'El grito', por Edvard Munch
Por Sergio Sinay (*)
En el segundo capítulo de Alicia en el país de las maravillas, el extraordinario relato que en 1865 el diácono anglicano, fotógrafo, matemático y escritor inglés Lewis Carroll (seudónimo de Charles Lutwidge Dodgson) escribió para la niña Alice Lidell y sus tres hermanitas, la protagonista se pregunta: “¿Era yo la misma al levantarme esta mañana?”.
Para ese entonces Alicia se encuentra en un país extraño, poblado por todo tipo de seres rarísimos, varios de ellos no humanos pero antropomórficos, y gobernado por la estrafalaria y arbitraria Reina de Corazones. Llegó allí tras caer por un agujero mientras perseguía a un conejo blanco vestido con una elegante chaqueta a cuadros y chaleco. En ese país todo lo que ocurre va contra la lógica formal, y mientras interactúa con una serie de seres que incluyen también al Rey de Corazones, la Oruga, el Lirón, el Sombrerero, la Liebre de Marzo y el muy sabio Gato de Cheshire, la nena piensa: “Pero si no soy la misma, la siguiente pregunta es: ¿quién diablos soy yo? ¡Ay, ese es el gran rompecabezas!”.
Esta pregunta por la identidad, uno de los grandes temas existenciales de los humanos, probablemente esté sepultada en el inconsciente de algunos de los candidatos a las PASO oficializados el 24 de junio pasado. Sería interesante que especialmente dos de ellos la llevaran a la superficie de la conciencia y buscaran una respuesta sincera para la ciudadanía. Si no son ellos mismos, ¿quién diablos son Sergio Massa y Horacio Rodríguez Larreta? Si fueran los que alguna vez dijeron ser, Sergio Massa no podría aparecer como candidato bendecido por Cristina Kirchner (como en los hechos lo es hoy) tras haber prometido acabar con ella, con su hijo, con sus seguidores y con todo rastro de ese movimiento de ñoquis y corruptos (palabras del propio Massa proferidas en 2014) fundado por ella y su marido Néstor. Tampoco podría ir contra el macrismo, o su expresión en Juntos por el Cambio, a lo que lo induce su actual candidatura, porque su coqueteo con Mauricio Macri allá por 2015 está perfectamente documentado. ¿Pero quién es Sergio Massa y quién puede llegar a ser, según le convenga o exijan las circunstancias y su voracidad desmesurada por el poder y los negocios adyacentes?
¿Y quién es, a su vez, Horacio Rodríguez Larreta? Por una extraña mutación producida por su acceso a la candidatura este hombre que, cual clérigo pacifista, sermoneaba sobre la necesidad de superar las grietas y avanzar hacia el futuro en una comunión capaz de fundir las ideas y los valores más irreconciliables en una nueva y venturosa amalgama, habla ahora de terminar para siempre con el kirchnerismo (sus propias palabras), proclama que, por intereses del momento, emite desde una de las orillas de la grieta. Curiosamente retoma aquel discurso y aquella promesa de Sergio Massa, su viejo y estrecho amigo (amistad también documentada) del que ahora aparenta renegar “pour la gallerie” al decir que es “lo mismo que Fernández”. Así es cómo en esta ensalada de identidades confusas, cambiantes y oportunistas uno se puede disfrazar del otro y viceversa.
En el país de las maravillas Alicia, dudosa de su identidad, se promete no responder a ningún llamado que le proponga salir de allí. “Díganme quién soy, y si me gusta ser esa persona, subiré; si no, me quedo aquí, abajo, hasta que sea alguna otra”. También en Argentina, el país de las pesadillas, la lógica formal está largamente suspendida. Todo es posible, las identidades mutan, la vicepresidenta unge al presidente, un ministro que iba a eliminar a la vice es ahora su socio y, habiendo llevado la inflación al 140% anual se propone a sí mismo como candidato para acabar con ese flagelo. Ante tales cuestiones, si los votantes se proponen salir de aquí, como quiere hacerlo Alicia cuando pregunta al Gato de Cheshire cuál es el camino, podrían encontrarse con la respuesta del Gato: “Depende de adónde quieres ir”. Alicia dice: “No me preocupa mucho adónde”. Y el animal responde: “En ese caso poco importa el camino que tomes”. Pero el camino importa. Y desenmascarar a los candidatos, también.
(*) Periodista y escritor
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