Por Roberto García |
Más alboroto de mujeres, incombustibles algunas de ellas. En apariencia. Aunque la mención a cualquier desorden femenino suele ganarse el término “misógino”, como una condena degradante, de por vida. Es la palabra de moda en los últimos tiempos, caracteriza la pugna por el género cuando el ser humano es uno solo.
Habrá que correr el riesgo de la imputación: al sainete de Brasil con la delegación femenina del Gobierno, incluyendo mucamas al servicio del Estado, se añade ahora la penuria que atraviesa un trío de superior dimensión, flor y nata de la política: María Eugenia Vidal, Cristina de Kirchner y Patricia Bullrich. Cada una con su volumen, armoniosamente.
La ex gobernadora bonaerense acaba de aterrizar luego de un planeo sin sentido sobre su aspiración presidencial, jugando entre Macri, Rodríguez Larreta y cierto encono de la Bullrich. Hasta quiso presentarse, cuando no había más localidades, como jefa de Gobierno de la Ciudad, ignorando que la cúpula del PRO ya firmó sin sonrojarse la suscripción a Jorge Macri. Aunque el primo de la familia no disponga de los fundamentos constitucionales de origen y domicilio para ser elegido. “Ya voy a presentar los papeles”, amenaza como un martillo.
Alguien hará un ejercicio jurídico, la otra mitad de la biblioteca de los abogados, para aplicar un criterio amplio sobre la residencia de los postulantes. Una forma de reparar a Jorge candidato, quien siempre vivió los últimos años en Vicente López (donde es intendente con uso de licencia y aún preside hasta el partido provincial), y no en la Capital, lugar donde tampoco nació ya que su alumbramiento fue en Tandil.
La tesis incluye una diferencia conceptual entre la sustitución de un funcionario (como ocurrió cuando lo voltearon a Adrián Pérez en su nombramiento) y una candidatura. En fin, argumentos a favor de la postulación del primo Jorge que Daniel Angelici considera suficientes para desmontar opiniones contrarias: dato clave de quien en la justicia electoral dispone de influencias intelectuales –se supone– semejantes a las de Eugenio Zaffaroni en el fuero penal. Tal vez la comparación disguste al ex miembro de la Corte Suprema.
Sin votos, mal en las encuestas y con evidencias de que no era una preferida, Vidal –una experta en aforismos– se corrió de su propósito presidencial, arguyendo una retirada patriótica. Con gran sentido del humor, sus propios colegas de partido (Macri, Patricia, Larreta), encomiaron ese desprendimiento personal como si fuera San Martín dejándole la campaña a Bolívar, masones respetuosos de la jerarquía y de proyectos comunes. O, más modestamente, copiando la deserción de Chacho Álvarez como vice de Fernando de la Rúa, aquel “gesto moral” que en vano aguardó a que lo acompañara.
Menos pretenciosa estuvo María Eugenia, quien le confesó su decisión a Mauricio sin avisar en su vecindario ni concertar negociaciones para su equipo. Más de uno quedó a la intemperie. Un caso: Cristian Ritondo, un soñador con la residencia de gobernador en La Plata que ahora vende sus servicios a Bullrich, casi un semental de la política. Ningún medio del corazón consigna ese cambio de pareja.
Nubosidad en aumento. También a Cristina se le nubló el cielo: sus últimos esfuerzos para sostener a Sergio Massa candidato se le han derrumbado sin previsión por la crisis y, como dice el economista Siaba Serrate, es inflacionario el acuerdo con el FMI e hiperinflacionario si no hay acuerdo con el FMI. Dilema de hierro entonces para la dama: ella concentra a la mayoría oficialista, también cierta capacidad de unidad, pero nadie le garantiza una culminación exitosa en lo personal. Al contrario. Pero ese fenómeno es inverso al que requieren sus seguidores, ávidos por más cargos y poder si ella encabeza la lista.
La aventura con Massa se ha resentido por el alza de precios, realidad que se quiso esconder por el intento de postergar el índice. Pésima idea basada en que Marco Lavagna preside el Indec por razones políticas, no por un concurso de talentos. “Si no fuera por el apoyo de Massa y el apellido de tu padre, serías contador de una Pyme barrial”, le enrostraron inútilmente, ya que tocar el índice registra antecedentes funestos. Y caros.
Algunos le demandan a Cristina que lleve a Massa como compañero de fórmula, que sea ella quien primeree sin abandonar al ministro de Economía. Otros, más asustados, piensan en alternativas diversas: apelar a
Axel Kicillof y a una mujer, a Massa y a una mujer, a Wado de Pedro y a una mujer. Debe ir un binomio mixto, adaptarse a la moda, no importan otras consideraciones: como si esta opción fuera tan importante como el voto femenino en tiempos de Evita.
Las nuevas controversias obedecen a una sola evidencia: el oficialismo aparece tercero en numerosas encuestas y ninguno lograr imaginar la remontada de esa pérdida gradual. Con tino, la habían advertido los gobernadores en todo el territorio: 18 provincias adelantan los comicios (hasta se habla de que podría hacerlo Buenos Aires), un récord para prescindirse de la elección presidencial y cuidar la huerta propia con esmero.
Apretada. Otra mujer en aprietos es Bullrich, orgullosa de disponer crecientes voluntades electorales pero sin el poder para competir con el armado de Larreta, el radicalismo y al aporte de Carrió. Teme hoy que ese aparato pueda disolverle la simpatía de los votos para la interna partidaria.
Tampoco se iguala la capacidad económica frente a su rival, quien la irrita por cualquier razón. Por ejemplo, utilizó una palabra “desdorosa” para definir la debilidad de Horacio ante los gremios cuando no expresó una convicción firme con respecto a la reforma laboral. Mejor es no buscar ese término que parece disponer su rival en la interna.
Al margen de sus bramidos, jura que no hará sociedad con Javier Milei, a pesar de que ciertos sondeos estiman que sería una fórmula demoledora en las próximas elecciones.
Algo terca, ha derivado su confianza en Federico Pinedo para conseguir agregados políticos en todas las jurisdicciones. Una decisión controvertida: Pinedo es un hombre al que no le gusta mancharse con tuco y en esa misión no solo se pierde la elegancia sino que exige, como planteaba Jean Paul Sartre en “Huís clos”, meter las manos en la mierda.
Tampoco ayuda a Patricia la verticalidad que le desea imponer a sus adherentes a partir del “Vos sos mío”, argumento de otra época. Como el rechazo a cualquier pronunciamiento de Macri a su favor: “No quiero parecer un títere de Mauricio”.
Tres mujeres, tres destinos, todos complicados. Como el de los hombres.
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