de 1973 en sufragar por Isabel Perón, a quien por entonces la JP detestaba. “Mañana me matan todos, pero lo tengo que decir igual: debo reconocer que voté al FIP”, dijo por cadena. El FIP era el Frente de Izquierda Popular, cuyo líder, Jorge Abelardo Ramos, llevó a cabo una maniobra electoral extraordinaria que a militantes peronistas con problemas de conciencia, como la joven Cristina Kirchner, les alivió votar “por izquierda” la fórmula matrimonial. La maniobra le acreditó 900 mil sufragios “purificados” (en total el binomio sacó 7.360.000). Los votos por izquierda en realidad eran idénticos a los que proponía el Frejuli, salvo por el detalle de que unos cuantos peronistas metieron en el sobre por error la boleta de Ramos, quien nunca había soñado con que su delgado partido juntaría casi un millón de votos.

“No tiene nada que agradecerme, maíz por maíz, nos comemos el maizal”, le dijo el general a Ramos el día que éste le llevó la propuesta de que le permita al FIP ir en boleta aparte con la fórmula Perón-Perón.

Como los pibes para liberación ahora quedaron algo descolocados con la candidatura del exucedeísta que negocia con el FMI, la vicepresidenta también se apresta a abrirles un canal aliviador. En las PASO podrán votar por Juan Grabois –quien no fue apretado como Scioli- y dormir bien de noche, además de prestar el servicio de esmerilar a Massa desde antes de que gane (o pierda). ¿Y después?

Después se verá, pero la orden probablemente reponga el surrealismo impudoroso: hay que votar a Massa para que no gane la derecha. Porque todo es ideológico.

© La Nación

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