Por Carlos Ares |
El meme de Homero Simpson que hace de presidente mueve la boca, se habla encima. Dice que “gran parte” de la inflación, la más alta acumulada en más de treinta años, 100% anual, “está en la cabeza de la gente”. Intentan callarlo. No encuentran el cable que conecta el poder con la realidad. Sigue hablando. Dice que “los brasileños vienen de la selva”, que escucha quejas porque ahora “no se consigue mesa” en los restaurantes, que “la preocupación de los docentes es no pagar Ganancias”. El sistema se recalienta. Salta la térmica.
Al revisar las redes sociales descubren un hilo de insultos que llega hasta el Congreso, se pierde en la mata de pelo del meme de Marge que hace de vicepresidenta. El meme de Ned Flanders le muestra la sentencia. Seis años de prisión por administración fraudulenta. Marge se brota, grita, se arranca los enchufes. Desconoce a Homero. El jefe Gregory pide refuerzos. Liza huye avergonzada. Bart aprovecha el tumulto para llevarse la caja de fusibles. Se corta la luz. Hay que esperar.
Vida intermitente. Ahora la ves, ahora no, como el chiste del guiño. El que está al volante pone el guiño del coche, se asoma por la ventanilla, “¿funciona?”, pregunta, “ahora sí, ahora no, ahora sí, ahora no”, contesta el que mira el auto desde afuera. Hay luz, no hay luz. Hay trabajo, no hay trabajo. Hay changa, no hay changa. Dieta intermitente. Un día comés, un día no. Hoy telgopor de arroz, otra galleta mañana. Dieciocho horas de ayuno. Soñás con un choripán mientras acariciás la morcilla.
Te alcanza, no te alcanza. A veces sí, a veces no. Para poco sí, para mucho no. Cobran de más, te dan de menos. Ganás el día, perdés el mes. Año vencido, otro jodido. Puteás al pedo, puteás en pedo. Tenés para el envido, cantan flor. Tirás un dos, tienen un tres. Ligás un ancho, se van al mazo. Las de ellos son buenas, las tuyas malas. Era por los porotos, es por guita. Vas en cana, no van en cana. Hay derecho, no hay derecho.
Pero mirate qué bien la estás llevando, cómo te bancás el hambre, la sed de justicia, qué flaquito vas quedando, así, sin esa alegría del mango decente que alcanza, bien ganado, del gusto que te das con tus hijos, del regalo que podés comprar a quien querés, de hacer una gauchada, un préstamo, decir “dejá, pago yo”. Se te ve, eso sí, un poco magro de entusiasmo, se nota que ya no cargás con ese sobrepeso de curiosidad, de salir, viajar, conocer. Andás como con ganas de nada, ni de pensar, ni de ser una persona, sin más voluntad que la de aguantar.
Es un esfuerzo grande rebajar la mochila de pretensiones casi a cero. Esa cosa medio arrogante de creer que podías, que estabas acá para ser algo más que un gil tratando de sobrevivir, de amanecer, un reductor involuntario de grasa, de ideas, incapaz de recuperar el movimiento de sus piernas, sus neuronas, sus pendejas ambiciones: boludear, andar por ahí, vagar, pasear, caminar, leer, beber, amar, conversar con los amigos, jugar un fulbito, comer afuera si da, ir al cine, al teatro, a cantar, aullar, bailar, olvidar, ser eterno hasta mañana.
Solo uno sabe lo que cuesta resignar fantasías, bajarle el precio a la ilusión, volver la cara a las divinas tentaciones, no mirar, no oler, secarse la baba del deseo. Las medialunas de tres a dos, el cortado de jarrito a chico, el atado de veinte a diez. Suerte que es tendencia fumar menos, comer menos, reducir las porciones, la cantidad de manteca, el paquete de doscientos gramos a cien, comprar los huevos de a uno para saber si con eso alcanzás la cuota diaria de miseria que te propusiste, si llegás a la noche con lo que te queda.
Qué buena época te tocó. Todo está escrito, dicho, relatado, actuado por el peronismo para mantenerte así, hecho un maniquí. Ahora te comen el coco, mañana te sirven tus bolas hechas albóndiga. Ahora se aguantan hasta octubre, en diciembre te mean. Vuelve la luz, no vuelve la luz. Hay agua, ahora no. Ahora hay clases, ahora no. Ahora hay sobras en el contenedor de basura, ahora no. Ahora parece que algo cambia, ahora no. Ahora parece que el tiempo pasa, ahora no. Hoy estamos, mañana no.
Ánimo, siempre que llovió paró, que no decaiga, mirá el vacío lleno.
(*) Periodista
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