Por Marcos Novaro |
Llegamos a marzo, casi, y no se ha resuelto, ni siquiera se ha aclarado un poco, la competencia interna en la principal oposición. Al contrario, cada vez hay más precandidatos y la pelea levanta más polvareda.
Se está por lanzar al ruedo finalmente Horacio Rodríguez Larreta, pero no va a contar con el apoyo de algunas de las figuras que venían acompañándolo tiempo atrás, como María Eugenia Vidal y Elisa Carrió. Ambas pasaron en estos últimos meses de ser posibles piezas de su armado a proclamar sus propias aspiraciones presidenciales. Tal vez para negociar con él más adelante en mejores términos, nadie lo sabe.
Donde sí avanzó Larreta fue en su entendimiento con los radicales, acercándose ya no solo a la facción que lidera Martín Lousteau, sino al propio jefe partidario, el también aspirante presidencial Gerardo Morales. Lo que de todos modos no le fue gratis, porque a raíz de eso tomaron distancia otros posibles socios. El mismo Lousteau, que ahora también juguetea con una posible postulación a la presidencia, como si hiciera falta una más, Carolina Losada de Santa Fe, Rodrigo de Loredo de Córdoba, gente con tantos o más votos que Morales. En fin, son muchas las figuras radicales a las que hay que conformar, y ninguna ha perdido la vieja costumbre partidaria de conducirse como un planeta aparte.
Otros presidenciales en Juntos por el Cambio
Por el lado de Bullrich, la cosa también se complicó porque su más firme socio radical, Alfredo Cornejo, finalmente competirá por la gobernación de Mendoza, con lo cual le dejó un hueco en ese flanco a Patricia. Que en el mano a mano con el jefe de gobierno porteño hoy puede que saque ventaja, pero la pierde si no tiene aliados fuertes en los otros partidos de la coalición.
Quien también trata de cotizarse en esa competencia, por el lado del peronismo moderado o republicano, es Miguel Ángel Pichetto, otro más que anunció hace tiempo su precandidatura presidencial. Y ahora espera que la postulación de Juan Schiaretti le eleve el precio, dado que JxC no está tan en ventaja como para dejar que esos votos se le vayan por haber atendido excesivamente las demandas del costado radical.
Sumemos a Facundo Manes, desdibujado pero no retirado, y tendremos casi la lista completa, nada menos que 9 aspirantes posibles a reemplazar a Alberto Fernández, sonaría gracioso sino fuera un poco trágico.
Y lo peor es que la lista, como hemos visto, se ha ido agrandando, no reduciendo. Tal vez por eso es que algunos dirigentes peronistas sueñan con postergar las PASO, así hay más tiempo todavía para que la oposición se desgrane, y le queda menos tiempo para reunificarse y organizar la competencia que más importa, la elección general.
La situación en el Frente de Todos
Muy difícilmente esa manganeta prospere. Como se vio con el intento de eliminar las internas abiertas, el oficialismo choca contra límites infranqueables para manipular las reglas de juego. Pero eso no significa que no pueda aprovechar la dispersión interna en JxC. Lo está haciendo ya con la identificación en espejo entre sus propias peleas intestinas y las de esa coalición, como si se tratara de situaciones comparables.
El argumento pega fuerte en el público. Los medios y comentaristas lo reproducen. ´Son dos coaliciones en crisis´, ´las peleas de egos están a la orden del día en ambos espacios´, ´son dos rejuntes que no se ponen de acuerdo en nada´, etc., etc.
Lo que no es estrictamente cierto. Para empezar, porque el Frente de Todos no es una auténtica coalición de partidos, es una fórmula para unir al peronismo, y una bien precaria. De hecho, a nadie pasó desapercibido que se reunió su mesa nacional, en dónde si no, en la sede nacional del Partido Justicialista, y quiénes estuvieron invitados sino todos los referentes de las facciones, grandes y chicas, de esa fuerza. Los demás partidos que formalmente también integran el FdeT ni fueron convocados ni reclamaron siquiera serlo. Saben muy bien que son relleno. Al final de ese encuentro, alguien se acordó de ellos, y prometió que en algún momento los van a reunir. Por el pancho y la coca seguro van.
Por eso reclamarle al FdT que convoque a internas sin restricciones, como ahora se acordó de hacer el ´albertismo´, está un poco fuera de lugar. El peronismo, salvo en tiempos de Cafiero y al comienzo de Menem, nunca se sometió a ese tipo de reglas, difícil que vaya a hacerlo ahora que justo enfrenta una de las peores crisis de su historia, por la intensidad de las disputas en sus filas y el nivel de rechazo que despierta en la sociedad.
Nuevas y viejas generaciones
Lo que sí es cierto es que existe cierto paralelismo entre la puja entre nuevas y viejas generaciones en ambas fuerzas, el oficialismo y la principal oposición. En ambos casos, los dirigentes que más protagonismo tuvieron en las dos décadas pasadas son también los que más rechazo generan en los votantes. Los más jóvenes no es que sean inmunes a la desconfianza ciudadana, sobre todo no lo son en el caso del oficialismo, pero la mochila les pesa menos.
Por eso es que se especula con que, en caso de postularse Cristina Kirchner, Macri aún tendría una oportunidad para su ´segundo tiempo´, y viceversa, si este se decidiera finalmente a competir, Cristina Kirchner podría encontrar una excelente excusa para levantar su autoproscripción. Aunque el razonamiento tiene sus limitaciones. Porque la verdad es que sucede también al revés, si en una de estas fuerzas fracasara la renovación generacional, eso daría aliento a la otra para hacer exactamente lo contrario, mostrar que puede dejar atrás los fracasos y errores del pasado, y el lastre del descrédito acumulado, concretando la sucesión de su liderazgo.
Muchos en JxC especulan con esto precisamente porque advierten que la renovación tiene bastantes mejores chances en su caso que en el oficialismo. Allí es probable que terminen dependiendo otra vez de Cristina, por la incapacidad de generar nuevas figuras, mientras que en su caso algunas de estas figuras estarían en condiciones de disputarle la conducción a Macri aún en el caso de que él resistiera su jubilación. Hay que ver si es tan así, pero lo cierto es que al menos en las encuestas la competitividad de ´viejos´ y ´jóvenes´ es muy diferente en un caso y otro, Cristina Kirchner es imbatible en una eventual, improbable interna en su espacio, Macri para nada.
La pregunta que cabe hacerse, de todos modos, es si esa posible sucesión del liderazgo en JxC alcanzaría para desligar a la coalición de los motivos que llevan a muchos votantes a desconfiar de los viejos partidos y de la política en general. Es decir, si Larreta o Bullrich pueden estar en mejores condiciones que Macri de disputarle el voto bronca a Javier Milei.
Al respecto, hay una idea bastante instalada según la cual eso sería más fácil para Bullrich, porque se ha ocupado mucho más que el jefe de gobierno de cultivar al votante malhumorado. Es más, hay encuestas que señalan que la retención del voto propio de JxC es también más alta en su caso que en el de su adversario interno, por esa razón. Si Bullrich triunfara en las PASO, la enorme mayoría de los que prefirieron en ellas a Larreta la votaría en la elección general, mientras que si sucediera al revés, muchos votantes de Bullrich se irían con Milei.
Algo de esto debe haber porque el jefe de gobierno porteño se ha puesto en la cabeza endurecer todo lo posible su discurso de acá en más, al menos hasta el punto en que eso entre en tensión con su imagen de componedor antigrieta, que es finalmente lo que lo distingue y a lo que no tendría sentido que renuncie. Hay que ver si logra ser creíble en ese esfuerzo, pero en cualquier caso lo que vamos a ver es que en la competencia en JxC las dos figuras principales en pugna tratarán de absorber rasgos de la otra sin perder los propios.
Bullrich va a necesitar mostrarse conciliadora con radicales y lilitos, sumarlos a su proyecto a través de referentes que desmientan lo que los jefes nacionales de esas dos fuerzas probablemente terminen haciendo, acordar con Larreta. Y este va a necesitar mostrarse duro con el gobierno y más en general con el peronismo, y dispuesto a dar un golpe sobre la mesa y no siempre inclinado a negociar y disuadir a sus contrincantes de ir al choque. Probablemente termine ganando no tanto el que mejor haga su papel, como el que mejor haga el papel por el que se identifica al otro. Y si eso es lo que sucede tal vez no haya después tantos inconvenientes para que los derrotados se sientan representados por el vencedor.
Ese es finalmente el mérito que distingue a un arquitecto del consenso, un formador de coaliciones. Algo que no están en condiciones de hacer los líderes más habituales de la política argentina, precisamente porque no han construido coaliciones, no creen necesitarlas, como es el caso de Milei, o solo simularon creerlo, como sucede con Cristina.
© TN
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