viernes, 2 de junio de 2023

El infierno más temido por el kirchnerismo


Por Fernando Laborda

Es muy probable que mayo vuelva a marcar un nuevo récord de inflación mensual en los últimos 32 años, desde aquel mes de marzo de 1991 en que alcanzó el 11%. La mayoría de las consultoras estima que rondará el 9%, un número que continuará alimentando el malhumor social y podría seguir minando la base electoral de la coalición oficialista. 

La razón es que el alza de precios es desde hace bastante tiempo la principal preocupación ciudadana, de acuerdo con diferentes estudios de opinión pública, al tiempo que, según datos del Indec, la inflación que sufren los hogares más pobres es mayor que la de aquellas familias con mayores ingresos.

Al problema de la inflación, se suma uno más reciente: el inicio de un proceso recesivo. Según un informe de la consultora Orlando Ferreres y Asociados, el nivel general de actividad cayó el 3,8% en forma interanual en abril último y acumula una disminución del 0,4% en el primer cuatrimestre. Se trata de uno de los primeros indicios de la contracción de la actividad económica, que ya venían pronosticando no pocos analistas económicos. Por si esto fuera poco, la inversión real también cayó en abril un 4,2% en términos interanuales.

Este dramático escenario se completa con el hecho de que, cada mes que pasa, los segmentos con menores recursos económicos de la sociedad deben destinar una mayor proporción de sus ingresos al consumo de alimentos y bebidas, al tiempo que, como lo indicó un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y el Ministerio de Economía, correspondiente a fines de 2022, el 54% de las familias argentinas debió endeudarse y, de ellas, el 64% lo hizo para poder adquirir comida y medicamentos.

El interrogante que surge de cara a la presentación de listas de candidatos para las primarias abiertas (PASO) de agosto es si, en este contexto signado por un proceso inflacionario creciente y cada vez más regresivo, puede ser el ministro de Economía, Sergio Massa, quien encabece la fórmula presidencial de la coalición gobernante.

Dentro del cristinismo, son cada vez más los dirigentes convencidos de que, por eso, la apuesta por un dirigente como Eduardo “Wado” de Pedro, luciría más sensata, junto a la necesidad de seguir intentando separarse del gobierno de Alberto Fernández, como si el kirchnerismo no formara parte de él ni Cristina Kirchner hubiera sido quien impuso en 2019 la candidatura del actual Presidente. ¿Cómo tomar distancia de una gestión gubernamental en la cual La Cámpora, la agrupación liderada por Máximo Kirchner e integrada por De Pedro, maneja alrededor del 70% del presupuesto de la administración nacional, incluyendo la Anses, el PAMI y empresas como YPF o Aerolíneas Argentinas?

Según distintos analistas de opinión pública, hoy transitamos el peor momento de valoración de la gestión presidencial. Un estudio reciente de la Universidad de San Andrés destaca que 9 de cada 10 argentinos rechazan la política económica. Pero hay un dato más desalentador todavía: 7 de cada 10 creen, según el consultor Federico Aurelio, que la situación económica puede estar aún peor.

La supuesta gran electora del oficialismo, Cristina Kirchner, se encuentra en un brete. Para llegar al cierre de listas del 24 de junio, Massa no solo precisa que no se produzca una nueva corrida cambiaria, sino también alguna señal de que la estabilización de la inflación está en camino. Nada de eso será sencillo.

Paralelamente, “Wado” de Pedro no ofrece hasta ahora señales tranquilizadoras para los operadores económicos ni para la población en general preocupada por los problemas de la economía. Días atrás, cuando el periodista Alejandro Fantino le preguntó si el peso argentino era recuperable, el actual ministro del Interior y potencial candidato presidencial del Frente de Todos ofreció una respuesta tan alejada de la economía como propia de un libro de autoayuda, al reclamar la necesidad de restablecer la confianza a través de acuerdos básicos, mencionando la importancia de sentar a una misma mesa a representantes de los trabajadores y los industriales, junto a los dueños de los medios de comunicación.

Una primera conclusión indica que De Pedro no creería tanto en los acuerdos entre fuerzas políticas con representación parlamentaria como en los acuerdos de tinte corporativo, con un agravante: la proclamada presencia de los dueños de los medios de comunicación podría ser interpretada como un intento por limitar el derecho a la información de la ciudadanía, por condicionar la libertad de expresión y por editar la realidad.

La supuesta moderación del ministro del Interior y dirigente de La Cámpora que algunos operadores kirchneristas se proponen destacar quedó herida con esa frase. No son los únicos ejemplos: De Pedro también elogió las obras del gobierno de Formosa y señaló que Gildo Insfrán, eterno gobernador de esa provincia acusado de encabezar una gestión autocrática en la que reinan el clientelismo y la corrupción, es “uno de los mejores gobernadores” de la Argentina.

En virtud de sus dichos, es probable que De Pedro no ofrezca una imagen de cambio, sino de continuidad, aunque su cercanía a Cristina Kirchner lo convertiría en un dirigente útil para la preservación del capital electoral de la vicepresidenta de la Nación, quien registra el piso de intención de voto más elevado entre todos los dirigentes del peronismo, aunque su techo electoral resulte cada vez más bajo.

No obstante, las contradicciones también están presentes en la opinión pública. Federico Aurelio señaló, en tal sentido, que cuando se le pregunta a la ciudadanía si preferiría cambios rápidos y profundos o bien cambios graduales, la mayoría opta en primera instancia por los cambios rápidos y profundos. Pero cuando los entrevistados entienden que esos mágicos cambios profundos podrían implicar ajustes que afectarían sus bolsillos o aumentos de tarifas, terminan pidiéndole al encuestador que borre su respuesta inicial.

© La Nación

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