domingo, 5 de marzo de 2023

Lionel Messi expone dos veces en una semana lo invivible de la Argentina kirchnerista

 Por Marcos Novaro

Para muchos argentinos, Lionel Messi representa no solo la genialidad futbolística en su máxima expresión, sino también un modelo a seguir, el tipo de personas que quisieran ser. El kirchnerismo se las ingenió esta semana en mostrarles a esos argentinos, que son muchos, que de su mano van a estar cada vez más lejos de lograrlo y que hasta va a negárseles la posibilidad siquiera de desearlo en paz, porque el país oficial detesta todo lo que Messi representa y porque en el país real, que el presidente y sus ministros se esmeran en ignorar, gente como Messi, o que tenga siquiera una cercanía o parecido con él, tiene impedido vivir tranquila.

Bastaron una foto con Macri en la gala de los premios Best de la FIFA y una jornada más de impunidad y violencia de las que cotidianamente se suceden en Rosario para demostrarlo.

El capitán de la selección argentina, que se ha negado sistemáticamente a salir en fotos con funcionarios del actual gobierno, tal vez por los respiradores que mandó durante la pandemia y nunca llegaron, tal vez porque siempre le cayeron mal, vaya uno a saber, en cambio se prestó con una sonrisa a salir al lado del ex presidente, luego de que le entregaran su último premio. Está en todo su derecho. Seguramente Maradona hubiera hecho exactamente lo contrario y a nadie debería importarle demasiado.

Hasta dónde llegan las simpatías de Messi por Macri y lo que éste representa es algo difícil de saber, y probablemente tampoco sea ni muy importante para los admiradores de la Scaloneta ni muy significativo para la política argentina. Dicen que es al único político argentino que sigue en redes. Si vota, es imaginable que lo haya votado a él, y que volvería a votarlo, nada de eso indica que el macrismo sea más nacional, popular, auténtico o positivo para el país que la posición contraria.

A la gente que le gusta no sólo cómo juega al fútbol el rosarino sino qué tipo de persona es, tal vez la incline en mayor medida a favor de JxC, pero no necesariamente, como tampoco sucede que a los que admiran a Maradona como futbolista y también como héroe nacional y figura popular, necesariamente les resulte más fácil tragarse al kirchnerismo.

De hecho, si se comparara una encuesta de antes con una de después de la foto en cuestión, se vería seguramente que la imagen de Macri en la sociedad no ha variado mucho, tal vez no varió nada, y sus chances de ser candidato y volver a la presidencia no hayan cambiado. No es sólo Messi a quien no le gusta mezclar el fútbol y la política, esa es la actitud de la enorme mayoría de la gente de este país, hace ya bastante tiempo.

Nada de eso sin embargo disuadió a los kirchneristas más fanáticos de emprenderla contra el mejor jugador del mundo, y denostarlo de las peores maneras por haber cometido un pecado imperdonable.

La mayoría lo hizo en privado y rumiando bronca, como si él no estuviera en su derecho de sonreír al lado de quien le venga en gana. Algo que esos fanáticos le permitían y celebraban en cambio a Maradona, y le permiten claro a cuanto famoso ande revoloteando alrededor de Cristina.

Y lo peor fue que unos cuantos no lograron contenerse, y vocearon su indignación a los cuatro vientos. C5N y las radios militantes dedicaron varios programas a machacar contra el recién coronado campeón, recriminándole su condición de “millonario sin sentido nacional”, que “se caga en los principios”, “es indiferente a las causas justas” y ha roto con sus “raíces”. En suma, alguien que se habría obsesionado con el dinero y, fruto de su éxito en obtenerlo, se habría vuelto socio de los malditos que destruyen el país y desprecian al pueblo. Colorario, Messi estaría manchando la pelota y sería un Marcos Galperín cualquiera.

La más brutal fue sin duda María Seoane, quien lanzó un tuit, que atribuyó a un seguramente inventado y anónimo “laburante indignado”, diciendo: “Creímos que eran héroes, pero son dos millonarios cagadores como él”. Él vendría a ser Macri, claro, y los millonarios cagadores, Messi y el Dibu. El tuit al rato desapareció. Hasta para Seoane debió ser demasiado.

Los más “contemplativos”, estilo Diego Brancatelli, en vez de acusarlo abiertamente de todo eso, aludieron a su supuesta falta de carácter para “sentir como el pueblo” y “enfrentar a los poderosos”, precisamente por vivir igual que ellos. Es decir, para el sector más piadoso de los fanáticos K no sería exactamente un desgraciado, sino un infeliz sin carácter. Alberto Fernández siguió la misma línea. “Es su problema”, sentenció.

No, presidente, Messi está ejerciendo su derecho, no tiene ningún problema, o en todo caso, el problema se lo están creando los oficialistas. Y si usted tuviera mínimo sentido común se los reprocharía, los frenaría, y se disculparía con la víctima de los ataques. Pero Alberto Fernández nunca defrauda, siempre pretende decir una cosa cuando en realidad está diciendo la contraria, simula ser un moderado y en realidad es tan agresivamente kirchnerista como el que más, solo que un poquín más perverso y sin el carácter para bancárselo abiertamente. Venía de dar hartas muestras de ello en la inauguración del ciclo legislativo, no cabía esperar que dejara de hacerlo.

Es seguro que Messi no ve C5N, pero si le cuentan lo que se dijo de él allí y en las inmediaciones, es seguro también que muchas ganas de volver por estos pagos no le van a dar. Y menos todavía después de lo que sucedió tras cartón, el jueves, en un local de su familia política, y la reacción que ese hecho suscitó en las máximas figuras del gobierno nacional.

Ese día jueves un par de delincuentes tirotearon el frente de un supermercado de Rosario que pertenece a los Roccuzzo. Y le dejaron una nota amenazante al campeón. El hecho fue, además de grave, revelador del desastre de inseguridad que reina en esa ciudad desde hace tiempo, entre otras cosas porque las fuerzas policiales no reaccionaron en lo más mínimo. Pasaron los días y no hallaron un solo dato sobre quién pudo ser el responsable, así que entraron a circular todo tipo de versiones, que agravaron el clima de indefensión. Incluso se sospecha ahora que pudo haber sido un tiro por elevación contra el jefe policial, originado en algún sector de la fuerza que quiere desplazarlo, aliado con barras, narcos o una mezcla de todos ellos.

Pero eso no fue todo. Para empiojar más las cosas, hablaron el presidente y su ministro de Seguridad, y no pudieron hacerlo peor. El primero insistió en mostrarse desorientado y papando moscas. “Seguramente tenemos que hacer algo”, lanzó y agregó: “Porque los rosarinos son argentinos”. Mientras que el segundo directamente tiró la toalla. “Los narcos ganaron” disparó. La indignación y el rechazo que generó Aníbal, y la mofa y el escarnio que motivó Alberto fueron seguramente un premio extra que los responsables del ataque no esperaban recibir, y que los alentará a ir más allá la próxima vez.

Para los ciudadanos argentinos, en particular para los rosarinos, y más todavía para los Messi y los Roccuzzo, sucedió exactamente lo contrario, el combo fue una advertencia maciza sobre el grado de desprotección en que estamos, porque si se puede atacar un local de una familia tan conocida y la reacción es esta, nada bueno se puede esperar si sucede algo peor contra las mismas víctimas, o si las víctimas no son famosas.

En los días siguientes, se corrió la bola de que los Roccuzzo y tal vez también los Messi que aún viven aquí, podrían abandonar Rosario, al menos por un tiempo.

Si los fanáticos kirchneristas insisten en la línea que desplegaron ante la foto con Macri puede que incluso celebren que eso suceda, porque les estará confirmando que Messi es Galperín, un ricachón más que se va del país y se lleva lo mejor que tenemos, al que no hay que tratar de retener, ni menos admirar, sino al contrario, hay que sacarles todo lo posible antes de que se vayan y después olvidarlos, para que no vuelvan nunca más. Para que no nos confundan ni nos ilusionen con que deberíamos parecernos a ellos, lo que dejará de suceder cuando advirtamos su verdadera naturaleza, referentes remanentes de un país que tiene que morir, extinguirse del todo para que campeen a sus anchas los narcos y los fanáticos.

© TN

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