Por Renato Salas Peña (*)
Vengo dictando clases hace ya más de 20 años, pero no tan solo las he dictado sino que he sobrevivido en este trabajo-arte a las implacables encuestas de adolescentes que adolecen de conceptos tan elementales (y no es su culpa) como didáctica, metacognición u hoja de ruta que casualmente son motivo de evaluación en esa hojita donde ellos deciden si el profesor vive, perdón, sobrevive o no. Pero esa no era mi motivación para sentarme a escribir estas líneas.
En los últimos meses vengo observando cambios algo radicales (aun no anarcos, eso sí) en mi hijo mayor, y los acepto estoicamente: él va por los 13 años y si respetamos los parámetros que plantea la Psicología está en plena adolescencia tempranera que le permite ciertos lujos y desplantes, que claro, mi padre hubiera resuelto con una paliza, más bien mañanera.
Los tiempos vienen soplando cambios y lógico, un inmigrante digital con complejo de viejo librero como que no se adapta tan fácilmente a estas metamorfosis, pero aquí me tienen, sentado frente a este ordenador y googleando algún olvido. Pero nuevamente caigo en que esta no era mi motivación al sentarme a escribir esta carilla.
Y creo que ese era el punto, “mi motus” la causa del movimiento, moverme, acción, verbo, y es lo que en definitiva, muchos profesores de nuestro medio educativo (ya sea particular o nacional) carece. Mi primera encuesta son mi hijos, y ante preguntas tan básicas como qué hicieron hoy, qué tal el profe, qué tal la clase, caen respuestas como nada, uhm y ahí. Estas marcan más o menos un perfil de las clases o del docente (ojo, que sitúo el escenario con adolescentes). Y esto, por supuesto trae mayor “peligrosidad” disculpen la hipérbole, si nuestro profesor no ha planeado algún plan, aunque yo iría con más de uno, sé, por mi breve experiencia que su sesión de clase será un verdadero infierno, y no tan solo para los muchachos, sino para él mismo.
Mucho se ha escrito sobre la motivación en aula, se han talado bosques enteros para sacrificarlos en su nombre, y nada, el profesor no me pone, me aburre solemnemente, en su clase no hay nada que hacer, no me interesa lo que habla, finalmente, duermo, solo duermo.
Me alarmo, de verdad, y como profesor, me alarmo más cuando mis hijos me dicen que sus amigos se duermen, que ellos se duermen en clase, y les pregunto, y el profesor qué dice, nada, no dice nada. Sé que el sueño durante una actividad pedagógica puede darse y que puede ser resultante de muchos factores, pero dormidos en todas las clases ya me suena a consumo de diazepán o a un docente con serias falencias de motivación.
Y creo que la motivación pasa primero por los mismos docentes, un maestro no motivado no dictará una clase motivadora, simple ecuación pedagógica, y por resultante los alumnos dormirán, y con justa razón, por qué el mantenerme despierto ante alguien que no inspira en mí el menor movimiento, la acción más pequeñita que me lleve a interrumpir mi siesta escolar.
Sé que no es sencillo el parlotear sobre “la motivación en la Educación” sé que lo sé (leer el primer párrafo). Y sé también que muchos no lo saben; sin embargo, hablan, dictan conferencias, escriben sobre esto, y jamás se pararon un solo semestre en un salón de clases, y estoy casi seguro que fueron jalados en esa encuestita de la que hablaba (nuevamente, leer el primer párrafo).
Entonces qué hacer, difícil, cierto, ya ven que no es solo citar a la palabra motivación para que esta aparezca cual acto circense (aunque allí hay una nueva posibilidad). Es una gama de estrategias, caminos, usos, intentemos con todos, y si nos equivocamos, pues volvamos a intentar con otro, pero hagámoslo, no insistamos en el terco error, no hagas, colega, lo que hicieron con nosotros en nuestro tiempo de escuela, y si alguno de tus alumnos vuelve a dormir en tu clase y no haces nada por cambiar, hazme un favor, bájate del coche o juro que en la siguiente esquina yo te empujo.
(Ciudad de Palomino)
(*) Lima-Perú 1971 - Docente universitario, Licenciado en Educación con especialidad en Lengua y Literatura, asimismo llevó una Maestría en Docencia a Nivel Superior y Gestión Educativa y actualmente un Doctorado en Humanidades.
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