Por Sergio Sinay (*)
Es un error de apreciación, o de diagnóstico, situar veinte años atrás el nacimiento del kirchnerismo. En realidad, ya existía desde que Néstor Kirchner fue elegido intendente de Río Gallegos en 1987, y continuó con él como gobernador de Santa Cruz a partir de 1991. Sólo que hasta entonces se lo podía asemejar a un carcinoma in situ, como se denomina a los tumores que aún no atravesaron la capa basal, primer manto de la epidermis, y, por lo tanto, no se extendieron más allá del órgano en el que nacieron.
Cuando rompen esa capa y se expanden hacia otros tejidos y órganos, se inicia el proceso de propagación llamado metástasis. Si se permite la metáfora, ese fue el proceso que se inició el 25 de Mayo de 2003 gracias a diversas malas praxis de los gobiernos que se sucedieron desde el retorno de la democracia (especialmente el de Fernando de la Rúa), a la deserción de Carlos Menem y al grosero error de cálculo de Eduardo Duhalde. Se podría decir, manteniendo las alegorías médicas, que esos fueron los agentes patógenos que permitieron la ruptura del encapsulamiento, hasta entonces reducido a la provincia sureña de la que el resto del país apenas conocía algo, salvo su episódica ligazón con la Guerra de las Malvinas, y poco le importaba. Si otro fuera el conocimiento que en cada provincia argentina se tiene del resto del vasto organismo nacional del que forman parte, quizás la historia habría sido distinta.El kirchnerismo se aupó en la leyenda del movimiento populista que ya había marcado la segunda mitad del siglo veinte y le dio un tinte propio con el consentimiento y la complicidad de una tribu política (en la que entran gobernadores, legisladores, intelectuales oportunistas, especuladores políticos de todo tipo, tirios, troyanos, etcétera), se aprovechó de lo que llamó “viento de cola”, condiciones internacionales externas que pretendió vender como creación propia, y sobre esa base se propuso fundar una dinastía que (a confesión de parte relevo de prueba) iría “por todo”. Y lo haría contra todo, especialmente contra los obstáculos republicanos. Como bien describe en su libro titulado El Populismo el historiador italiano Loris Zanatta, especialista en el tema y profundo conocedor de la Argentina, ese fenómeno político provoca un progresivo deterioro del pluralismo y, aunque se vale de los mecanismos de la democracia, lejos de ser fiel al espíritu de ésta, lo socava. Es antipolítico en el peor sentido de la palabra, señala Zanatta, porque los principios y mecanismos republicanos le parecen complejos y lentos, siente que se le interponen e intenta eliminarlos creando relatos, inventando atajos y prometiéndole al “pueblo” (de cuya categoría se apropia) descartar la distancia entre los deseos y su realización. Promete como futuro un pasado tan incomprobable como idealizado y va contra la esencia de la política, contra su razón de ser, que es articular lo diverso, modular los intereses naturalmente diferentes que emergen en toda sociedad, y proponer visiones y modelos de futuro en que todos esos intereses y necesidades estén contemplados.
En el ocaso de sus líderes, que imponen encuadramiento, obediencia y obsecuencia, los movimientos populistas buscan sucesores que no atenten contra la criatura, intentan perpetuarse a través de ellos aun contra las leyes sociales y de la historia que demuestran una y otra vez cómo, más breves o más largas, estas experiencias llegan inevitablemente a su fin. Lo que suele quedar entonces es una tierra arrasada y una sociedad noqueada que deambula entre escombros. Pero esa sociedad, en el caso de recobrar la consciencia, debe preguntarse cuál fue, por acción o por omisión, su contribución a la metástasis que la devastó. Y como la sociedad no es una abstracción, sino un cuerpo comunitario concreto, cada órgano de este cuerpo debe hacerse la pregunta de acuerdo con el lugar y la función que le corresponde. Después de veinte años de kirchnerismo ya nadie puede mirar hacia otro lado, lavarse las manos y decir que no tuvo nada que ver. De lo contrario habrá recidiva.
(*) Escritor y periodista
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