Charly García
Por Renato Salas Peña (*)
Nos conocimos al amanecer de un invierno calamitoso, cinco de la mañana en punto y desde una grabadora ochentera giraba ese cassette original con el endemoniado arpegio de Confesiones de invierno. Tendría 13 o 14 años y mi existencia se resumía a labores escolares que nunca cumplía y al cagarme de frío todas las mañanas en las que timoneaba un bote de remos.
No recuerdo, ahora, al propietario de esa cinta; lo que sí, es mi cara anonadada ante unas letras que transformaron mi adolescencia, que encendieron ese luminoso sendero del pensar en limpio, del pensar en serio. No necesité de suplicar para que me prestaran ese cassette, (lo hubiera hecho) esa misma tarde escuché, devoré, analicé, copié, resalté, lloré con esa banda que abría para mí el verdadero arte.
Sui generis, nombre que en ese tiempo ni se asomaba en mi diccionario mental, ni idea que era latín, y menos el significado del mismo. Solo necesité de sus letras, de su música para sumar una nueva adicción a mi vida. (Para eso, ya me tornaba coleccionista de adicciones).
Por esos años, aun giraban los vinilos en las salas caseras y mi primera captura fue el conseguir el álbum Vida, sí, ese disco marrón en el que salen sentados Charly y Nito en una vieja pared. Sí, yo lo tuve en disco 33 RPM (Aunque años más tarde hiciera un trueque por ver en vivo a Atahualpa Yupanqui). Si es que no me equivoco, este es el disco que más he escuchado en mi vida; y no tan solo yo, el que cayera de visita por casa se encontraba en la obligación de escucharlo, y lógico a la interpretación que yo había hecho del mismo.
Sin el fantasmagórico google de hoy, que todo lo entorpece, que todo lo agiliza, fui reuniendo datos: de viejas revistas, periódicos, amigos, contactos extraterrestres, señoras en el mercado que fueron moldeando la figura de Charly García para mí.
Pero en el año 85, año en el que entrará García al poder, y no me refiero al García del que venimos hablando; o sea, del genio; sino, la bestia, sí, ese que nos gobernó con una torpeza absoluta durante cinco años, llevándonos a la hambruna, a un mundo de colas, apagones, falta de agua, panes populares ennegrecidos, leches encis fantasmas y bajo todo ese manto contextual la banda sonora que irrumpiría en la Feria del Hogar con todos sus Clics modernos, que hasta el día de hoy es lo único que acepto bailar.
Tras la presentación en la Feria del Hogar, descubrí que Charly había montado selecciones argentinas rockeras como lo fueron Serú Giran y La máquina de hacer pájaros; asimismo, experiencias tales como PorSuiGieco y todos los discos solista que se vendrían a borbotones llenos de alcohol, llenos de drogas, llenos de vida.
Y así García y yo nos conocimos, nos hicimos patas, bebimos, fumamos juntos, salimos a latear por la Ciudad de Palomino, nos fuimos a Marcahuasi, tiramos dedo por el Sur y el Norte del Perú. Y nos fuimos haciendo viejos, cambiamos los vinilos por los cd, los VHS por los bluerays , los tragos baratos por otros más baratos y aquí nos tienen ahora, en Lima y en Buenos Aires, a cinco horas en avión, más conectados que nunca, más vivos que nunca.
(*) Lima-Perú 1971 - Docente universitario, Licenciado en Educación con especialidad en Lengua y Literatura, asimismo llevó una Maestría en Docencia a Nivel Superior y Gestión Educativa y actualmente un Doctorado en Humanidades.
© Agensur.info
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