Finales de enero de 1939. Ante la inminente derrota de la República en la Guerra Civil, cientos de miles de personas intentan cruzar a pie la frontera francesa; entre ellos, el poeta y su familia junto a otros intelectuales republicanos, que ven todos los ideales por los que siempre han luchado desaparecidos de un plumazo. Pasan a Francia y se instalan en un pequeño hotel en Colliure, un pueblo a orillas del Mediterráneo a pocos kilómetros de la frontera española. Apenas un mes después, el 22 de febrero de 1939, muere un envejecido Antonio Machado a los 63 años de edad. La enfermedad, el sufrimiento, el exilio, el horror y la pena acabaron con su vida.
Machado, un poeta melancólico, un intelectual preocupado por su tiempo, pero, sobre todo, un hombre lleno de bondad, es uno de los encargados de izar la bandera de la República en el ayuntamiento de Segovia el 14 de abril de 1931. La esperanza con la que se recibe a la República se plasma en estas palabras del poeta: “Con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los almendros, la primavera traía a nuestra República de la mano”.
Apenas ocho años después, la dictadura de Franco acabará con la democracia y con todos los ideales de los que intentaron hacer progresar a España.
Una educación especial
Machado nació en Sevilla en el seno de una familia liberal y progresista. Vivió sus primeros años en una vivienda alquilada dentro del palacio de Dueñas, una especie de paraíso infantil que acompañará al poeta durante toda su vida y que aparecerá de manera recurrente en sus versos: la fuente, el huerto, el limonero. Con solo ocho años la familia se traslada a Madrid y Machado tiene el privilegio de estudiar en la recién creada Institución Libre de Enseñanza, dirigida por Giner de los Ríos, íntimo amigo del padre y el abuelo del poeta. Sus enseñanzas conformaron en él una persona de mente abierta y criterio independiente, alguien que se preocupará solo de lo esencial. Sus maestros Giner de los Ríos y Manuel Bartolomé Cossío están presentes en la idea que Machado tiene de la necesidad de acercar la cultura al mundo rural, pero este acercamiento es visto como un enriquecimiento mutuo: la ciudad y el mundo de la intelectualidad tienen mucho que aprender de las gentes del campo. Años más tarde pondrá en práctica estas ideas siendo uno de los impulsores de las Misiones Pedagógicas, que comienzan al inicio de la República y que se encargarán de llevar la cultura a todos los rincones y pueblos de España.
En uno de sus poemas más conocidos, Retrato, Machado nos resume lo que ha sido su vida.
Machado poeta
Hay un momento inicial de un Machado modernista y simbolista que se plasma en Soledades y un Machado más sobrio con una poesía más crítica, filosófica y narrativa que encontramos en Campos de Castilla, y también en su obra más de pensamiento Juan de Mairena.
Su poesía es triste y melancólica. El poeta solo está acompañado por la naturaleza, que camina constantemente a su lado en su reflexión sobre los misterios de la vida.
Son muchos los poemas dedicados a la monotonía (“un día es como otro día; hoy es lo mismo que ayer”) y a la lucha del hombre por lograr salir de esa monotonía. Esta visión de la vida la encontramos en el poema La noria, en Hastío o en Recuerdo infantil.
La búsqueda de una ilusión, una pasión que nos haga salir del hastío y de la pena es también un tema recurrente en su poesía, como puedes ver en uno de sus poemas más bellos, A un olmo seco, o en Yo voy soñando caminos, donde nos dice:
En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día:
ya no siento el corazón […]
Aguda espina dorada,
quién te volviera a sentir
en el corazón clavada.
El paso del tiempo, la vida que va pasando sin que podamos volver atrás y sin que sepamos muy bien adónde vamos, está presente también en muchos de los versos. En Proverbios y cantares nos explica esta idea del paso inexorable de la vida, de lo vivido como algo único e irrepetible, siendo el camino la metáfora de la vida:
Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar […]
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Una visión crítica de España
Junto a Unamuno, Azorín, Pío Baroja y Valle-Inclán se le considera miembro de la llamada generación del 98. Este grupo de escritores destaca por su amor por España y por sus gentes, unido a una gran visión crítica y a un inmenso deseo de salir de la situación de incultura, retraso y ociosidad en la que se encontraba el país en ese momento. En aquellos años más del 60 % de la población era analfabeta y la educación estaba principalmente en manos de la Iglesia. Uno de los grandes logros de la República fue luchar contra esta situación construyendo colegios laicos en todos los pueblos y ciudades, dotando a los maestros de una sólida formación y llevando la cultura a los lugares más apartados.
Machado quiere a su país, pero le indigna la irracionalidad, la falta de iniciativa y el poco deseo de saber y de experimentar cosas nuevas que tienen sus habitantes. Este amor, unido a su visión crítica y a sus deseos de cambio, se encuentran en su poesía más social. En una ocasión, Machado señaló: “Tengo un gran amor a España y una idea de España completamente negativa. Todo lo español me encanta y me indigna al mismo tiempo”.
En alguna de sus poesías, como He andado muchos caminos, apuesta por las gentes sencillas del campo español; en otras, como Del pasado efímero o en Llanto de las virtudes y coplas por la muerte de don Guido, critica al típico señorito castellano y andaluz que no se mueve de su pueblo en toda su vida y que lleva una existencia ociosa e inútil.
En ese momento hay dos Españas: una España anclada en el pasado, inmovilista y retrógrada, una España de un catolicismo rancio y superficial, y una España nueva y progresista que trata de salir de esta situación y de colocar al país en el lugar que se merece. Es la España de los ideales de la República. En uno de los poemas de Proverbios y cantares nos muestra esta realidad.
Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Castilla en el corazón
En Castilla vive el poeta los años más importantes de su vida. Allí, en Soria, conoce a la que será su mujer, Leonor Izquierdo, que se casa con él con solo quince años de edad. Un matrimonio feliz, pero que apenas duró tres años porque Leonor murió de tuberculosis, y el poeta volvió a quedarse solo.
En su libro Campos de Castilla se refleja su amor a esta tierra árida y fría, y también nos presenta la rudeza de sus gentes y la desolación de sus paisajes y ciudades. Esta realidad contrasta con su pasado esplendor y el carácter heroico de otros tiempos:
Castilla miserable, ayer dominadora,
envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora.
La imagen de decadencia de Castilla simboliza la esencia de toda España, y Machado quiere hacernos ver la necesidad de salir de esta situación.
El poeta filósofo
La poesía de Machado es intimista, pero al mismo tiempo reflexiva y filosófica. El poeta está solo y la naturaleza es su única compañía. Es también la naturaleza la que le ayuda a descifrar los misterios de la vida y del alma.
En su última época, Machado crea un personaje, Juan de Mairena, y pone en su boca sus propias ideas literarias, filosóficas y políticas.
Su obsesión por el paso del tiempo y su relación con la literatura se refleja en estas palabras del maestro Mairena: “¿Cantaría el poeta sin la angustia del tiempo, sin esa fatalidad de que las cosas no sean para nosotros, como para Dios, todas a la par, sino dispuestas en serie y encartuchadas como balas de rifle, para disparar una tras otra?”.
Son muchas también las valoraciones que hace de determinadas actitudes y personas. Critica sobre todo a la gente que no tiene fe en la capacidad del hombre de aprender y de mejorar: “Los hombres que están siempre de vuelta en todas las cosas son los que no han ido nunca a ninguna parte. Porque ya es mucho ir; volver, ¡nadie ha vuelto!”, nos dice Mairena.
Los últimos días
El 16 de febrero de 1936 el Frente Popular, la coalición de izquierdas, gana las elecciones, y solo unos meses más tarde se produce el golpe de Estado del general Franco y otros militares sublevados. Son muchas las ciudades que caen en manos de los rebeldes, Zaragoza, Sevilla, Burgos, Granada…, pero otras tantas, Madrid, Barcelona, Valencia…, logran resistir y permanecen fieles a la República. Comienza así la Guerra Civil. Madrid resiste, pero será bombardeada y asediada constantemente hasta el final de la guerra. El Quinto Regimiento se ocupa de “salvar la cultura viva de España” sacando de Madrid a los principales escritores e intelectuales, y llevándolos a Valencia, un lugar más seguro. Un par de años más tarde se decide que deben abandonar Valencia para llegar a Barcelona y estar más cerca de pasar la frontera de Francia. A finales de enero de 1939, ante la inminente caída de Barcelona, se inicia el camino hacia el exilio. Un poco antes, en una especie de premonición, Machado había dicho: “Cuando pienso en un posible destierro en otra tierra que no sea esta atormentada tierra de España, mi corazón se turba de pesadumbre. Tengo la certeza de que el extranjero significaría para mí la muerte”.
Después, el penoso recorrido hasta la frontera en un camino atestado de hombres, mujeres y niños que huyen desesperados de la represión y la muerte en medio de constantes bombardeos de las tropas franquistas. Machado llega a Francia a pie en medio de la lluvia y el frío. Al ser un famoso poeta, él y su familia tienen un trato especial y no son llevados a campos de concentración como el resto de los refugiados. Se instala en Colliure y allí fallecerá muy poco tiempo después, el 22 de febrero de 1939. Ese mismo día llega una carta de John Brande, catedrático de español de la Universidad de Cambridge, ofreciéndole un puesto de lector en su departamento.
Sus restos aún siguen en este pequeño cementerio a orillas del Mediterráneo. Nunca faltan flores en su tumba. Son las flores que llevan las personas que acuden sin cesar a rendir homenaje al gran poeta.
Texto publicado originalmente en el número 78 de la revista Punto y Coma
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